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LIGA | ZARAGOZA 0 - BARCELONA 2

Leo Messi no tiene corchetes

El delantero azulgrana se desmarca del asfixiante planteamiento defensivo del Zaragoza, que jugó medio partido con uno menos por la expulsión de Ponzio, para reactivar al Barça

Cayó en su propia trampa. Al Zaragoza, que echó el ancla de buenas a primeras y amontonó efectivos en su propia área para rehusar el balón, le martirizaron las únicas situaciones del partido que no predijo. Un contragolpe del Barça; una locura sinsentido del siempre acelerado Ponzio. Pero al Zaragoza, sobre todo, le devoró Messi. Porque Leo, ya juegue de extremo, falso ariete o media punta, no tiene quién le detenga. Define La Pulga y el Barça saca resultados a domicilio, liberado un pelo de las ataduras que se le exigen por decreto, sin hueco para el error porque todo lo pasado ya se ganó.

Gay atendió al partido como una batalla de maduración y desgaste. Todos abrochados en la retaguardia y encomendados a la inspiración divina de arriba. Alineó el Zaragoza a tres centrales y a otros dos medio centros defensivos para desdibujar el juego interior del Barça, siempre incisivo en las combinaciones a uno o dos toques. Todo para congestionar la medular, para anular el pie de Iniesta y las arrancadas de Messi en diagonal o desde la segunda línea. Palabras mayores.

ZARAGOZA 0 - BARCELONA 2

Zaragoza: Doblas; Diogo, Jarosik, Lanzaro, Contini (Jorge López, min.61), Obradovic; Gabi, Ponzio, Ander Herrera (Marco Pérez, min.61); Braulio y Lafita (Boutahar, min.76).

Barcelona: Valdés; Puyol, Piqué, Abidal; Alves, Busquets (Mascherano, min.87), Keita, Messi; Pedro (Bojan, min.73), Villa e Iniesta (Thiago, min.71).

Goles: 0-1. min.42. Messi; 0-2. min.66. Messi.

Árbitro: Pérez Lasa, del Comité Vasco. Expulsó, con tarjeta roja directa al zaragocista Ponzio (min.47) y al segundo entrenador, Nayim (min.85). Amonestó con tarjeta amarilla a los locales Lanzaro, Gabi, Lafita, Braulio y Ponzio y al visitante Piqué.

26.000 espectadores en La Romareda.

espectadores.

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La idea del Zaragoza, inspirado por la propuesta del Inter del curso anterior, era calcar al Hércules -que venció en el Camp Nou en la segunda jornada-, y desentenderse del balón para frenar al adversario. Guardiola, como hiciera Rijkaard en el mismo césped, tiró del manual cruyffista y puso en práctica el 3-4-3. Alves para arriba, Messi como media punta y Pedro e Iniesta como extremos abiertos. Abigarrada la avenida central, se reclamaba extender las alas. A pesar de los riesgos.

La sumisión del Zaragoza era, en parte, una tapadera. Si bien concedía todo el campo para anudarse alrededor de Doblas, cuando agarraba el cuero salía como un descosido a la contra, con los movimientos en diagonal del delantero y las generosas galopadas de los interiores por los carriles. En una de esas, Braulio se plantó ante Valdés, pero remató con el tobillo. Se acabó la historia blanquilla. Entre otras cosas, porque Guardiola, tan inconformista como intervencionista, se rebeló al planteamiento adversario.

Poco le importó que si dejaba la táctica como estaba, el Zaragoza no le deterioraría físicamente porque apenas le haría correr. Pero, fiel a su idea de atacar, Guardiola adelantó las piezas, dejó una línea defensiva de tres -eficaz gracias a las correcciones de Piqué y Abidal- y recolocó a Pedro e Iniesta sobre la línea de cal. Pretendía ensanchar el campo para desequilibrar el juego de ayudas y coberturas que ejecutaba el Zaragoza por dentro. Pero algo chirriaba.

Sin demasiada fluidez en la circulación, Pedro no dio profundidad, al tiempo que Iniesta extrañamente no brilló por su uno contra uno. Se notó, en cualquier caso, la ausencia de Xavi, el jugador que otorga verticalidad al Barça, más allá de los zigzagueos de Messi. Pero Leo, que bien podía haber roto por el costado porque allí se daban siempre retos individuales, jugó de enganche, por detrás de Villa. Y carburó.

Cuando el Zaragoza se relamía con su hibernación, llegó la pifia inesperada de Ander Herrera, que se saltó el guión al conducir el balón por el eje. Keita se lo robó y asistió a Villa, que se marcó un eslalon delicioso: descontó a tres rivales y originó un hueco para Messi, que acompañaba la jugada de cerca. La Pulga, como casi siempre, no falló. Un gol para el Barça y dinamita para el Zaragoza, sin más plan que el trazado. Menos ayudó la absurda expulsión a mitad encuentro de Ponzio, que sacó a pasear su mano para darle un capón a Alves.

Guardiola, entonces, reculó, volvió al dibujo de siempre, y adormiló el encuentro. Entre otras cosas, porque Villa sigue sin puntería y porque el Barça se hace el remolón a la hora de matar los partidos. A no ser que Messi agarre la pelota dentro del área. Otra diana del 10, que recogió un rechace de Jarosik a tiro de Iniesta y la clavó en la red de Doblas. La Pulga se desprende de cuantos corchetes le ensamblen.

Messi celebra uno de sus goles ante el Zaragoza.
Messi celebra uno de sus goles ante el Zaragoza.AFP
Leo Messi marca 2 goles y se desmarca del asfixiante planteamiento defensivo del Zaragoza, que jugó medio partido con uno menos por la expulsión de Ponzio. <strong><a href="http://www.elpais.com/buscar/liga-bbva/videos">Vídeos de la Liga BBVA</a></strong>

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