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España llega otra vez a la cúspide

La selección de waterpolo elimina a EE UU y disputará contra Serbia una final ocho años después

España derrotó anoche a Estados Unidos por 7-6 y volvió a lo más alto, a la final de unos Mundiales, después de ocho años. Jugará mañana contra Serbia, en el Foro Itálico, en un partido que señalará el término de la larga transición del equipo. Después de quedar quintos en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 y conseguir el bronce en los Mundiales de Melbourne 2007, el equipo ha confirmado su progresión volviendo a frecuentar los caminos de su época dorada.

Desde los Juegos de Atlanta 1996, cuando la generación que lideraron Rollán y Estiarte ganó el oro, las piscinas de waterpolo se han ido llenando de jugadores cada vez más voluminosos. El deporte ha cambiado en el plano físico y el táctico. "Un waterpolista puede llegar a nadar 2.000 metros por partido", dice el seleccionador, Rafael Aguilar, "pero no sólo debe estar preparado para eso. Debe entrenarse para nadar 2.000 metros luchando. Porque cada vez que recibes la pelota te van a poner un brazo de 20 kilos encima. El reglamento permite las cargas. Así que esos 2.000 metros los tendrás que repartir entre una lucha y la siguiente".

El sucesor de Joan Jané en el banquillo se las ha ingeniado para devolver al equipo en la cúspide. El conjunto ha compensado su falta de poderío físico con el desarrollo tecnológico. Al amparo del Centro de Alto Rendimiento de San Cugat, uno de sus puntos de concentración más frecuentes, el cuerpo técnico ha ido perfeccionando sistemas informáticos que le han permitido optimizar los entrenamientos. Para ello ha contado con una serie de cámaras, dentro de la piscina y fuera de ella, que brindan a Aguilar y su ayudante, Antonio Aparicio, la oportunidad de corregir errores posturales de los jugadores. "En este deporte es muy importante la técnica de colocación del cuerpo", dice Aguilar, "tanto para ganar la posición como para aguantar la presión del defensa contrario".

La imposibilidad de correr rápido y la falta de espacios hacen del waterpolo un terreno abonado a la sofisticación táctica. Mandan los defensas. "Hay que adaptarse al rival", dice Aguilar; "no queda más remedio. Nosotros preparamos todas las jugadas. En el sentido de que los jugadores sepan reaccionar de distintas maneras, según lo que hemos entrenado previamente".

El hombre más importante del equipo es el gigantesco Guillermo Molina. Este ceutí de 25 años, afincado en Italia, adonde ha acudido para jugar en el Pro-Recco, es un atacante moderno. Contra Estados Unidos, Aguilar le pidió que asumiera la responsabilidad que le confería su categoría. Así lo hizo. Su gol tras el descanso, después de un periodo de tanteo con un 4-4 en el marcador, puso por delante a los españoles por primera vez.

"Ésta es la misma selección que fue a Pekín con muy pocas variantes", dice Aguilar; "nosotros no hemos cambiado tanto. El núcleo duro del equipo es el mismo". El ejemplo de esta continuidad es el boya de origen cubano Iván Pérez, que tiene 38 años y aún no se ve fuera del agua. Quiere seguir hasta los Juegos de Londres 2012 en esa gruta en la que el pivote se condena a ser continuamente hundido por la defensa contraria. Ayer hizo un partido memorable. Jugó con inteligencia, administró el juego y siempre buscó bien a Molina para que definiera. Fue la pareja perfecta del ceutí. Tras una jugada entre los dos, el atacante metió el 6-5. Fue su tercer gol del partido. Pero todavía quedaba lo más difícil. Aguantar otro gol estadounidense y desempatar en los últimos segundos.

Estados Unidos jugó con el orgullo del subcampeón olímpico. Pero en la última posesión España le metió el gol que le devolvía a una final.

Guillermo Molina y David Martín celebran la victoria en el partido frente a Estados Unidos.
Guillermo Molina y David Martín celebran la victoria en el partido frente a Estados Unidos.EFE

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