Los mareos de Schumacher
El heptacampeón alemán sufre un problema de vértigo cuando se sube al simulador de Mercedes, que invertirá en su desarrollo
Falta menos de un mes y medio para que el Mundial de fórmula 1 eche a correr en Bahréin, el próximo 13 de marzo, y las escuderías ya hace semanas que trabajan a contrarreloj en las fábricas, buscando soluciones que incorporar a sus monoplazas para arañarle alguna décima al cronómetro. La dinámica es muy sencilla: una vez diseñada la pieza se realiza una simulación, por ordenador. De pasar la prueba, se fabrica a escala y se experimenta con ella en el túnel de viento. Para terminar, ya en última instancia, se construye a tamaño real y se incorpora al monoplaza para constatar si toda la información previa recabada se confirma sobre la pista. El problema, de un tiempo a esta parte, es que la Federación Internacional del Automóvil ha limitado de forma drástica las jornadas de ensayos para poner el freno al despilfarro presupuestario, y eso ha obligado a las estructuras más poderosas a invertir en simuladores cada vez más reales, para tratar de ganar tiempo y minimizar el riesgo de meter la pata en el desarrollo del coche.
Los prototipos de 2011 han realizado el primer entrenamiento oficial, en el circuito de Cheste. En total solo tendrán 15 jornadas, repartidas entre Valencia, Jerez, Montmeló y Bahrein para verificar los datos, decantarse por unas piezas y descartar otras, circunstancia que ha pasado factura a la mayoría de pilotos pero, en especial, a Michael Schumacher. El alemán arrastra un problema de vértigo cuando se sube al simulador, una herramienta que últimamente ha ganado mucho peso específico en la puesta a punto de los corredores. "Es algo muy común en la gente, y no importa que seas piloto o no. Es como cuando uno se sube a un barco que tiene echada el ancla. Tiene muchas más posibilidades de marearse que si está en marcha", explica Xavier Mir, jefe de la unidad de traumatología del Instituto Dexeus.
Aunque muchos quieran creer que los 42 años que cumplió el pasado tres de enero le están pasando factura, lo cierto es que esa dolencia no es nueva para el Kaiser. "Ya lo tuve cuando me subí al primer simulador de Ferrari; no tiene nada que ver con la edad. De hecho, hay muchos pilotos que lo sufren", se defendía Schumacher el lunes pasado en el Daily Telegraph.
Durante el pasado año, el de su regreso después de tres años de retiro, el heptacampeón se ha pasado muchas menos horas metido en el simulador que su compañero de equipo, Nico Rosberg, que no tiene ningún problema cuando se sube él. Por más argumentos que aporte el veterano piloto, los números que registró el curso pasado quedaron muy lejos de los de su vecino de taller. Rosberg terminó el Mundial el séptimo y consiguió tres podios, mientras que Schumacher concluyó el noveno y nunca pisó el cajón. "Por lo que sé, hay otros equipos punteros que disponen un simulador y lo usan muy poco. Solo McLaren y algún otro le sacan realmente partido", opina el bávaro.
"El simulador no es más que una de las herramientas que los pilotos emplean para prepararse. El problema que tiene Michael no ha afectado negativamente a su rendimiento ni le ha penalizado respecto a su compañero", se desmarcaba Mercedes la semana pasada. Por si las moscas, la marca de la estrella ya ha anunciado que tiene previsto invertir una gran cantidad de dinero en evolucionar el simulador que posee en su cuartel general, en Brackley, Gran Bretaña.
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