El Madrid sobrevive de penalti
El conjunto blanco, inferior a Osasuna, logra el triunfo gracias a una máxima pena transformada por Baptista
La crisis del Real Madrid hace mucho que ha sobrepasado los salones presidenciales y se ha convertido en una constante en los terrenos de juego. El Reyno de Navarra vivió ayer otra muestra más de la abulia en la que los blancos han caído y de la que no encuentran redención. Eso sí, ganó el partido con la mínima versión de fútbol posible y gracias a un penalti muy dudoso. Lo demás, racanería, temor y cálculo arriesgado para mantenerse en la pelea por la Liga de Campeones. Mientras, Osasuna sólo despertó tras la polémica jugada y entonces se exhibió y dejó en evidencia a su rival, construido sobre carencias flagrantes y necesitado de algo más que un lavado de cara.
La tensión primó sobre el fútbol durante toda la primera mitad. El Real Madrid, en plena decrepitud y sin un rumbo claro, ni en lo deportivo ni en los despachos, se mostró como un grupo sin orden, de los que resuelven todo por casualidad. El desamparo del equipo se reflejaba en el césped, al igual que los nervios. Mientras, el ansia consumía a la escuadra navarra, que había fijado todas sus opciones de futuro a una sola carta: el choque de ayer, algo que le pesó en exceso.
Con un centro del campo excesivamente liviano, con la versión más desmejorada de Guti y con Pablo García sin apenas presencia, los madridistas no consiguieron aprovechar ni una sola vez los carriles de entrada abiertos entre la zaga osasunista. Sólo Baptista, con un par de acciones individuales, llegó a la portería de Ricardo, aunque sin mucho tino. Además, Raúl, su compañero en el ataque, no aportó nada. Ni un desmarque, ni un apoyo, excepto el de la jugada del penalti, ni una individualidad. , sumergido entre Josetxo y Cuellar. Había voluntad, pero nada de acierto.
De la misma forma, los locales salieron presionando muy arriba, factor que hizo enturbiarse el poco fútbol existente, con constantes pérdidas de balón por parte de ambas escuadras y muy pocos detalles. Beckham, Robinho y Guti no conectaron y decidieron borrarse de un encuentro tan incómodo. La aportación creativa de Osasuna tampoco fue excelsa en esta mitad. Más aún, se basó en un par de plumazos de Raúl García, fallón desde media distancia, y de David López.
La indecisión y el miedo mutuo atoraba los pocos espacios para la verticalidad y el disfrute. Delporte puso la pizca de picante al choque con un lanzamiento directo que golpeó violentamente contra el palo de la meta defendida por Casillas. Fue el único golpe a la calma chicha que reinaba en el terreno de juego, mientras la grada ardía contra el Real Madrid y Roberto Carlos, al que no consiguieron sacar del partido.
Tanto Aguirre como López Caro prefirieron mantener los mismos esquemas de la primera parte tras el descanso, especulando con el reloj para tratar de exprimir una ocasión que decantase el duelo. La ausencia de juego sólo podía saldarse de alguna extraña forma, cuando apareció Daudén Ibáñez. El colegiado aragonés señaló un penalti más que riguroso tras un supuesto empujón en carrera entre Raúl García y Baptista. El brasileño, con gran templanza, puso el balón en la escuadra de Ricardo y salvó los papeles del Real Madrid, que hasta entonces se había mostrado algo más que inexistente.
El penalti rompió los esquemas de tanteo mantenidos hasta entonces, al tiempo que hacía aparecer al Osasuna más crispado y activo. La escuadra navarra se lanzó un tanto a la desesperada tanto en lo futbolístico como en lo anímico. El mal menor del empate se había convertido en la pesadilla de perder la comba de los equipos europeos. Los de Pamplona se habían adueñado del encuentro y otra decisión arbitral, una nueva pena máxima, esta vez en el área madridista, hacía brotar la esperanza. Pero Casillas hizo que Puñal pusiese el primer borrón desde los once metros en su carrera profesional.
El Madrid seguía a la deriva y aplicaba un fútbol de usura y baja estof,a mientras la fuerza física y una mayor calidad en las líneas de creación y ataque osasunista fueron suficientes para encerrar al Madrid en un cerco del que no encontraba salida por la nula actividad de Guti y la tendencia de Beckham a no acompañar en los embriones de contragolpes.
El dominio se tradujo en ocasiones, como una doble tras una buena internada de Webó que Milosevic no llegó a rematar y Delporte tampoco dio con las redes. Por si la capacidad anímica y el pobre juego eran batallas ganadas no fueran suficientes, el árbitro volvió a hacerse presente para mostrar la segunda tarjeta amarilla a Casillas por desplazar el balón y así evitar una jugada de peligro. Después, David López y Romeo pudieron poner la guinda al vendaval de juego de la segunda parte, pero no acertaron.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.