Un capitán a la medida de la Real
Aranburu marcó un gol redentor para la el conjunto donostiarra, que se aproxima a la salvación
Nada más oír el pitido final de Álvarez Izquierdo, Anoeta, una caldera anoche, soltó una bocanada de aire y entró en ebullición tras el agónico triunfo que logró la Real Sociedad frente al Zaragoza. Una victoria que aporta luz al conjunto donostiarra y que puede significar su continuidad en Primera después de su retorno a la máxima categoría. Un premio redentor, un éxito catártico que estuvo representado en el inmenso abrazo que dieron Estrada y Tamudo al gran protagonista de la noche, Mikel Aranburu, en el círculo central del terreno de juego.
"Lo tenemos en la mano, pero no hay que dormirse", advertía el futbolista txuri urdin, ya en la zona mixta del estadio. Hombre de club, el donostiarra salió al rescate de su equipo cuando las garras del descenso acechaban a los suyos, destemplados tras libre directo de Gabi que supuso el empate y expuestos a la dictadura del reloj, que apuntaba al final.
Es ahí donde emergió la figura del capitán, con toda su fuerza. Un gol con la zurda a la salida de un córner, un gol capital en el minuto 89. Acto seguido, los jugadores de la Real formaron una piña en torno a él, uno de los miembros del vestuario más respetados después de más de 400 partidos y 15 años en el club. "El gol fue importante, sirvió para ganar, pero otros compañeros también han logrado otros en momentos decisivos de la temporada", expuso.
Timonel del equipo, eje vertebrador entre la defensa y el ataque blanquiazul, Aranburu está completando una sensacional campaña, aderezada con cinco dianas que suponen un récord en su registro personal. Casi todas ellas, a excepción de un testarazo frente al Villarreal, rubricadas con la pierna izquierda. Soberbia fue la volea que anotó en El Molinón en la 13ª jornada, como también lo fueron los dos zurdazos con los que castigó al Getafe, cinco semanas después. "Ha sido mi gol más importante, mi gol más especial con la Real", admitía el 11.
A sus 32 años y con mucho kilometraje a sus espaldas, ni rastro queda en su juego de la entrada que pudo truncar su carrera, en 2005, cuando el racinguista Oriol rebañó su pierna y la rodilla derecha se fragmentó en cuatro partes con la rotura del ligamento lateral externo del cruzado anterior, de la cápsula posterior y del cóndilo medial. La intervención del doctor Eduardo Escobar, por el que llegó a enfrentarse al expresidente Iñaki Badiola, y el apoyo de su inseparable amigo Mikel Labaka, compañero de fechorías en su Azpeitia natal, le devolvieron en volandas hacia el césped, donde sigue exhibiendo su jerarquía.
Hoy, gracias a su gol, la Real descansa en la decimotercera posición de la tabla y, con 44 puntos, cinco por encima del descenso, el conjunto del uruguayo Martín Lasarte respira más tranquilo. El complicado compromiso del Sánchez Pizjuán en la próxima jornada y la visita del Getafe en el epílogo del campeonato dictaminarán el rumbo del cuadro txuri urdin. Siempre, con Aranburu, con el capitán, al frente.
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