Al Barça le sobran las porterías
Al Racing le alcanza con media ocasión para replicar el ataque y gol del Barcelona
A Guardiola le encanta el riesgo calculado en el fútbol, como muy bien anunció el propio entrenador del Barça en la presentación del equipo en el Camp Nou, cuando invitó a la hinchada a divertirse después de haberse abrochado el cinto: "¡Apretaros el cinturón¡ nos lo pasaremos bien¡". Al técnico le encanta atacar bien a partir de un buen juego de posición, con dos jugadores abiertos a las bandas y una alta velocidad de balón, nada que ver precisamente con cuanto ocurrió en el estreno liguero frente al Numancia. Más que enfadado por el resultado, que también el barcelonismo salió desconcertado de Soria por la actuación de un equipo que por su alineación -sólo debutó Alves- y juego evocó las peores tardes de temporadas anteriores. Nadie movía el árbol en una formación paralizada por el peso del pasado. Al encuentro siguiente, Guardiola volvió a sus orígenes y el Barça fue de nuevo el equipo sensato y dinámico de la pretemporada, nada que ver con el de Los Pajaritos o el de Cracovia, victimas de una regresión sorprendente, incapaces de marcar un gol, planos como la palma de la mano.
El virus fifa, por lo demás, ayudó al entrenador a tomar decisiones trascendentes, como las de prescindir de Márquez y Henry, guardar a Messi e Iniesta en el banquillo, y desplegar el equipo a partir del medio centro y uno de los extremos del filial. El Barça se desplegaba a partir de Busquets, el hijo de Busi>, y buscaba el desequilibrio con Pedro y Hleb, delicioso en el regate y el pase interior hasta que Pinillos le rebanó la pierna y le fastidió el tobillo izquierdo por dos o tres semanas. Defendió mucho y fuerte el Racing, incapaz de salir de su campo, apretado por el Barça, que estuvo tan aseado y académico como falto de malicia y de arrebato. Excelentes en la posesión y diligentes en la circulación de balón, a los azulgrana les cuesta en exceso ganarse posiciones de remate y tienen poca pegada, defectos que comprometen su encanto. Aunque ya se sabe que es tierno, a veces resulta un equipo excesivamente escolar, infantil y dulzón.
Sergio Busquets cogió bien el sitio, Alves puso unos cuantos centros, Hleb y Pedro tiraron hasta el córner y la mayoría de movimientos del plantel azulgrana fueron muy futbolísticos. A cambio, nadie conseguía romper al Racing, muy concentrado ante el estéril ataque estático del rival, necesitado como estaba el Barça de centrocampistas rompedores con remates a media distancia y a veces de un delantero centro capaz de marcar sin generar ocasionesl.
Perseveró el Barça en su afrenta con Iniesta al frente, volteado una y otra vez sin que el árbitro apreciara penalti en un rodillazo de Pinillos, y el partido maduró decicidamente a favor de los azulgrana mientras el Racing se excedía en las faltas tácticas y cargaba con una tarjeta tras otra, prueba de su inferioridad y sufrimiento en la contienda. Las oportunidades en la portería de Toño se sucedieron sin parar ante el caudal de juego azulgrana. Atacaba, desbordaba, llegaba y remataba el Barça, repleto de canteranos ?ocho?, ya con Messi en escena, consciente Guardiola de que el encuentro demandaba un solista, un jugador que marcara las diferencias sin atender al encerado. Y Messi transformó el penalti cometido por Cristian después de tapar con la mano un centro de Alves.
El encuentro hubiera quedado cerrado en manos de un cualquiera, a excepción del Barça, un equipo frágil, generoso en su esfuerzo ofensivo y también en las concesiones defensivas. El Rancig no necesitó ni una oportunidad para empatar: le alcanzó una falta botada por Garay a la que Pereira puso el pie para sorprender a Valdés. Munitis incluso pudo dar al final la victoria al Racing, evitada por el meta azulgrana, cuando el Barça recuperó el ataque y gol a partir de una defensa de tres, un signo más de su personalidad y valentía, la misma que la de su entrenador, y una muestra evidente también de su juventud y candidez. Fértil en el juego y en la concepción del fútbol, el Barcelona no tuvo suerte, peleado como está con las porterías, un pecado mortal en tiempos que se precisan resultados.
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