El Barça tuvo aire de campeón
El equipo azulgrana consigue su 18ª Liga con una demostración de superioridad en Vigo y un nuevo tanto de Samuel Eto'o
La avaricia no se considera un defecto en el mundo del fútbol, en el que rige un código muy particular. Las rentas han permitido al sensacional equipo de Frank Rijkaard finiquitar su segunda Liga consecutiva con tres jornadas de anticipación, pero este Barcelona no es precisamente un equipo dado a la comodidad. Se fue al descanso como aspirante y volvió de él como campeón. Tenía el gol y la victoria entre ceja y ceja, y celebró el acontecimiento como lo debe hacer un equipo con la piel de este Barça: buscando la victoria.
La atrapó en el enredo que le planteó un Celta de pocas fisuras. Por la única que abrió se coló Van Bommel, y Eto?o, reconciliado con el gol, hizo el resto. No le pedía más el Barcelona al encuentro que los tres puntos y tiempo para experimentar. Con más de media hora por delante comenzaron los cambios, las reservas y los regresos. Como el de Xavi, que anhelaba celebrar el título en el campo. Rijkaard no se lo negó, y el Barcelona disfrutó de su hegemonía en la Liga con un ejercicio de oficio que sacó al Celta del campo. Cuando quiso los tres puntos, era tarde. El Barcelona será avaricioso, pero esta temporada ha dado sobradas muestras de que no se deja engatusar.
Desde el primer momento el Barcelona dominó el fútbol, pero no el área. No reservó un gramo de potencial Frank Rijkaard en la puesta en escena, que hizo girar a los suyos alrededor de Iniesta, otra vez en el eje del campo. Desde allí conectó con Ronaldinho, sensacional pese a la emboscada de Fernando Vázquez, y el brasileño con Eto?o y Larsson, pero Pinto estuvo protegido porque el Celta es granito puro. Desde que su entrenador ha dado con la tecla de la solvencia defensiva, el equipo de Balaídos coleccionaba victorias con la portería a cero; una larga serie que sólo el Valencia, otra roca pura, lograra interrumpir. Y tuvo problemas el Barça para meter el último pase, o para el control y el remate final. Con obsesión o sin ella, el que más cerca anduvo del gol fue Eto?o, que intentó encarar en corto, anotar desde cuarenta metros de distancia y hasta buscó el penalti redentor.
El juego celeste arrastró a la escuadra de Rijkaard al fango del fútbol menos bonito: un campeonato distinto al que acostumbra, donde los partidos se deciden por un golpe de fortuna, el fogonazo de alguna estrella o un contraataque bien dirigido.
Para el rocoso Celta la noche fue de puro sacrificio. Todo lo depositó Fernando Vázquez en la idea de detener al campeón, con una fórmula que le ha permitido apuntarse a las competiciones europeas. El ataque por la banda izquierda se redujo a exploraciones de dos diestros, y por la derecha Núñez y Jonathan Aspas dieron la vuelta al cuentakilómetros en la persecución de Ronaldinho. En realidad, el dibujo del Celta se transformó en un 4-4-2, con Canobbio y Baiano alejados del resto. Pero los problemas para el Barça se debieron al trabajo de Contreras y, sobre todo, de Lequi, un futbolista cedido por el Lazio que se gana el contrato con los de Vigo jornada a jornada.
El líder que salió hacia el vestuario en el descanso estuvo por debajo del que inició la segunda mitad como campeón. No bajó el pistón. Y, a la primera que llegó al área, se llevó la victoria. Fue en una típica diagonal de Van Bommel, que el Celta no acertó a detectar. Contreras medio robó el balón, pero llegó por allí el Eto?o depredador, con su habilidad habitual para olisquear la sangre. El gol logró lo que la derrota del Valencia no había conseguido: al minuto reaccionó Frank Rijkaard, que aprovechó la ocasión para salvaguardar a Ronaldinho y rodar a Xavi, sustituto de Van Bommel. Edmilson buscó el centro geométrico del campo e Iniesta confirmó su condición de chico para todo. Ocurrió que el Celta estaba creado para defender, y le costó adaptarse al nuevo escenario. Buscó la victoria con desesperació, y hasta Perera estrelló un balón en el travesaño, pero era la noche del Barcelona, que ya puede esperar tranquilo la final de París.
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