Los detalles se alían con el Athletic
Un gol en propia puerta de Fazio y un penalti marcado por Iraola tumban al Sevilla
Caparrós había predicho un partido muy parecido al del Valencia. Es decir, con opciones y capacidad para conseguir una victoria imprescindible tras cuatro derrotas consecutivas. Puede que el encuentro ante el Sevilla tuviera algunas similitudes con aquel, pero también abundaron las diferencias. El gol en propia puerta de Fazio, el nutrido reguero de lesionados que dejó el choque y el triunfo de los rojiblancos, que se colocaron quintos en la clasificación, marcaron distancias.
Así las cosas, el viento empezó a soplar de otro lado para el Athletic y el Sevilla. El primero logró mantener sus posibilidades al dejar de deslizarse por la pendiente y los de Manzano se dieron de bruces con el infortunio, la indecisión y cierta escasez de ideas en momentos clave.
Athletic 2 - Sevilla 0
Athletic Club: Iraizoz; Iraola, San José, Ekiza, Koikili; David López (Orbaiz, min.80), Gurpegui, Javi Martínez, Muniain (Gabilondo, min.83); Toquero (De Marcos, min.46) y Llorente.
Sevilla FC: Javi Varas; Cáceres, Fazio, Escudé, Fernando Navarro; Navas, Medel (Romaric, min.80), Rakitic, Perotti; Luis Fabiano (Capel, min.71) y Negredo (Kanouté, min.16).
Goles: 1-0, min.66: Fazio, en propia puerta. 2-0, min.88: Iraola, de penalti.
Árbitro: Alvarez Izquierdo (comité catalán). Mostró tarjeta al local Gurpegui y a los visitantes Fernando Navarro, Escudé, Perotti y Medel.
Incidencias: Unos 37.000 espectadores en San Mamés. Tarde fresca y terreno de juego en buenas condiciones. Vigésimo séptima jornada de Liga.
Un remate de cabeza de Llorente neutralizado por Varas sacó del sopor a ambos equipos, enquistados en un juego impreciso e intermitente durante toda la primera parte. El Athletic tuvo más ocasiones, empujó con más energía y apenas compartió el balón con el Sevilla, pero no concretó lo suficiente. Un choque en el aire entre Iraola y Negredo dejó lesionados a ambos, aunque el rojiblanco pudo regresar poco después al campo, pero desangelado y carente de electricidad.
Ambos equipos pasaron demasiado tiempo tomándose medidas en la distancia y los temores flotaban en el aire. Javi Martínez tiró de patente, su remate de espaldas con la cabeza, de nuevo de manera infructuosa. A un ritmo lentísimo, Fazio se encargó de aplacar a Toquero y Medel; y Cáceres, a Muniain, demasiado maniatado para sorprender con alguna de sus oportunas invenciones.
Es esas despertó el Sevilla con un latigazo de Navas y el Athletic abandonó su monólogo sin argumento. Rakitic contribuyó a la causa mientras el foco de atención se desviaba al estético duelo entre dos colosos: Llorente y Fazio.
Entre la falta de pulso general destacó el renovado potencial defensivo de los de Manzano, que aguantaron sin contratiempos los constantes ataques bilbaínos. Rakitic y Fabiano trataban de entenderse mejor mientras el esforzado Toquero intentaba batir a Varas con un par de buenos centros.
La excelente labor de Medel en el centro del campo permitió que Kanouté campara a sus anchas en la segunda parte. Manzano había reclamado días atrás algo más de suerte que en los choques ante el Atlético y el Racing, pero sus ruegos cayeron en saco roto. Fazio marcó en propia puerta y puso de cara el partido a los de Caparrós. Varios de los insistentes e infructuosos tiros a puerta de Kanouté no traspasaron la meta bilbaína también por falta de fortuna. El empate se le resistía y la fórmula para lograrlo no acababa de aparecer.
El Sevilla jugó la segunda parte con más atrevimiento, justamente lo contrario que el Athletic, que se replegó a ejercer de mero observador un buen rato.
La lesión de Luis Fabiano en una rodilla ?las primeras informaciones apuntaban a una posible rotura de ligamentos? puso aún más cuesta arriba el objetivo del Sevilla, que, sin embargo, tuvo en Kanouté y Perotti grandes bazas y echó en falta los detalles alegres de Rakitic.
En un final apretadísimo, el árbitro pitó un penalti a favor del Athletic por una entrada de Escudé a De Marcos que Iraola supo traducir en el gol de la tranquilidad pese a que el Sevilla, que a esas alturas estaba ya muy tocado a todos los niveles, trató de sacar la cabeza y aprovecharse de la falta de visceralidad que dejó la ausencia de Toquero y la neutralidad de Gurpegui en las filas rojiblancas. La gran actuación de Iraizoz enmascaró la inseguridad defensiva de los bilbaínos, que al menos contuvieron su facilidad para conceder goles. San Mamés vio poco brillo y muchas oportunidades desperdiciadas.
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