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El Espanyol deja seco al Barça

Los blanquiazules neutralizan con un despliegue físico estupendo el juego azulgrana

El mejor Espanyol se cruzó con el peor Barcelona y del enfrentamiento salió un derby a la antigua, por bravo y disputado, escaso de juego y de ocasiones, más temperamental que otra cosa, circunstancia que explica el resultado. La distancia entre ambos es tan abismal que el 0-0 fue celebrado como el mejor de los triunfos en el estadio Olímpico. Resoplaban orgullosos los pericos mientras los culés ni siquiera se reprochaban haberse quedado sin marcar por tercera vez durante su exitosa temporada y haber roto su racha de 13 victorias consecutivas en campo ajeno. A falta de delanteros, Puyol fue un coloso en la defensa del Barça mientras los blanquiazules fueron tan solidarios en su esfuerzo que se repartieron el botín a partes iguales.

Espanyol 0 - Barcelona 0

RCD Espanyol: Kameni; Sergio Sánchez, Jarque, Pareja, Beranger; Valdo, Moisés Hurtado, Román Martínez (Lola, m.77), Nené (Jonathan Soriano, m.84); Luis García y Callejón.

FC Barcelona: Pinto; Puyol, Márquez (Víctor Sánchez, m.10), Cáceres, Sylvinho; Sergio Busquets, Gudjohnsen (Xavi, m.68), Keita; Hleb, Iniesta y Bojan (Messi, m.74).

Árbitro: Sr. Muñiz Fernández (C.Asturiano). Amonestó a Luis García (m.17), Cáceres (m.45), Moisés Hurtado (m.48), Víctor Sánchez (m.66), Beranger (m.86) y Lola (m.89).

Incidencias: Partido correspondiente a la ida de los cuartos de final de la Copa del Rey disputado en el Estadio Olímpico de Montjuïc Lluís Companys ante 21.915 espectadores.

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La Copa nada tiene que ver con la Liga, y menos si el partido es un derby, como ocurrió ayer en Montjuïc, estadio arrendado por un Espanyol tan extraviado que estrenaba su tercer entrenador de la temporada. El debut de Pochettino como técnico estuvo en consonancia con sus tiempos de caudillo del equipo blanquiazul, de manera que el Espanyol jugó anoche con presión, intensidad y agresividad. Le convenía un partido de pierna fuerte y su trapío resultó tan intimidador que comenzó un minuto antes, Pinto tuvo que sacar los puños en dos saques de esquina forzados en un minuto y Márquez se rompió a los diez minutos. Desde el punto de vista azulgrana, la prisa blanquiazul sólo le vino bien a Laporta, que pudo entrar al palco de forma disimulada sin tener que saludar a Sánchez Llibre, descubiertos ambos al final por una escasa y ruidosa hinchada.

Ausentes Messi, Alves, Xavi y Eto'o, al Barça le costó coger el hilo del encuentro y estuvo reiteradamente expuesto al mal tiempo. Falto de espacio y diseminado, apenas tenía la pelota y llegaba muy poco al área rival, negado por el revolucionado juego local. No hay tiempo que perder en el Espanyol, encantado con Pochettino, un tipo carismático que dirige la contienda a pie de campo con seguridad y confianza, valores vitales para combatir el miedo que provoca la situación del equipo. El componente sentimental acostumbra a ser imprescindible para remontar situaciones imposibles futbolísticamente. El derby le vino consecuentemente de perlas al espanyolismo, que se asomó a la noche con valentía. Tiraban muy arriba la línea los dos centrales, aleteaban los interiores, reducían el campo los volantes, corregía Pochettino desde la banda y apretaban los puños los 20.000 aficionados del campo.

El gas sentimental no sólo le permitió al Espanyol mantener a raya al Barcelona, sino también llevar la iniciativa del partido. Lentos y sin línea de pase, los azulgrana actuaron a verlas venir, cosa nunca vista por el momento, conscientes quizá de que había un partido de vuelta, a remolque de una afrenta blanquiazul que, por otra parte, tampoco se ganaba ocasiones, más que nada por la falta de delanteros y sobre todo de un ariete. No mezclaban bien los medios azulgrana, sobrados de físico y faltos de clase, y durante un buen tiempo el Barça fue irreconocible futbolísticamente.

La rueda de cambios se presentaba tan decisiva para la suerte del partido como el tono físico del Espanyol. El desfallecimiento blanquiazul habría supuesto el resurgir del Barcelona, así que los muchachos de Pochettino se mantuvieron muy despiertos, fuertes en su cancha y rápidos en el despliegue cada vez que rebanaban el cuero a los azulgrana. La carga ambiental iba en aumento y al Barcelona ni siquiera le valían las tretas de Busquets para descansar un momento. Únicamente Bojan le daba un poco de aire al equipo. Hleb es un jugador que tiene poco peso en los partidos y Gudjohnsen y Keita eran excesivamente insustanciales en la elaboración del juego. Esforzados en la medular, los azulgrana no tenían profundidad, ni remate ni óbviamente pegada, para suerte de Kameni, un portero cuestionado por su propia hinchada.

A Guardiola no le quedó más remedio que recurrir a Xavi para intentar estructurar al equipo en el último tramo de la contienda, cada vez más trabada por el desgaste de los futbolistas después de un ejercicio de una gran exigencia física. Abundó entonces el Barça en la conservación de la pelota y, una vez gobernado el partido, entró en escena Messi. Atento y generoso, el Espanyol aguantó entonces el envite del Barça y le dio vida a la vuelta porque no hay resultado más peligroso para un local en las competiciones coperas que el 0-0.

Pochettino golpea un balón en el partido de su estreno como técnico del Espanyol.
Pochettino golpea un balón en el partido de su estreno como técnico del Espanyol.AP
Messi controla un balón durante el encuentro.
Messi controla un balón durante el encuentro.EFE

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