_
_
_
_
Crónica:FÚTBOL | Liga de Campeones
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Villarreal se despide con grandeza

El cuadro de Pellegrini recupera su personalidad pero falla un penalti en el último minuto y no supera el cerrojo del Arsenal

El Villarreal se despidió con grandeza de su maravillosa aventura. Ni un solo reproche a este equipo que fue fiel a sí mismo hasta el último momento. A su fútbol de toque, a su generosidad, a su exaltación de la técnica por encima de todo. En un ambiente verdaderamente mágico en El Madrigal, lleno de emociones hasta la bandera, el Villarreal fue mejor que el Arsenal en todas las líneas, minimizó a su gigante Henry y convirtió a Lehmann en el protagonista. Le faltó finura en el remate. Como en el penalti que falló Riquelme en el último suspiro. O que le detuvo el portero alemán. La inspiración que no ha tenido Forlán en los últimos encuentros, justo cuando más la necesitaba. Sí respondió Guille Franco, una amenaza constante para el rival, y también Riquelme, que careció, sin embargo, de resuello en el último tramo. Como se evidenció en el penalti, cuando el Arsenal había comenzado por fin a desplegarse después de una propuesta muy defensiva. La que le he ha hecho sumar diez partidos sin recibir un gol en esta competición. Un cerrojo que disimuló la mala noche de Henry, Hloeb y casi todas las estrellas del cuadro inglés, menos una, Cesc, que siempre estuvo donde debía, jugando casi siempre al primer toque, con una naturalidad extraordinaria. Una gran noticia para Luis Aragonés.

Cuando los ojos del planeta fútbol se posaron sobre él, el Villarreal recuperó la personalidad, que no es poco en momentos de tanta tensión. Posesiones largas, ritmo pausado, toneladas de técnica y un atacante inesperado por el ala derecha: el lateral Javi Venta, que frecuentó la línea de fondo con determinación aprovechando la debilidad de Clichy, sustituto en los primeros minutos del lesionado Flamini. Lehmann hubo de emplearse a fondo e incluso le dio por perder tiempo. Mucho más suelto que en Highbury, el maestro Riquelme ejerció como tal. Tejió y destejió el paciente ataque amarillo a la espera de cualquier desperfecto en la tupida tela de araña que había dispuesto Wenger. Porque, en efecto, tal y como anunció Riquelme, el Arsenal actuó con nueve atrás y Henry. Completamente aislado, el francés sólo tuvo una opción de lucir su majestuoso porte en la primera parte, cuando lanzó una espectacular carrera hacia atrás que cortó un avance del Villarreal.

El Arsenal resultó un equipo muy contenido que se fio de sus líneas de acordeón y de su seguridad defensiva, que tanto rédito le ha dado en esta Champions. Los contragolpes tampoco le funcionaron, cortados a la perfección por la sincronizada retaguardia amarilla. En este sentido, fracasó Reyes, que disparó con balas de fogueo, sometido por el vigoroso Javi Venta. Sólo Cesc se manejó con clase y personalidad. La que se le supondría a un jugador con diez años más. En cuanto a Gilberto Silva, volvió a contar con la complacencia arbitral, pues dio una patada desde el suelo a Guille Franco ante los mismos morros del árbitro, que se lavó las manos.

Precisamente Franco fue una de las novedades de Pellegrini respecto a su once tipo. Con él en vez de José Mari, el entrenador chileno quería más calidad y más remate, tal como resultó. Su cabezazo en el comienzo del segundo tiempo fue una exhibición de potencia en el salto, por encima nada menos que de Touré y Sol Campbell. Cinco dedos más bajo que sus adversarios, el internacional mexicano volvió a batirles por arriba poco después, con el cuero otra vez fuera por centímetros. El joven Barbosa, por su parte, descabalgó para la gran cita al internacional uruguayo Viera, tocado por su fallo ante la Real Sociedad. El técnico chileno apostó por los reflejos felinos del argentino, que estuvo inédito y que recibió el apoyo de muchos compatriotas cualquiera que fuera la portería que defendiera. Argentinos. El Madrigal estaba lleno de ellos. Habían llegado de todas partes para apoyar al equipo más popular en su país tras el Boca Juniors y el River Plate.

Exaltado por el 99 que llevaba a su espalda, Guille Franco se agigantó en la segunda parte como referencia atacante del Villarreal. El cuadro de Pellegrini se fue definitivamente arriba y encajonó en su área a su rival. Por si quedaba alguna duda de su espíritu, el técnico chileno dio el triple salto mortal al introducir un delantero, José Mari, por un mediocentro defensivo, Josico. Forlán perdonó la vida a Lehmann tras una dejada de Guille Franco. Disparó alto. El Villarreal mandó, creó ocasiones, pero erró en el remate una y otra vez. Hleb, Henry y Ljumgberg fueron una sombra de sí mismos. Sólo Cesc mantuvo el tipo y dio siempre cierto aire al conjunto inglés. El Villarreal se desinfló al final, pero se encontró con un regalo inesperado: un penalti por un empujoncito de Clichy a José Mari. Lo erró Riquelme. O lo paró Lehmann, que se estiró a su izquierda y llevó así al Arsenal a la final de París. Un finalista notable. Y un semifinalista, el Villarreal, intachable.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_