El berrinche de un niño
Sergio García pide perdón por culpar al campo de Augusta de su mal juego
Cuando terminó la segunda jornada y no pasó el corte, Álvaro Quirós proclamó enfadado que no tenía ganas de volver nunca más al Masters de Augusta. Un pecado de juventud a sus 25 años, se supone, porque seguramente su entrenador, Pepín Rivero, que hubiera dado media carrera por jugar en tal mítico campo, le habrá aleccionado. Cuando terminó el torneo, desquiciado como es habitual en Augusta, Sergio García volvió a escupir excusas y a culpar al campo de su mal juego. "Este campo no es justo, es demasiado complicado, una lotería", sentenció en Golf Channel. "¿Y entonces qué haría usted para corregirlo?", le preguntaron. El interrogante le sorprendió porque no tenía respuesta: "No me importa, que hagan lo que quieran, no es mi problema". En el caso de García, ni pecado de juventud ni de inexperiencia (este año sumaba su 11 Masters). Más bien, el berrinche que acompaña cada año a su salida a las primeras de cambio del torneo. En 11 participaciones, no ha pasado el corte en cuatro, las dos últimas en 2007 y 2008.
Olazábal, que vive con un nudo en la espalda, era la viva imagen del sufrimiento en Augusta. La cara roja, la garganta seca, el sudor... Pero atacaba cada hoyo con una mentalidad de piedra y se despidió admitiendo su mal juego el segundo día. Jiménez, al que el tríceps daba un pinchazo cada vez que ejercía el swing, tampoco buscó excusas cuando hizo 78 golpes en la tercera ronda. Tiger Woods lo vio claro cuando no bajó del par la segunda jornada: "He jugado mal". Ni siquiera Kenny Perry, con dos bogeys en los dos últimos hoyos, a un milímetro de la gloria a los 48 años, buscó más culpable que él mismo. No así El Niño, que señaló al histórico campo como si no hubiera entendido que a Augusta no se va de camping. El recorrido se le ha cruzado de tal modo que a principios de semana, varios días antes de comenzar el torneo, ya dijo que no tenía esperanzas de pasar el corte. Él, un número tres del mundo, un jugador seguido y admirado por los aficionados y la prensa estadounidense, se rendía antes de empezar.
La pataleta sentó esta vez peor en Estados Unidos, que le recriminó su berrinche. El lunes, su manager tuvo que enviar un comunicado de disculpa. Ayer, fue el propio Sergio, forzado por el tirón de orejas general. "Quiero pedir perdón, sobre todo a los socios del Augusta National. Terminé muy frustrado y bastante caliente, y en vez de echarle la culpa al único que se lo merecía, a mí mismo, culpé al campo de Augusta. Reconozco que me pasé y nunca debí decirlo. Últimamente no me veo al cien por cien y eso es bastante frustrante. Cuando trabajas, te esfuerzas, lo das todo y ves que no salen las cosas, es difícil no desesperarse. Tal vez haya sido demasiado ansioso después de haber conseguido ser número dos del mundo. Espero haber aprendido la lección", resumió.
El Niño mantiene su cuenta pendiente con los grandes, un doctorado que se le escapó sobre todo en aquel desempate contra Harrington en el Open Británico de 2007. Desde entonces ha alcanzado temporalmente el número dos, coincidiendo con la lesión de Woods, pero no ha dado el salto en un major. Y la culpa, como admitió ayer, no es del campo.
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