El Celta deja vivo al Atlético
El equipo vigués baila a su rival, que milagrosamente saca un empate que no mereció
Es el del Atlético un fútbol en estado puro, dice Simao. No le falta razón. Lo que no revela el portugués es si es puro por inocente, por primitivo o por salvaje. O por las tres cosas a la vez. Se supone que este torneo, la Copa, le gusta al Atlético, a sus aficionados, ativos, a su técnico. Que mde 40.000, imaginan una final, ¡una final!, que ya es imaginación, contra el Sevilla, dos grandes cara a cara, ¿dos grandes?... Uno y medio quizá. Y el uno vive en el Sánchez Pizjuán. Jugó el Atlético contra el Celta o, para ser más sinceros, jugó el Celta contra el Atlético. Contra él y con él. Le dio un repaso de principio a fin, de un área a otra, el segunda golpeando al grande, o no tan grande, a ese equipo que ha acumulado tres triunfos consecutivos pero que no se encuentra, que no sabe si va o viene, que es capaz de sobrevivir porque su portería, en la Copa, la protege un chico de 19 años que se apellida De Gea y que anoche opositó de nuevo y consiguió el doctorado; aún más, logró incluso evitar el despido del Atlético, masacrado como fue por un Celta valiente, rápido, que enseñó un fútbol... en estado puro. Esto es: ni inocente, ni primitivo, ni salvaje.
Atlético 1 - Celta 1
Atlético de Madrid: De Gea; Ujfalusi, Perea, Domínguez, Pernía (Valera, m. 52); Tiago, Raúl García (Camacho, m. 64); Reyes, Jurado, Simao (Forlán, m. 46); ''Kun'' Agüero.
Celta de Vigo: Joel; Vasco Fernandes, Noguerol, Túñez, Lago; Michu (López Garay,m. 67), Jonathan Vila (Bustos, m. 74), Trasshorras; Dani Abalo, Iago Aspas, Bhotelo (Joselu, m. 81).
Goles: 0-1, m. 2: Trasshorras bate por bajo a De Gea tras un pase de tacón de Iago Aspas. 1-1, m. 11: Tiago, de cabeza tras un saque de esquina de Reyes.
Árbitro: Undiano Mallenco (C. Navarro). Amonestó a los locales Raúl García (m. 27), Reyes (m. 47), Perea (m. 52), Ujfalusi (m. 62) y Tiago (m. 85) y al visitante Jonathan Vila (m. 32).
Incidencias: partido de ida de los cuartos de final de la Copa del Rey, disputado en el estadio Vicente Calderón ante unos 45.000 espectadores.
A los cuarenta segundos Raúl García cometió un penalti sobre Michu que el árbitro, Undiano, el más afamado de los que pululan por España, no vio. Mal rollo para el Celta, debió ser aquello. Porque salió a matar el equipo de Eusebio. Tanto fue así que a los tres minutos dio inicio al baile. Maestro de ceremonias fue Iago Aspas, que se vio a unos metros del área y que imaginó un el área y que imaginó un taconazo de lujo en semejante aconazo de lujo en semejante escenario. No contento con ello, con imaginarlo, lo ejecutó. Y a su derecha mandó el balón, a la llegada de Trashorras, un chico éste que no hizo patria ni en el Barça ni en el Madrid, y que en el Celta disfruta de su condición de capitán general. Disparó Trashorras y no llegó De Gea. Fue gol, fue un golazo. Nada pasaba, se suponía, siendo el Atlético un equipo al que se le da bien lo de la ruleta rusa. Nada había pasado hasta entonces y ya tenía el grupo de Quique el Himalaya ante sí. Sin Forlán andaba el equipo, protegido por aquello de cuidar sus males físicos. Pero ocurrió lo inimaginable, un córner que sacó Reyes y que cabeceó a gol Tiago, el recién llegado, un chico, el portugués, que en 41 partidos disputados con el Juventus sólo había marcado un gol. Otro marcó ayer. Y van dos. Y no se quedó en eso, siendo como fue, más allá del portero De Gea, el mejor del Atlético con diferencia.
Porque el partido del Atlético fue un fiasco. Un fiasco por la ilusión que, más allá del fútbol ejecutado, había despertado el equipo. Por esos tres triunfos que enganchó de forma consecutiva, brillante el de Valladolid, heroico el del Recre y sufrido el del Sporting. Un fiasco porque éste, se supone, era el torneo del equipo. Y quizá lo siga siendo, quedando en el horizonte, como queda, un partido de vuelta. En el que el Atlético podrá sorprender, sin duda, pero nunca si hace lo que hizo anoche. Que es reducirse a la mínima expresión, nada nuevo tratándose de un equipo al que ha bailado el campeón de Chipre. Ayer lo hizo el Celta, un equipo que vive en Segunda pero que, con Eusebio al mando, hace una descarada apuesta por el fútbol de ataque. Y que ayer mereció sentenciar su paso a las semifinales. Que evitó De Gea, enorme en el tiro de Villa, más enorme todavía en el de Michu, espectacular en el de Aspas.
El chico mantuvo vivo al Atlético en la competición en la que, se supone, tiene puestas todas sus esperanzas. Lo que no tiene puesto, sin embargo, es su fútbol. O no lo puso ayer, al menos. Porque salió Forlán y lo mismo dio. Porque Tiago mostró un criterio y un trato del balón que, por sorprendente, hasta a sus compañeros debió sorprender. Porque, en fin, el miedo que se provoca a sí mismo este equipo en defensa debería ser digno de estudio. El peor Atlético se presentó ayer ante su ilusionada afición y la dejó hecha polvo, nada nuevo bajo el sol, nada extraño en un equipo y un club que ayer soñaban en colores y hoy lo hacen en blanco y negro, con ganas, se supone, de olvidar ésta, la enésima pesadilla, la que ayer vivió a manos de un Celta que pudo matarle, enterrarle incluso. Y que vivo lo dejó.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.