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El triunfo de la perseverancia

El francés Mathieu Valbuena, uno de los más bajos del Mundial, ha pasado de jugar en aficionados a disputar un Mundial en apenas cuatro años

Jugar un Mundial es el sueño de todo futbolista. Para algunos, esa ilusión está cerca y saben que llegará. Para otros, sin embargo, es poco menos que una utopía. El francés Mathieu Valbuena (Bruges, Francia; 1984) pertenece a ese segundo grupo: hace apenas cuatro años, este jugador militaba en clubes aficionados.

Los contratiempos en el mundo del deporte comenzaron para Valbuena cuando el centro de formación del Burdeos lo rechazó por su baja estatura (mide 1,67). En 2003, 'Le petit' [el pequeño] tuvo que conformarse con jugar al fútbol en las filas del Langon-Castets, un equipo de la Quinta División del fútbol francés. De ahí pasó al Libourne, de Tercera, y en 2006 el Olympique de Marsella se fijó en él. Los comienzos nunca fueron fáciles, y los de Valbuena en el equipo marsellés no resultaron una excepción; apenas jugó y las lesiones no le respetaron. Todo comenzó a cambiar cuando el belga Eric Gerets llegó al banquillo. Valbuena comenzó a crecer y a disponer de más minutos en la Liga. Llegó, incluso, a debutar en la Champions. Cuando Didier Deschamps se hizo cargo del Olympique, el delantero volvió a ser suplente. Pero las lesiones que asolaron al equipo le dieron una nueva oportunidad que ya no desaprovechó. "Lo he pasado mal, pero he aguantado", dijo al enterarse de que estaba en la lista de los 23 elegidos que disputarían el Mundial. Fue una sorpresa relativa en la lista del seleccionador, Raymond Domenech, pero no la única. De hecho, prácticamente todos los delanteros de la selección francesa suscitan dudas entre la hinchada.

El barcelonista Henry, sin ir más lejos, ha terminado la temporada con unos números irrisorios: ha marcado cuatro tantos entre la Liga, la Copa y la Champions. En el debut de Francia en el Mundial, frente a Uruguay, ni siquiera fue titular. A otro de los delanteros, Nicolas Anelka, el fútbol le ha dado una segunda oportunidad. Explotó a los 17 años en el Arsenal inglés y estuvo a punto de ser convocado para el Mundial que Francia organizó y ganó en 1998. También se quedó fuera de los dos siguientes. A pesar de su gran calidad, su trayectoria ha sido errática. En 1999, se convirtió en uno de los fichajes más caros de la historia del Madrid. Aquella temporada ganó la Liga de Campeones, pero su rendimiento fue decepcionante. Durante los siguientes años deambuló por toda Europa -Francia (París Saint Germain), Turquía (Fenerbahçe) e Inglaterra (Liverpool, Manchester City y Bolton)-, hasta que a principios de 2008 recaló en las filas del todopoderoso Chelsea, de nuevo en la brecha y puntual a la cita con el gol. Anelka, en cualquier caso, ha marcado 14 dianas en sus 68 partidos con la selección francesa, con los que es un fijo desde 2007. El pasado viernes, a los 30 años, jugó por primera vez en un Mundial. No marcó.

El otro delantero de Francia es Djibril Cissé, que estaba llamado a ser uno de los mejores arietes europeos de la década. Pero dos graves lesiones -doble fractura de tibia y peroné en la pierna izquierda y la misma lesión en la derecha- truncaron su progresión. Llegó a fichar por el prometedor Liverpool de Rafa Benítez. Después transitó por varios clubes menores hasta llegar al Panathinaikos, en el que ha militado esta temporada y con el que ha sido pichichi de la liga griega. Cissé ha jugado 39 partidos con Francia y ha anotado 9 goles. Estuvo en el Mundial de 2002, al que los Bleus llegaban como campeones y del que se marcharon a las primeras de cambio sin ver puerta ni una vez. Valbuena, por si acaso y con el permiso del también ariete Gignac (Toulouse), espera su oportunidad desde el banquillo.

Mathieu Valbuena, en el centro, durante un entrenamiento de Francia en Sudáfrica.
Mathieu Valbuena, en el centro, durante un entrenamiento de Francia en Sudáfrica.AFP

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