Con el 23... ¡Barry O'Bomber!
El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, despuntó como jugador de baloncesto en su juventud
Definitivamente, 1979 fue un año singular. Mientras el ejército de Vietnam invadía Camboya, nevaba sobre el Sáhara y se abría la primera playa nudista inglesa en Brighton, un fallo informático ponía en jaque a los Estados Unidos. El entonces presidente norteamericano, Jimmy Carter, movilizó el ejército y desplegó sus bombarderos ante la amenaza de un ataque nuclear de la URSS, pero horas después, los servicios de inteligencia estadounidenses corroboraban que se trataba de una falsa alarma. Alguien había introducido de forma errónea una cinta de entrenamiento en el ordenador central de la red de análisis de amenazas. Si ese hecho fue insólito, cómico incluso, no lo fue menos el que protagonizaron los Supersonics de Seattle, que durante ese año, en 1979, conquistaron su primer anillo de la NBA en la cancha de los Washington Bullets. Su único anillo.
"Hay algo especial que conecta al baloncesto y la cultura afroamericana, como el jazz"
Obama era un buen tirador y se proclamó campeón estatal con la Punahou High School
"El Dr. J era mi favorito. Ese póster, con el brazo arriba, volando por el aire... ", declara el presidente
A 9.000 kilómetros de la allí, en Honolulu (Hawái), un chico de 17 años observaba con fascinación todos esos acontecimientos a través de la pantalla del televisor. Un joven espigado, de origen afroamericano y cuyos padres se divorciaron cuando él tenía sólo dos años. Ese adolescente era Barack Obama, que inspirado en jugadores como Dr. J (Julius Erving) o Walt Frazier cultivó una profunda pasión por el baloncesto. A los 10 años, su padre, Barack Sr., le regaló su primer balón en una visita a la familia de su madre, encargada de criar al niño mientras el progenitor vivía en su país de origen, Kenia. "En Hawaii, crecer sin padre y sin que hubiera una gran población afroamericana, ser negro era una ventaja en un deporte en el que somos dominadores. El Dr. J era mi favorito. Ese póster, con el brazo arriba, volando por el aire... . Un clásico".
Obama empezó a jugar en los playgrounds de Honululu y era uno de los pocos estudiantes negros en la escuela de Punahou High School. En 1979, su último año en el instituto, el equipo de Obama se proclamó campeón estatal. Él era conocido como Barry O' Bomber. Era un buen tirador y sus 180 centímetros de altura le permitían atacar con holgura defensas zonales. Su entrenador, Chris McLachlin, recuerda que "jamás iba a ningún sitio sin el balón de baloncesto. Aparecía por la pista más temprano que nadie, para practicar el tiro". Ese mismo año tuvo lugar la histórica final de la NCAA entre las universidades de Indiana State y Michigan State. Larry Bird contra Magic Jonson. "A nuestro Barry le fascinaba el juego brillante de Magic y también el carisma de Larry. No podías debatirle. Al final, siempre estabas de acuerdo con él", evoca Dan Hale, pívot de Punahou.
Obama jugaba con el 23 a la espalda. "Mi mejor arma era el primer paso en penetración. Podía penetrar contra cualquiera". El presidente de los Estados Unidos no olvida cuando, con 32-11 en el descanso de la final estatal, imploraba a su entrenador que le sacase a la pista lo más rápido posible. "Es verdad que yo apretaba bastante en el tema de los minutos", acepta McLachlin. Obama entró y Punahou venció. Tras su etapa en Hawai, se mudó a Los Ángeles para completar sus estudios durante dos años y posteriormente se trasladó a la Universidad de Columbia, en Nueva York, para cursar la carrera de Ciencias Políticas. Años después, ya en Chicago, empezó a salir con Michelle Robinson, cuyo hermano, Craig, había sido una estrella del baloncesto universitario en Princeton. Ella le pidió que invitara a jugar al basket a Barack. "Demostró que sabía jugar. No era egoísta, le pasé un buen informe a mi hermana".
Una muñeca prodigiosa
Hoy, con 47 años y lejos ya de aquel muchacho con inquietudes sociopolíticas, Obama ya es todo un presidente. Probablemente, la figura más emblemática del planeta. El hombre al que se le exige que arregle el mundo. Hoy, Michelle es su mujer y Craig, su cuñado y entrenador de la universidad de Oregon State. Durante la intensa campaña electoral que precedió a su nombramiento, Obama demostró que, al igual que algunos de sus antecesores como Gerald Ford o John Fitzgerald Kennedy (amantes del fútbol americano), es un gran aficionado al deporte. El presidente estadounidense decidió aliviar tensiones a la espera de los resultados de las elecciones jugando al baloncesto, y meses atrás, exhibió ante las cámaras una gran muñeca durante un partido con militares de una base de Carolina del Norte.
"Hay algo entre el baloncesto y la cultura afroamericana que lo conecta de manera especial. Como la música jazz. Hay una mezcla de improvisación y disciplina que yo encuentro poderosa", reconoce Obama, que cuenta con el respaldo público de leyendas de la NBA como Michael Jordan o Kareem Abdul-Jabbar y jugadores que se posicionaron directamente en la campaña. Por ejemplo, Baron Davis, que elogió a Obama durante un mitin de mujeres. O Derek Fisher, de los Lakers, y Chris Duhon, de los Knicks, que estuvieron en la convención demócrata en Denver. "No puedo imaginar nada más divertido que jugar un partidillo de basket", declara el presidente norteamericano, seguidor confeso de los White Sox en béisbol, los Bulls en baloncesto y los Bears en fútbol americano. Ahora, recién aterrizado en la Casa Blanca, Obama planea construir una pista cubierta de baloncesto. "No es prioritario si lo comparas con retirar las tropas de Irak, pero se incluirá en la remodelación...". Palabra de Barack.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.