El Madrid gana sin hacer ruido
Un gol de Marcelo liquida otro partido para el olvido ante un Recreativo muy inferior
El estadio Nuevo Colombino se ubica al norte de Huelva, junto a un brazo del Atlántico. Entre marismas, rodeado de industrias contaminantes y de un monte bajo en el que todavía anidan algunas perdices. Una de estas aves se aventuró en el campo en la segunda parte del partido de ayer. El juego era tan malo, los 22 jugadores ocupaban tan mal los espacios, se daban tan pocos pases, y el público estaba tan aletargado, que el animal se instaló en el prado como si fuera un Parque Nacional. La perdiz nunca se sintió amenazada. Luego dicen que el fútbol moderno se juega sin espacios. Que se lo digan a la perdiz, que vio cómo el Madrid volvía a ganar sin hacer ruido. El perseguidor juega cada día peor. Sólo consuela su carácter insonoro, insípido y ecológico. Trajina tan poco los campos que pisa que allí renace la vida silvestre.
RECREATIVO 0 - REAL MADRID 1
0 - Recreativo: Riesgo; Bouzón, Morris, Lamas, Casado (Ersen Martin, m.59); Aitor, Jesús Vázquez, Barber, Sisi (Akalé, m.59); Camuñas y Colunga.
1 - Real Madrid: Iker Casillas; Sergio Ramos, Pepe, Cannavaro, Marcelo; Lass, Gago, Robben (Miguel Torres, m.83), Raúl; Higuaín y Huntelaar (Sneijder, m.63 (Van der Vaart, m.92)).
Goles: 0-1, m.49: Marcelo.
Árbitro: Teixeira Vitienes (Colegio cántabro). Mostró cartulinas amarillas a Casado (45) por los locales, y a los visitantes Cannavaro (20), Lass (66) y Sergio Ramos (71).
Incidencias: encuentro correspondiente a la trigésimo primera jornada del campeonato nacional de Liga, disputado en el Nuevo Colombino ante la presencia de 18.695 espectadores. Se guardó un minuto de silencio por el fallecimiento de Juan Morales, empleado del Recreativo, y dos ex directivos del club, Diego Muñoz y Manuel Garduño.
Tradicionalmente se pensó que los malos resultados tienen un efecto destructivo sobre los equipos. El Madrid es la prueba viviente de que los buenos resultados también desfiguran a los equipos. Como la propuesta conservadora le ha proporcionado puntos, el grupo, alentado por Juande Ramos y Raúl, se ha convencido de que la única forma de competir contra el Barça es jugando a regalar el balón al contrario, o jugando mal. Esto es lo que hizo el Madrid ayer, el domingo pasado en el Bernabéu y el sábado anterior en La Rosaleda. El proceso va camino de cumplir cuatro meses.
Tiene pinta de ser un camino de degradación. Como los jugadores están seguros de que la elaboración no contribuye a nada bueno, sólo a generar dudas, el Madrid juega cada día peor. El ejercicio que hacen sus jugadores no es tan futbolístico como psicológico. Se trata de cultivar la convicción. Da igual el dibujo táctico. Incluso los entrenamientos son menos relevantes que la puesta en escena. Importan menos los ejecutantes que su peso moral. Por eso Raúl juega de media punta. Aunque como media punta sea un jugador vulgar, eso no es lo relevante para el entrenador. Lo relevante para Juande Ramos es que Raúl juegue donde sea porque cree que con su presencia contagia ambición al resto.
Juande puso a Raúl a jugar de centrocampista armador y el Madrid se desarmó. Era lo previsible. Por eso no sorprendió a nadie. Los jugadores ya saben a qué atenerse. Eso tiene sus ventajas tácticas. Higuaín, desnaturalizado en la banda izquierda a pesar de ser el máximo goleador del equipo, lo asumió con resignación. Robben, por la derecha, vive en un mundo aparte. Es un extremo tan raro que se siente cómodo recibiendo un balón cada 20 minutos. Eso sí: hasta que no remata no lo suelta.
Ayer Robben hizo otra exhibición de individualismo. Lo padeció Huntelaar, que tuvo que bajar a recibir y cada vez que lo hizo se convirtió en un peligro para su propia defensa. También lo sufrió Higuaín, que persiguió a Robben con la mirada, lanzándole maldiciones mientras se desmarcaba y comprobando que hay gente con la que no se puede contar las más de las veces. El jugador más desequilibrante del Madrid vivió una noche desagradable. Juande lo sacrificó en el altar de la convicción, que es lo mismo que Capello llamaba "espíritu". El sumo sacerdote no se toca. Raúl debe jugar siempre en el medio.
El Madrid saltó al terreno húmedo de Huelva encendido por la victoria del Barça en Getafe. Durante cinco minutos dio la sensación de que la vehemencia se traduciría en un dominio claro. No fue así porque le faltaron jugadores con madera de volantes. Exhibió tantas fisuras en el medio campo que el Recre empezó a presionar arriba. Al principio le dio resultado. Camuñas, Jesús Vázquez y Aitor se hicieron con el mando del partido y gobernaron durante un rato. Replegado en su terreno, el Madrid se expuso al acoso de Colunga y a un remate muy duro de Sisi a la base del palo derecho de Casillas. Lo sacó el portero con una estirada y un manotazo extraordinario. De Colunga se ocupó Pepe, que pudo hacerle penalti aplicándole un manotazo en la mandíbula, pero el árbitro no lo vio así. Colunga se retiró un rato a que le cortaran la hemorragia. El partido prosiguió entre cortes. A ritmo sincopado. La gente se aburrió bajo la lluvia.
El plan del Madrid ante uno de los rivales más débiles del campeonato consistió en esperar y dar el zarpazo lanzando a Robben a la carrera. La táctica era de una pobreza tal que desconcertó al Recre. En una de éstas, el que dio el golpe no fue Robben, sino Marcelo, que se incorporó desde atrás y le ganó la espalda a Bouzón antes de definir con clase. Luego Juande quitó a Huntelaar y puso a Sneijder en la media punta, para que Raúl abandonase esa posición en la que contribuía tan poco. Con Raúl arriba y con un media punta atrás, el Madrid mejoró un poco. Pero no mucho. Eso es imposible.
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