Sin noticias del fútbol
El Atlético gana en Mendizorroza gracias a un libre directo precioso de Antonio López
Piterman piensa que cuantos más delanteros agrupe, más contento estará el respetable aunque hace tiempo que el público le ha perdido el respeto. Así que Bodipo, Aloisi y Nené son intocables pase lo que pase. A Pepe Murcia los problemas le venían por otro lado, por las lesiones de Fernando Torres, su bandera, y Kezman, la alternativa muscular. Pero para darle un poco más de emoción al asunto prefirió dejar en el banquillo a Petrov y confiar el ataque a dos muchachos recién llegados, Del Moral y Marqués, que le garantizaban kilovatios de energía y ganas de pelea más que fútbol, porque ni uno, ni otro, son delanteros tal cual.
Bueno, pues con apuestas tan distintas (uno prevaleciendo el ataque, otro reforzando el centro del campo), ni se notó la estrategia. Ni el Alavés con sus múltiples delanteros, ni el Atlético sin delanteros, inquietaron a los porteros. Así que tuvo que ser un defensa, Antonio López, zurdo, quien rompiera el partido en un libre directo efectuado con la finura y la violencia de los especialistas. Zapatazo y a la escuadra. Y a disfrutar del resultado.
El Atlético estaba bien armado atrás. El centro del campo alavesista era tan liviano que Luccin y Gabi se apoderaron de la parcela en la que uno y otro se iban a jugar los cuartos. Fue una cuestión de posición y sabiduría, más que de técnica o táctica. Era estar o no estar y los alavesistas no estaban. Aparecían pero no estaban.
Total que el Alavés lleno de delanteros no tenía el balón y el Atlético, sin delanteros, lo tenía para nada. Y así pasaban los minutos, con energía, pero sin fútbol, con pases pero sin jugadas. El gol llegó por una falta. No había otra manera, más que intentarlo por la vía rápida y por obra y gracia de las habilidades técnicas, en este caso de Antonio López que la puso donde quiso.
El Alavés había dejado su agenda de notas vacía. Ni una jugada, ni una ocasión, ni un asomo de peligro. Alguien (vaya usted a saber quién) le dijo a Piterman en el descanso que le sobraban delanteros y le faltaban centrocampistas. Y salió Jandro por Bodipo y por las urgencias y la igualdad en la parcela central, el Alavés pareció que daba señales de vida. No es que jugara bien, es que jugaba, y atacaba, y disparaba en la misma medida que el Atlético iba reculando hacia su área, defendiendo cada vez más atrás y especulando con el juego y el resultado.
Bien es verdad que no rehuyó el contragolpe y, cuando pudo, lo diseñó con tiralíneas. A los 15 minutos de la reanudación, Marqués se inventó un último pase precioso a Del Moral que sólo la rapidez de Constanzo impidió que se conviertiera en gol. Aquella jugada era la reedición del famoso Atlético del contragolpe. Tres pases, con inteligencia, y gol. Pero lo impidió el portero que para eso le pagan. Y todo siguió igual. El Alavés le metió adrenalina al partido, ansiedad, energía, pero su fútbol no mejoraba a pesar de que Piterman dio entrada a De Lucas para seguir intentando mejorar la parcela de creación futbolística.
A veces, los remedios de urgencia no funcionan. Quizás el Alavés le entregó demasiado partido al Atlético en vez de hurgarle en las heridas, sin miedos. O no supo o no pudo, pero lo cierto es que en la primera mitad pareció tímido y en la segunda apresurado.
Y el Atlético en paz, sin jugar ni bien ni mal. Trabajando, eso sí, sin lustre pero con fuste. A pie de obra y sin más objetivo que defender aquella genialidad de Antonio López que le devolvía a la esperanza europea.. El resto fue anécdota. Leo Franco le metió la rodilla en la espalda a Astudillo y en la siguiente jugada se enfadó con Aloisi porque metió el brazo. Y hubo más lesionados (Perea y Valera), accidentes, circunstancias. De fútbol, sin noticias.
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