Webber lidera la rebelión contra Brawn
El australiano consigue su primer doblete con una remontada brillante secundada por Vettel.- Alonso concluye séptimo
Un solo segundo separaba a Mark Webber, el primer piloto australiano ganador de una pole position desde 1980 (Alan Jones fue el último en lograrlo hace 29 años precisamente en el GP de Alemania ), de Rubens Barrichello cuando conoció la mala noticia que pudo destrozar el sueño de hacer un doblete en Alemania. Una vez más, la salida marcó el devenir de la carrera, aunque en esta ocasión fue un leve contacto lo que resolvió el enigma. El piloto de Red Bull defendió su posición de privilegio a estocadas, asustando al de Brawn GP, menos cargado de combustible, con un volantazo que los comisarios interpretaron como algo peligroso, ilegal, pese a que el brasileño le arrebató la plaza y el liderato. Diez vueltas después, ese sueño se tornó en enfado monumental. Un drive through (paso por la calle de boxes) equivalente a unos 10 segundos sepultaban gran parte de sus opciones. De segundo a octavo, a la espera del milagro que Adrian Newey, su jefe de filas, obró en Nürburgring para catapultarle al podio.
Uno de esos prodigios del circuito alemán creyó ver Hamilton mientras Webber y Barrichello se peleaban a codazos. El británico, quinto, evolucionado y con el KERS de su McLaren rebosante de energía, aceleró a fondo y comenzó una escalada que terminó en la primera variante. La propulsión extra de su monoplaza y su nuevo difusor trasero modificado le llevó en volandas hasta la primera posición, y fue tal la alegría de pensar que su coche comenzaba a rodar como debía que, en la curva, se pasó de largo y se quedó cuarto. No acabó ahí su desazón. Un giro después, envuelto ya en la marabunta de pilotos, pinchó una de sus ruedas traseras. No pretendía el británico repetir la victoria de 2008, pero al menos sí terminar en los puntos.
Ayer tampoco lo consiguió. Sí lo hizo Fernando Alonso, un piloto que, si no le acompaña el caos, inicia cada carrera casi sin opciones, ya sea por decisiones de equipo, por mala elección de neumáticos, por errores de estrategia o por deslices como el de la vuelta de formación, a la espera de un golpe de suerte que le ayude a rascar algún punto. El asturiano repitió el trompo de ayer durante la calificación mientras calentaba sus neumáticos antes de la salida. Mal agüero, debió pensar el español, que después se rehízo memorablemente. Encomendado a la meteorología, partió decimosegundo, y aunque elevó el ritmo notablemente (arrebató la vuelta rápida del día a Webber y la sexta plaza al Brawn de Barrichello), sobre todo al calzar gomas duras, no pudo superar la séptima posición.
Y entre los dos campeones, el español y el británico, el resto del elenco, menos experimentado pero más afortunado: Kovalainen, con un alerón delantero que mejoró sus tiempos y le permitió no ceder ante el ovetense pese a su KERS en una bonita lidia a falta de 19 vueltas; Rosberg, que mantuvo el tipo hasta el final rozando el podio; Sutil, motivado por un fin de semana de éxitos, jaleado por su afición, pero que, sin embargo, arruinó sus opciones por un percance con Kimi Raikkonen en la vuelta 29; y los dos Ferrari, que sorprendieron desde la salida y aguantaron (Massa protagonizó dos grandes duelos de resistencia ante Button y Vettel y obtuvo recompensa) hasta que el finlandés destrozó su coche.
Mientras todos los ojos miraban al cielo, Mark Webber reseteó la carrera e inició el trabajo. Sacudió la cabeza, dejó de maldecir a los comisarios y se centró en la remontada. Si Alan Jones pudo firmar la última pole oceánica en 1980 y la última victoria en 1981, en Las Vegas, él podría superarlo con pole y victoria. Lo logró a base de vueltas rápidas y la ayuda que le brindó Barrichello con un nuevo percance en el box de Brawn. Esta vez no fue la estrategia, que también falló, sino la manguera de gasolina. Sin ser tan espectacular como el episodio de Massa en Singapur, ayer la goma falló y Rubens no pudo realizar un buen repostaje. Iba segundo, y aunque volvió a pisar virtualmente el segundo cajón, el contratiempo sentenció su plaza y le dio un nuevo disgusto.
Aun a falta de la tercera parada de Webber, la carrera quedó definida. Después de 132 carreras llegaba la victoria, aún más dulce por superar el contratiempo ordenado por la Organización. Los dos Brawn seguían sin conseguir la temperatura óptima para sus neumáticos y como todavía tenían una parada pendiente, cruzaron los dedos y decidieron no arriesgar en su persecución al australiano. Vettel pasó a ser segundo, por delante de Felipe Massa y Nico Rosberg, tan sorprendentes como desapercibidos entre tantos acosos delante y detrás. Al final, premio para el brasileño de Ferrari. Primer podio de la temporada.
Y así, en mitad del falso armisticio acordado por la FIA y la FOTA, que parece más una pausa para tomar otra bocanada aire y sumergirse de nuevo en la guerra civil, obviadas las desacertadas declaraciones de Ecclestone sobre Hitler, el gran premio de Alemania se centró en lo deportivo, brindando una de las carreras más emocionantes de la temporada dentro de la pista y un nuevo pulso de cerebros fuera de ella. Como dos estrategas bélicos, Ross Brawn y Adrian Newey posicionaron a sus pilotos, les surtieron de neumáticos y combustible, le dieron las últimas órdenes y los lanzaron al campo de batalla, una montaña rusa para casi todos. Faltó quizá más fortuna para Alonso, aún lejos de la hegemonía dominante que le coronó bajo un diluvio en 2007 con una espectacular remontada sobre Felipe Massa. La nueva escuela ha aprendido, y al bicampeón se le agotan las fórmulas para dar a España una alegría. Quizá llegue en Hungría, el circuito talismán de Alonso, pese a que su resignación pueda llegar a irritar a sus seguidores. Ayer, por segunda vez ganó Red Bull. Brawn no pudo devolver el golpe recibido en Gran Bretaña. El asalto al trono ha comenzado.
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