El fuego contra el agua
El partido está tan pendiente de la respuesta de la comunidad turca en Alemania como de la estrategia de Terim ante sus numerosas bajas
Alemania no se perdonaría, seguramente, quedar apeada de la final del domingo en Viena. Incluso es posible que se sienta en la necesidad de ganar el campeonato, después de una larga sequía y de la eliminación de Italia y Francia, por más que Joachim Löw sea el único rastro que queda en la Eurocopa de los semifinalistas de la Copa del Mundo de 2006. Tres veces campeona, dos veces segunda y seis semifinalista, la nationalmannschaft no levanta una Copa desde 1996 en Inglaterra. Así que se exige el título y se lo pide también el viejo orden futbolístico europeo. Turquía, tercera en el Mundial 2002 como único trofeo, no parece ser un rival preocupante en la semifinal de hoy en el St. Jakob de Basilea.
Recuperado Frings, todos los jugadores alemanes inscritos en el torneo están disponibles. El equipo recuperó sus mejores sensaciones en el partido más exigente, frente a Portugal, la única selección que precisamente ha derrotado a Turquía. Al igual que sus compatriotas Jupp Derwall, Karl-Heinz Feldkamp o Christoph Daum, Löw también entrenó en su día en el fútbol turco, una evidencia más de las relaciones entre ambos países. Uno y otro trabajan además con la misma empresa estadounidense de preparación física, la Athletic Performance, con la que contactó Jürgen Klinsmann cuando era seleccionador. Y por culpa de las lesiones y sanciones, Turquía apenas dispone de once jugadores de campo.
Desvertebrada como ha quedado Turquía por culpa de las sanciones y las lesiones, y poderosa como se siente Alemania, el partido parece estar más en la grada y las calles que en el campo, salvo para Fatih Terim, el Emperador devoto de Napoleón, que ejerce como un líder religioso al que su equipo y la afición parecen seguir con una fe ciega. Löw, ante tal escenario, responde: "Lo más importante es tener los pies en el suelo, estar concentrados y no dejarse llevar por la pasión del rival". El fuego contra el agua, Turquía contra Alemania.Terim ha polemizado incluso con el Premio Nobel de Literatura, Orhan Pamuk, quien dio a entender que el técnico era un ultranacionalista. La agencia Efe informaba ayer también de la polémica que tuvo cuando un disputado kurdo preguntó al Parlamento sobre el sueldo del seleccionador y se supo que ascendía a 70.000 euros al mes, 300 veces por encima del salario mínimo de un trabajador turco. Molesto, el técnico respondió: "En Turquía hay 550 diputados, pero sólo existe un Fatih Terim. Me gustan los récords. La Europa del fútbol se va acordar de nosotros". Terim se siente Napoleón y, como el Emperador, augura un día histórico.
Y, ciertamente, el conjunto otomano ha cobrado un protagonismo especial en el torneo por su capacidad de supervivencia en las situaciones más extremas. Tres remontes de última hora, frente a Suiza, la República Checa y Croacia, le han permitido alcanzar las semifinales del Europeo por vez primera en su historia y batirse de nuevo con Alemania, un enfrentamiento que de forma oficial no se daba desde el Mundial de 1954. Terim piensa que hoy pueda darse la cuarta victoria de Turquía en 17 partidos celebrados hasta el momento. Al grito del seleccionador van a responder sus futbolistas y, sobre todo, los turcos que residen en Alemania, donde con 2,4 millones de personas forman la mayor comunidad de inmigrantes del país.
La puerta de Brandeburgo aguarda hoy a más de 500.000 aficionados. El fútbol funciona como elemento de cohesión y orgullo entre los turcos que residen en Alemania desde los años sesenta, hasta tres generaciones de trabajadores afectadas hoy por la crisis económica y todavía no aceptados totalmente por la sociedad, víctimas de discursos racistas como el de Jörg Haider, dirigente austriaco de extrema derecha que ayer afirmó: "Los turcos pueden ganar la final de Viena, pero las puertas de Europa continuaran cerradas para ellos". Muchos taxistas turcos circulan por Berlín con dos banderas, la de su país y la de Alemania, y se sabe también que en el Mundial 2006 el equipo de Klinsmann fue vitoreado por los seguidores de Terim. Las últimas estadísticas señalan, por otra parte, que hasta cuatro millones de alemanes eligen las playas de Turquía para sus vacaciones.
La carga emocional del partido de hoy es extrema y se temen comportamientos fanáticos. Los diarios de más tirada en Alemania y Turquía, Bild y Hurriyet, invitaron a sus lectores mediante un texto común para que el encuentro se celebre en términos de cordialidad: "La amistad alemano-turca debe estar por encima del resultado". Los capitanes de las cuatro semifinalistas leerán un texto antiracista antes de los partidos. Y ante los acontecimientos vividos la semana pasada en la propia Turquía, el primer ministro Erdogan exhortó también a sus compatriotas a no utilizar las armas de fuego para celebrar un posible triunfo: "Ninguna victoria tiene el valor de una vida humana". Terim en persona subrayó el mensaje para después motivar a sus jugadores frente a un rival "que nos tiene miedo".
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