La conjura de Pozoblanco
José Ramón Sandoval, técnico del Rayo Vallecano, cuenta cómo el ascenso se fraguó en pretemporada en un pequeño pueblo de Córdoba
En el campo, todo acabó como las fiestas futboleras suelen acabar: invasión de la afición, las redes de las porterías arrancadas para conservar un souvenir de la celebración y los niños rodando por el césped. Antes, durante unos 20 minutos en los que la organización del Teresa Rivero había conseguido contener el éxtasis por el regreso a la Primera tras ocho años, fue el momento de la vuelta de honor del equipo. El técnico del conjunto madrileño, José Ramón Sandoval, habló en medio del campo y expresó el que era su deseo cuando llegó. "Quería cantar 'La vida pirata' con vosotros que nos habéis permitido conseguir todo esto", dijo dirigiéndose a la afición. Y se puso a cantar el tema, símbolo de la afición rayista, con la ayuda de Coke, uno de los capitanes, y de las 15.000 personas presentes en el recinto.
En la rueda de prensa, en lugar de llegar con corbata y chaqueta, como suele hacer, Sandoval se presentó con una camiseta y un gorro del Rayo, un pañuelo rojo que celebraba el ascenso y una mano vendada. "Les cuento una historia", dijo a los periodistas; "mi mujer es de Pozoblanco (Córdoba) y todas las veces que la pretemporada la hice allí, ascendí. Me pasó con el filial el año pasado (de Tercera a Segunda B), con el Getafe B y este año". La historia cuenta que este pequeño pueblo de menos de 18.000 habitantes se llama así por el pozo alrededor del que nació, blanco por los excrementos de gallina. "Pero quiero que ahora se conozca por esto, por ser donde se fraguan los ascensos. Cuando no fui allí, no lo conseguí", dijo Sandoval.
Después, el técnico vallecano quiso presentar al cuerpo técnico. Médicos, preparadores y fisioterapeutas sin los que "no habría sido posible el ascenso". Sobre todo este año, cuando todo ellos trabajaron meses sin cobrar por los problemas económicos de la antigua propiedad, la familia Ruiz-Mateos. Fue interrumpido por la irrupción en la sala de prensa de los futbolistas, liderados por Piti, que con pelucas, megáfonos y cervezas restaron seriedad al discurso del técnico hasta que le empaparon con las bebidas que llevaban consigo. La fiesta había de continuar. Técnico y jugadores pidieron a los periodistas que aplazaran sus preguntas y se subieron al autobús que en estos momentos está recorriendo las calles de Vallecas rumbo a la fuente de la Asamblea.
Un viaje que acaba en el corazón del barrio madrileño y que, según el relato de Sandoval, empezó en un pequeño pueblo de Córdoba: "Contacté una empresa de jamones para hacer una fiesta, pasar una noche juntos los chicos y yo, y aprender a convivir. Lo pasamos genial y allí empezamos a construir este sueño".
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