No era un mesías, era Messina
El desafío del Madrid aumenta una vez que su incongruencia ha aniquilado su apuesta por un técnico más que por una estructura
Ettore Messina era y sigue siendo un entrenador, ni más ni menos. Se puede discrepar de su labor desde que llegó al Real Madrid en junio de 2009, pero no se le puede arrebatar de un plumazo el crédito ganado a pulso en su exitosa carrera. Al frente del Bolonia, el Benetton de Treviso y el CSKA de Moscú acumuló cuatro Euroligas, cuatro Ligas italianas y otras cuatro rusas. Por eso sorprende que un profesional de su experiencia haya acabado lanzando la toalla en un club como el Madrid.
La pareja de baile parecía la ideal: el entrenador más prestigioso de Europa y el equipo más laureado, si bien este dato debe precisarse con un anuario del siglo pasado a mano. Desde 1987 ha ganado cinco Ligas, una Euroliga y una Copa, y cuatro de esos siete títulos los obtuvo con Arvydas Sabonis como líder del equipo. De esa constatación surgieron las comprometedoras manifestaciones de Messina poco antes de la Copa del Rey en el Foro Ferrándiz del diario As: "Vosotros sois los que debéis cambiar de mentalidad si queréis volver a ser grandes. No estoy obligado a ganar títulos, solo a competir".
No es el primer entrenador prestigioso que llega a uno de los grandes clubes españoles con ascendente futbolístico y se estrella con una realidad ajena a los parámetros de los clubes específicamente de baloncesto. Eso mismo le sucedió a Boza Maljkovic en el Barça (1990-92), tras su triunfal periplo en el Jugoplastica, o a Dusko Ivanovic, que se estrelló también en el Barça (2005-2008), e incluso a George Karl, en el Madrid, en dos etapas (1989-90 y 1991-92).
Messina se ha dado de bruces con un club cuya estructura en el baloncesto deja que desear, escasa y carente de peso específico. Al hombre que le fichó, a su valedor, al ejecutivo junto al que urdía sus planes de presente y de futuro, Antonio Maceiras, lo despacharon un año después de que aterrizara en Madrid. Entonces tomó mando en plaza Juan Carlos Sánchez, con un perfil que responde más al de directivo que al de ejecutivo. Sus desencuentros fueron decisivos en el desenlace del divorcio consumado el viernes, tras perder contra el Siena. Fue la gota que hizo colmar el vaso de la paciencia de Messina. No estaba muy a gusto con la realidad de una sección que parece importar poco en el día a día del club. El entrenador, muy erosionado por las críticas de un sector de la prensa, mantenía escasa interlocución con el presidente del club, Florentino Pérez. Los jugadores, además, de manera implícita, le transmitieron la idea de que, tras alcanzar la final de Copa, el segundo puesto en Liga y la clasificación para cuartos de la Euroliga, ya no podían ir mucho más allá en su exigencia. Así se comprende mejor que se viniera abajo.
El italiano, de 51 años, fue fichado por el Madrid como un mesías y, un año y medio después, se encontraba frente a un punto sin solución de continuidad. Cuando llegó al club, se encontró con una plantilla sobre la que podía edificar con escasos mimbres, con Sergio Llull, a corto plazo, y con Mirotic, a medio. Felipe Reyes se consideraba un buen jugador, nunca un puntal. Llegar como un mesías supuso una presión añadida para Messina. Se cometieron errores, como el fichaje de Garbajosa. También sigue pagándose a algunos descartes, caso de Papadopoulos y Hervelle. Se estimaba que al equipo solo le faltaban un par de masters pieces, como se dice en el argot de la NBA, para que cuajara el proyecto de Messina. En su día se intentó sin éxito la opción de Rudy Fernández, y Ricky Rubio prefirió irse al Barcelona. "No hay Sabonis en el mercado", constatan en el club.
El técnico italiano admite que al Barcelona le salieron bien los fichajes de dos jugadores que él podía haber atraído para el Madrid, como Morris y Lorbek, expupilos suyos en el CSKA. A partir de ahí, está convencido de que su labor de reconstrucción de la plantilla está encauzada. Pero los críticos con la actual gestión, consideran que no se ha logrado hacer proyecto. "Solo se piensa en salvar temporadas, en ¿cómo fichamos para ganar este año?", acusa un buen conocedor de la casa. Eso, tras el fiasco del fichaje de Messina, al que algunos consideraron por momentos el Messi de los banquillos de baloncesto, no deja de ser un más de lo mismo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.