Los nuevos se gradúan
La remodelada selección española de waterpolo consigue la plata tras una prórroga y dos tandas de penaltis en un duro encuentro frente a Serbia
España se quedó sin el oro en waterpolo tras un partido tortuoso y taquicárdico, peleado hasta el último suspiro y seguido de una interminable tanda de penaltis que cerró Aleksic para ver cómo todo su equipo se arrojaba al agua para celebrarlo como mandan los cánones. Ganó Serbia, pero España confirmó su regreso al lugar que ocupan los grandes.
El fichaje de Rafael Aguilar en 2005 fue una decisión acertada. Este entrenador de Terrasa, hombre de perfil bajo, ex jugador internacional, se hizo cargo de la selección con el tacto que caracteriza a los buenos gestores. No rompió con el pasado. Simplemente dejó que todo transcurriera con naturalidad para completar una transición veloz.
La reconstrucción del equipo que dejó Joan Jané después de los Juegos de Atenas 2004 se llevó a efecto con suavidad. La amistad que une a los dos entrenadores facilitó las cosas. Tras ganar el oro en los Mundiales de Fukuoka 2001, Jané agotó su periodo y traspasó el poder a su sucesor. Tras dos años de trabajo con Aguilar, el equipo ganó el bronce en los Mundiales de 2007. Lo alentaba la alta tecnificación de los preparadores y la aparición de talentos como Xavi García y Guillermo Molina. Lo que ocurrió en Roma forma parte de un mismo proceso.
Los que se quejan del tacticismo en el fútbol deberían asistir a una de estas sesiones de pugilato acuático, es decir, de waterpolo. El agua y el volumen de los contendientes amortigua los golpes, pero esto no impide que los gigantes jueguen aturdidos, procurando cumplir las órdenes que les imparten sus técnicos mientras reciben patadas y puñetazos. Los jueces no dan abasto. Sobre todo en los partidos calientes como el de ayer, donde los jugadores pelearon por cada centímetro cúbico de agua. No hubo concesiones.
Serbia abrió el marcador y España respondió gol por gol. Durante media hora el partido se trabó. Sobre todo en las inmediaciones del área serbia, donde la defensa adelantada obligó a los españoles a jugar con dos pivotes para tener circulación de balón. Bajo la dirección de Molina, la figura del equipo, España se mantuvo en tensión. Xavi García no tardó en encontrar una brecha. Con una finta, ajustada encontró el borde del palo. Metió el primero. El segundo y el tercero. Empató a tres y el partido se abrió definitivamente.
Filipovic se ocupó de devolver la ventaja a su selección en una acción por el costado derecho. La defensa española se quedó anclada en el medio de la piscina y el tirador eslavo fulminó a Aguilar con un tiro potente. España empezó a hacer agua. El hundimiento parecía inminente cuando Pijletovic volvió a golear. El 6-4 parecía una losa. Guillermo Molina tuvo la posibilidad de acortar distancias pero su tiro impactó en el palo. Fue la mejor ocasión para devolver a España al partido. No fue así. El cuarto gol de Xavi García tuvo pinta de epitafio. Serbia dominaba la piscina mientras España intentaba encontrar una vía. Un estrecho por donde colar la pelota de goma.
La clave del partido estuvo en el desperdicio de las situaciones de superioridad que hizo España. El equipo de Rafa Aguilar no consiguió aprovechar las expulsiones temporales de los serbios para imponerse. A falta de un minuto para el final, España empezó a mover la pelota pivotando con Iván Pérez. Los extremos se abrieron y los defensas serbios les siguieron. Ahí estaba el estrecho. La distancia también era buena. La línea de ataque española había avanzado unos metros. Entonces la pelota volvió a posarse en la palma de la mano de Xavi García. Estaba caliente. La tenía en su zurda. Era su noche. Estiró el brazo y apuntó al palo con un pequeño efecto. La pelota entró cuando faltaban 11 segundos para el final. Fue el empate: 6-6. Una obra maestra de paciencia y precisión que metió al partido en la prórroga.
Guillermo Molina asumió la responsabilidad de los ejecutores en el arranque del tiempo añadido. Su disparo cruzado desde seis metros adelantó a España. La ventaja supuso un alivio momentáneo para los españoles, desesperados ante la impermeabilidad de Soro. No duró mucho tiempo. Radjean volvió a empatar y el partido se fue a los penaltis. Y hasta una segunda tanda porque cuando un tirador fallaba, o un portero paraba, le respondía el rival. Hasta que falló Mallarach y Aleksic acertó. Y dio la puntilla a España (14-13) que, a pesar de la derrota, vuelve a casa con la buena noticia de haber vuelto a la élite del waterpolo con una selección renovada.
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