Petacchi se rinde ante Ventoso
El 'sprinter' cántabro logra la segunda victoria española tres días después de Vicioso
Se liaba Alessandra de Stefano, la espléndida presentadora de la RAI, y terminada la etapa, los duelistas aún sentados sobre el asfalto intentando recobrar el aliento perdido, proclamaba que Francisco Vicioso había sido el ganador del día. Motivos tenía para la confusión, empezando por la rima en -oso de ambos, y continuando por sus parecidas condiciones de ciclistas rápidos, muy efectivos en llegadas reducidas preferentemente en cuesta arriba. También ambos, el aragonés Vicioso, ganador invisible el lunes en Rapallo mientras moría Wouters, y el campurriano (cántabro de Reinosa) Ventoso, ganador sobre las alturas de Fiuggi, han pasado años de penitencia extrañados de España, en equipos italianos o portugueses antes de ser aceptados de nuevo en primera división. Pero ahí se acaban las similitudes.
Mientras Ventoso, de 29 años, plenamente rehabilitado tras dos años en el segunda Carmiooro italiano, corre en el equipo español de mayor presupuesto; Vicioso, a los 34, tras un comienzo en el Kelme y un paso por la ONCE y el Liberty antes de la caída en la Operación Puerto, ha regresado a sus orígenes, pero en Italia, al Androni, a un equipo pequeño estilo Kelme, marcado por la habilidad de su mánager, el impoluto Gianni Savio, para importar colombianos y venezolanos a poco precio, y múltiples sponsors pequeños que le permitan sobrevivir. Mientras Ventoso pudo celebrar alegre y merecidamente su victoria en un sprint ante Petacchi nada menos, Vicioso aún espera el momento en el que el Giro le permita alegrarse plenamente. "He ganado dos veces", dice el aragonés, "y en ninguna he subido al podio. Bueno, no, subí cuando gané en 2000, pero luego me descalificaron. Y en Rapallo...". Luego aumentaron los motivos para la melancolía.
El miércoles, antes de llegar a los tramos de tierra, el líder entonces, Millar, le embistió con la bici en la disputa de la meta volante que le podría haber dado la maglia rosa virtual. "Rompí la bici y me di un buen golpe en la cadera, que tengo un buen hematoma", dice Vicioso. "Y entre que la bici de repuesto no estaba bien a mi altura y el golpe, no pude aguantar el ritmo". Los efectos siguieron, un final en cuesta que también le habría convenido. Su desgracia fue, claro, la alegría de Ventoso, quien, después de que su equipo contribuyera a acabar con la escapada, se manejó con experiencia en la llegada. Controló el ataque de Di Luca a 500 metros, vio salir a Petacchi, y, finalmente, cuando llegó a 200 metros, su distancia, arrancó a espaldas de ambos. "Pensé que era mi distancia, pero se me hizo larguísimo, eterno", dice Ventoso, que vio cómo Petacchi, a rueda de Di Luca, esperó su llegada para pegársele a su rueda en cuanto él aceleró. Intentó luego Petacchi remontarlo, pero, asfixiado, dejó de dar pedales antes de cruzar la meta.
Hoy, mientras se vigila las erupciones del Etna, que mantienen cerrado el aeropuerto de Catania -podría ser problemático el traslado tras la subida al volcán el domingo-, se sube a un santuario en los Apeninos, otra ocasión para medir el nerviosismo del acelerado Nibali.
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