España reafirma su optimismo
El equipo de Luis se enfrentará a Italia tras recuperar anímicamente a Iniesta y Güiza ante Grecia
Los tránsitos nunca son irrelevantes. El partido de ayer parecía un amistoso, pero era un tránsito de consecuencias anímicas. Grecia se jugaba el poco honor que le queda. España la consolidación en su marcha hacia el domingo. En vista de que Italia espera en Viena, y que los jugadores españoles son tan susceptibles a este tipo de cruces, el factor emocional, tan decisivo, y tan sujeto a cualquier contingencia, debía salir reforzado de una noche que se presentó como un regalo para el equipo que dirige Luis Aragonés. En realidad, era un motivo de cuidado. España lo resolvió con éxito y, de paso, integró a un par de jugadores al optimismo general: Iniesta y Güiza.
El seleccionador desplegó a un equipo de suplentes. Con una excepción: Iniesta. Obligado a jugar por la gripe que afecta a Cazorla, el volante del Barça ocupó el extremo izquierdo. Hasta que fue sustituido, Iniesta fue el mejor del partido. Va creciendo. Abandona la melancolía. Le viene bien rodar. En la aglomeración del medio campo, siempre ofreció una salida desbordante. Se convirtió en un motivo de constante preocupación para la defensa griega, y se elevó por encima de sus últimas apariciones. Si frente a Rusia y Suecia, fue el único delantero que no estuvo a la altura de su reputación, ayer sobresalió. Esto es una buena noticia para España, tan pendiente de llegar al domingo con todos los que están y a toda máquina.
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Otto Rehaggel resolvió sacar a su equipo del sótano. Puesto que ya no hay nada que ganar, ni nada que perder, el técnico que dirige Grecia dio a sus muchachos un día de licencia. Desmontó su defensa de seis, desató a los laterales para que se proyectaran, y dio rienda suelta a Salpingidis y Amanatidis para que actuaran como extremos, apoyando a Charisteas en la ida sin mirar demasiado a la vuelta. Bajo esta propuesta, el partido se animó de entrada. Grecia atacó con muchos y España también. Más allá de los errores, inherentes a este tipo de partidos, las hinchadas se entretuvieron.
Grecia tuvo una ventaja. Jugó con el equipo titular. Esto significa que sus futbolistas ya estaban compenetrados de entrada. Sabían como llevar adelante un contragolpe, y, sobre todo, cómo asociarse para buscar faltas y córners laterales. Esta es la especialidad de los griegos, el recurso que les hizo campeones en 2004. Ayer, a los 15 minutos de partido, Grecia ya había puesto en práctica su plan: dos córners y tres faltas indirectas. A la sexta jugada a balón parado, a minutos del descanso, llegó el gol. Fue la historia de siempre. Contragolpe, falta, bote de Karagounis y desmarque de Charisteas en diagonal. Salto, desconcierto, y frentazo. El clásico gol de la Eurocopa de Portugal se recreó ayer en el campo del Red Bull.
En España no funcionó ese mecanismo delicado que permite dar los últimos pases. Xabi Alonso y De la Red se cansaron de tocar y disparar, y además mandaron sobre el medio campo. El problema fue que el empuje de los medios centros desplazó a Cesc más allá de los límites de la zona de creación. El centrocampista del Arsenal no se maneja bien por los rincones. Necesita un lugar hegemónico. No lo encontró y su desorientación afectó al equipo. A falta de una referencia en Güiza, que no consiguió conectarse a los volantes, Iniesta ofreció lo mejor del trío de punteros. Con Iniesta encendido, España se escoró por la izquierda. Pero no le alcanzó para doblegar a su rival. Grecia no se dejó intimidar con tan poco. El dominio de los centrocampistas españoles fue proporcional al borrón de Basinas, que se vio superado. A la selección sólo le faltaba encontrar el camino hacia el gol. Lo encontró en la segunda línea, en una acción en la que participaron los dos directores de juego. Alonso sacó en largo, Güiza la bajó de cabeza, y De la Red le pegó con el empeine. Fue un golazo.
El empate reabrió el partido, que adquirió un tono más febril. La España B tampoco es capaz de conducirse sin angustiarse un poco. Ni cuando los partidos son sólo un tránsito sin posiciones en juego. Güiza anduvo desesperado, jaleado por la grada, en busca de un gol que le quitase las ganas. El hombre padeció hasta el último tramo del partido. Hasta que le llegó un centro de Sergio García y lo empujó con la cabeza tras un desmarque muy aparente. Su reencuentro con el gol fue una especie de confirmación de su internacionalidad y de su prestigio de 'pichichi', esté o no esté en el banquillo. Conscientes de su alivio, los compañeros lo abrazaron con mucho cariño. Con la emoción propia con la que este grupo de chicos festeja su felicidad.
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