Iniesta es de oro
El Barcelona se adueña una vez más del balón y golea con facilidad al Deportivo con un gran repertorio de juego ofensivo
A la espera de que alguien valide un antídoto contra el paradigma del Barcelona, los partidos se suceden bajo idéntico guión: la pelota es azulgrana y los demás corren tras ella. Como además se ha dado por cierto que no es posible jugarle a los hombres de Guardiola con sus mismas armas, la estrategia consiste en esperar atrás, prietas las líneas, abrir el paraguas y aguardar a que el chaparrón no se cuele por las inevitables rendijas que dejan once hombres sobre el césped.
Es más que factible que las variaciones sobre el libreto previsto resulten inocuas. Lotina trató de sorprender y abandonó su exitosa defensa de tres centrales. Buscaba alejar a la línea zaguera de Aranzubia y encimar a los arquitectos del juego barcelonista. Teorías de pizarra que se desmontan ante cualquier buen futbolista. Y a Guardiola le sobran. Renunció a Dani Alves, Busquets y Xavi. Jamás dio la sensación de que los echara de menos.
Deportivo 0 - Barcelona 4
Deportivo: Aranzubia; Laure, Lopo, Colotto, Manuel Pablo; Rubén Pérez, Antonio Tomás; Saúl (Valerón m. 54), Juan Domínguez (Pablo Álvarez, m. 78), Desmarets (Rindaroy, m. 70); y Adrián. No utilizados: Manu; Aythami, Rochela y Lassad.
Barcelona: Valdés; Adriano, Piqué, Puyol, Abidal; Iniesta (Thiago, m. 81), Mascherano, Keita; Pedro (Afellay, m. 81), Messi y Villa (Bojan, m. 69). No utilizados: Pinto; Dani Alves, Busquets y Xavi.
Goles: 0-1. M. 26. Villa. 0-2. M. 51. Messi. 0-3. M. 78. Iniesta. 0-4. M. 80. Pedro.
Árbitro: Delgado Ferreiro. Amonestó a Rubén Pérez.
Unos 34.000 espectadores en Riazor. Efectuó el saque de honor Luis Suárez, ex jugador de ambos equipos y único español Balón de Oro.
Sin prisa, nada apurado, el Barcelona tejió fútbol en torno a la maraña deportivista, tocó y en el toque encontró la manera de que el Deportivo reculara. Le faltó codicia al equipo de Lotina para apretar en el mediocampo, también malicia, nada inesperado en el equipo que lidera la clasificación del juego limpio. No mordió el Dépor, generoso en el trabajo, pero sin guía. En ese plácido escenario, y sin Xavi a su vera, Iniesta dio un paso adelante y tomó las riendas. Tanto él como Messi pusieron los galones que se suponen a dos de los tres invitados de la gala de entrega del Balón de Oro el lunes en Zúrich. Siempre atento a moverse por el frente del ataque, el argentino prendió la luz primero con un pase que encontró a Villa y que abrió el marcador y después con un libre directo que colocó en la escuadra. En el primero no quedó muy claro si valió más el pase o el desmarque del goleador asturiano, que salió como una centella tras la espalda de los dos centrales para definir ante Aranzubia. Con el segundo no quedaron dudas: Messi es un iluminado.
Nada cambió tras los goles. Tampoco tenía porque hacerlo. Mentalizado para la brega, siempre alejado de la pelota, el Depor apenas se acercó a Valdés, que se fue sin tocar bola. Cuando lo consiguió fue a base de empellones y sin dinamita. El gol pasó de largo ante Adrián, delantero en presunto estado de gracia, en la primera parte con el marcador a cero tras una porfía de Juan Domínguez que le dejó en posición ventajosa. Siempre estuvo solo y con un erial tras sí el punta blanquiazul, al que Lotina acabó por procurar compañía con Valerón, reclamado por la afición local en el tiempo de descanso. Para entonces el Barcelona ya iba dos arriba.
Riazor se entrega con gusto al genio grancanario, que siempre deja algún retazo que entronca con un pasado glorioso y no tan lejano. Su suplencia genera un cierto debate que en partidos como el de ayer debería de quedar desactivado por la evidencia. En un equipo diseñado para el esfuerzo y el achique, que contaba con no tener la pelota, la aportación de Valerón es discutible. Lotina le dio vuelo cuando el rondo del Barcelona ya no era tan incisivo, pero su aportación fue irrelevante.
Le sobraron cuarenta minutos al equipo de Guardiola, también al partido. Es lo que tiene la excelencia, que a veces se convierte en soporífera. Con todo, hubo coda final para mostrar la amplitud del repertorio de Iniesta, el mismo del que se arrojan dudas sobre su capacidad de remate desde larga distancia y que clavó en la red un remate desde la frontal antes de dejar el césped entre vítores propios y ajenos. En el palco le observaba Luis Suárez, justo cincuenta años después de levantar el único Balón de Oro logrado por un futbolista español. Ahora ya tiene compañía.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.