Osasuna marca 593 minutos después, pero no puede ganar
Soldado se estrena en la Liga
Osasuna y Athletic firmaron tablas (1-1) en un partido tenso y de alternativas que pudo caer de cualquiera de los dos bandos, aunque al final fueron los navarros los que más y mejor apretaron.
Roberto Soldado se estrenó como goleador rojillo y, 593 minutos después del aquel último tanto de Juanfran en Vigo, puso fin a una pertinaz sequía que amagaba, aún amaga, con derivar en crisis de resultados. El Athletic, por su parte, hizo buena la estadística en campo pamplonica y arañó un punto que alivia, pero no sirve para enderezar su errática trayectoria.
Apremiado por la falta de resultados y, más aún, por la ausencia de gol, Osasuna se arrogó de salida la tutela de un envite que, sin llegar a controlar del todo, dominó de manera testimonial.
La iniciativa, los intentos rojillos por profundizar contrastaban con la cómoda resistencia de un Athletic bien parado y, dada la imprecisa circulación local, dispuesto a responder a la contra.
Preparado como estaba para una salida en tromba a la que no hubo lugar, la escuadra rojiblanca fue avanzando posiciones a medida que se sacudía un miedo a todas luces infundado.
Domina el Athletic
El once de Ziganda no carburaba. Con las bandas cerradas, los pivotes impedidos y el dúo de ataque abocado a buscarse la vida de mala manera, Osasuna fue perdiendo presencia al tiempo que entregaba las riendas de un derbi que parecía venirle grande. Cada vez más sueltos, cada vez más valientes, los bilbaínos comenzaron a pisar terreno navarro mediado el primer periodo. Entre la falta de convicción de los primeros avances y la decisión de los siguientes ataques medió un toma y daca superfluo que, sin embargo, contribuyó a empequeñecer la figura de Osasuna y a agrandar la silueta del Athletic.
Los de Sarriugarte se sabían ya en condiciones de atacar al corazón de un Osasuna sin resortes de ataque y con la línea de flotación muy tocada. Así las cosas, Gabilondo avisó con un zurdazo cruzado que merodeó el poste y, tras una buena combinación de ataque entre Yeste y Etxebe, concretó la primacía vizcaína con un testarazo cruzado que dejó en evidencia a todo el entramado de contención osasunista (0-1).
De ahí al descanso, un cuarto de hora para escarnio de un equipo, Osasuna, que apenas logró agregar otro par de remates inocuos a su ya de por sí escueto bagaje ofensivo.
En la reanudación, ya con Soldado en lugar del desafortunado Webó, Osasuna apretó los dientes y trasladó la contienda a terreno de su oponente. Aunque sólo fuera por ganas, por lucha, aquello tenía otra pinta, de hecho el atropellado repliegue del Athletic le llevó a rozar la zozobra coincidiendo con un córner que, en su fallido intento de despeje, Aduriz a punto estuvo de colarle a Lafuente. Iraola lo evitó.
Empate
El Athletic reaccionó a balón parado, rozó el 0-2 a partir de un córner que Amorebieta no acertó a resolver... y se encontró con el empate merced a un error en cadena coronado por Sarriegi, cuyo despeje en corto fue aprovechado por Soldado para, 593 minutos después, acabar con la pertinaz sequía de su equipo.
Restaba un mundo, pero ni Osasuna supo aprovechar la inercia del gol para arrogarse la tutela con fundamento, ni el Athletic era cosa ya para buscar nada más allá de la igualada.
Ziganda lo vio claro y movió ficha para, con Valdo haciendo las veces de Milosevic y David López abierto a banda derecha, generar el fútbol necesario para inclinar un choque abierto, de ida y vuelta.
La tensión se hacía patente. Osasuna sabía ya lo que era llegar por banda, pero adolecía de un último pase, de un último remate como el que, tras colarse entre los centrales con un sombrero, ejecutó Gabilondo sobre la salida de Ricardo. Pudo ser el 1-2 (Corrales sacó bajo palos), como, a renglón seguido, pudo llegar el 2-1 en un chut de David López que Lafuente desvió in extremis.
El resto fue un monólogo rojillo con ataques desbocados y algún que otro remate franco como el que, con el Athletic a la deriva, peinó Cuéllar y, sólo ante Lafuente, engatilló Soldado. El Athletic se ahogaba, pero el portero, su mejor salvaguarda, lo arrastró hasta la orilla.
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