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Exótico ski cross

El suizo Schmid gana la modalidad debutante con minicámaras en los cascos y el jamaicano Kerr es noveno

El mismo día que Miller tocó el cielo en el esquí clásico, debutó el ski cross, la última modalidad del esquí libre. La espectacularidad de la competición en grupos de cuatro en una pista similar a la del snowboard. Savia nueva para los Juegos, aunque los tradicionales sigan escandalizándose. Ganó el gran favorito, el suizo Michael Schmid, pero en un ejemplo del exotismo de las nuevas pruebas, el mulato jamaicano Errol Kerr logró ser noveno, un hito para el país caribeño de Usain Bolt y Asafa Powell. Era 31º en el ranking mundial.

Se disputa en un recorrido de 1.114 metros que podría ser similar al de motocross, con baches, saltos, virajes y....choques a partir de la primera manga, única que hacen los participantes en solitario para clasificar los los 32 mejores tiempos. Después, en grupos de cuatro, se enfrentan por un sistema de copa, octavos de final, cuartos y semifinales, en las que van pasando los dos primeros de cada tanda. Hay una pequeña final, del quinto al octavo puesto, y la final. Los ganadores en cada serie, los más rápidos, llevan los dorsales rojos y los siguientes, verde, azul y amarillo. Todo para favorecer la identificación y la espectacularidad. Hasta la mayoría lleva minicámaras en los cascos para grabar las carreras. No hay monotonía individual como en el esquí clásico. En cada llegada se sabe quién ha sido el mejor

En el ski cross incluso se han refugiado "traidores", antiguos esquiadores que bien pasada la treintena, buscan la diversión y unos buenos dividendos. Aunque la cuota de peligrosidad la sigan pagando. El más famoso, uno de los estadounidenses, Dahn Rahlves, campeón del mundo de supergigante en 2001, sólo fue ayer 28º . Precisamente el trazado de ski cross se parecería a uno de supergigante, pero con muchos más saltos. Rahlves tiene ya 36 años y además se había dañado ya una cadera en una caída durante los últimos X Games, los Juegos Extremos que acogen a todas las modalidades modernas. El ski cross nació en ellos a finales de los años 90. Fue añadido al circuito de las Copas del Mundo en 2004 y ayer se bautizó olímpicamente.

Pero el ganador del primer oro olímpico fue un especialista directo del ski cross. El potentísimo suizo Michael Schmid, que ya era el gran favorito. Aparte de su calidad como esquiador, y su rapidez (ya hizo el mejor tiempo inicial) sus 1,93 metros y 96 kilos le convierten en una roca para resistir las más difíciles situaciones, choques, codazos y empujones. Todo a más de 80 kilómetros por hora.

Schmid se impuso en la final al austriaco Andreas Matt y al noruego Aundun Groenvold, que desplazaron del podio al otro favorito, el canadiense Chris Delbosco, que tiene tras él una historia tremenda, recuperado de las drogas y de una rotura de cuello. Ayer, en la final, cuando era bronce claro, sufrió una caída espectacular que se vio con su propia minicámara. Se desequilibró en un salto para tomar una curva a derechas y regaló la medalla a Groenvold.

Los cuatro eran los mejores y lo demostraron. Todos de países contrastados en el esquí clásico, donde hubiese sido imposible un noveno puesto de un jamaicano. Sólo en deportes jóvenes, en los que los años de experiencia y técnica son menos importantes

Kerr nació en Nueva York de padre jamaicano y madre estadounidense. Tiene la doble nacionalidad, pero decidió en 2008 representar a Jamaica en homenaje a su padre, que falleció cuando él tenía 14 años. Con 23, y también mucha potencia para (1,75 metros y 95 kilos), ha conseguido la mejor clasificación invernal para su país, bien seria en comparación con los graciosos y mediáticos compatriotas del bobsleigh, los "Cool Runnings", que esta vez ni han conseguido plaza olímpica.

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