Ejercicio de supervivencia del Depor
El Málaga, incapaz ante un rival que terminó con Pablo Álvarez y Lotina expulsados
La competición no deja de exigirle al Deportivo ejercicios de supervivencia. Ayer obtuvo un trabajado empate tras jugar casi una hora en inferioridad numérica tras una rigurosa expulsión a Pablo Álvarez , una decisión que ejemplifica el dislate en el que se ha instalado el arbitraje porque el extremo deportivista se fue a la caseta por simular un penalti que pareció serlo cuando un minuto antes le había puesto la bota en la cara a Stepanov. Se pueden discutir e incluso disculpar los errores de apreciación, pero menos defendibles son los conceptuales y por lo visto Mateu Lahoz, un buen árbitro en mal momento, penaliza más el engaño que la violencia.
La jugada marcó un punto e inflexión en un partido que controlaba el Deportivo y encendió a Lotina, que en el descanso se plantó en los dominios del árbitro y le cantó las cuarenta. "Le dije cosas que le harán bien en el futuro", explicó luego el técnico. Pero se ve que el árbitro no entendió su tono didáctico porque tras escucharle llamó al delegado deportivista y le comunicó que Lotina no podía sentarse en el banquillo durante la segunda parte.
MÁLAGA 0 - DEPORTIVO 0
Málaga: Munúa; Manolo, Stepanov, Iván González, Mtiliga; Javi López (Obinna, m. 46), Toribio (Nacho, m. 81), Duda (Adriano, m. 71), Fernando; Benachour (Baha, m. 58) y Caicedo.
Deportivo: Aranzubía; Laure, Colotto, Lopo, Manuel Pablo; Juan Rodríguez, Juca, Pablo Alvarez (Cristian, m. 81), Antonio Tomás; Adrián (Iván Pérez, m. 60) y Bodipo (Riki, m. 76).
Árbitro: Mateu Lahoz (Comité Valenciano). Expulsó, por doble amonestación a Pablo Alvarez (m.34 y m.38), y al técnico Miguel Angel Lotina (m.46), y mostró tarjeta amarilla a Benachour (m.39), Toribio (m.78) y a Caicedo (m.90), del Málaga, y a los del Deportivo Manuel Pablo (m.24), Antonio Tomás (m.28), Pablo Alvarez (m.34 y m.38).
La Rosaleda. 25.000 espectadores.
El desajuste numérico viró el partido de tostón a tostonazo porque el Depor adoptó un aire contemporizador e italianizado. Se echó atrás y cerró el partido sin conceder opciones al Málaga, que sólo llegó a Aranzubía con un disparo sin ángulo de Duda que se fue al palo cuando el portero tapaba el marco. Pero ni antes ni después de la expulsión se atisbó el buen nivel que había mostrado el equipo de Muñiz en semanas precedentes, atascado, sin más alternativas que buscar a Caicedo con balones frontales. Semeja útil para su equipo el trabajo del delantero ecuatoriano, potente, corajudo y con movimientos interesantes, pero sus compañeros se empecinaron en utilizarlo como pivot. Primero estuvo solo y después, cuando Muñiz entendió que el rival sólo estaba por achicar, le rodeó de compañeros, nunca de ideas.
Le faltó entidad al Málaga, incapaz de maniobrar en la frontal y encontrar el último pase, y le sobró oficio al Deportivo, que sabe lo que es y de ahí parte su éxito. Equipo esforzado, conocedor de sus limitaciones, entiende que es ante equipos como el de Muñiz donde tiene que imponer su madurez. No anda sobrado de calidad y es prisionero de la inhibición de algunos de sus delanteros, que baten plusmarcas de improductividad, pero al Deportivo le llega para imponerse entre la mediocridad generalizada de la clase media de la que en tiempos llamaron Liga de las estrellas. Ayer salió a jugar en campo contrario y lo consiguió.
Ajustó Lotina la zaga con un cambio de flanco en los laterales que entronca con la lógica porque llevar a Manuel Pablo a la izquierda era algo así como desvestir un santo para despojar a todos. Y es a partir de la solidez atrás como el Depor ha conseguido soñar durante los últimos meses con lo que el fútbol le niega. Pudo marcar en un golpe de fortuna, una pifia de Iván González, que erró un despeje y lo envió a su propia portería. Stepanov salvó al Málaga sobre la línea de gol. Replicó Benachour con un disparo lejano que sacó Aranzubía, pero no hubo continuidad.
El partido se cayó y más tras la expulsión de Pablo Álvarez. El Deportivo interpretó la nueva situación como una invitación a olvidar la codicia, se ordenó en torno a Antonio Tomás, que emerge como mediocentro de estimable entidad, y esperó buenas noticias a partir de las acciones de estrategia o algún contragolpe que fue incapaz de armar mientras Adrián y Bodipo estuvieron sobre el césped. Sólo al final, Riki se bastó para sembrar el pánico en la zaga malacitana con dos incursiones que sirvieron para que los locales comprendieran que el empate en el fondo era un mal menor.
Ahogado en su propia incapacidad, el Málaga acabó el partido defendiéndose, pero ahora, con el paso de las horas, puede mirar a la estadística y presumir de que en la Liga sólo ha perdido un partido de los doce últimos que ha disputado. Fue ante el Madrid, la tarde en la que CR9 le rompió la nariz a Mtiliga, que ayer reapareció enmascarado.
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