La inoperancia ofensiva se adueña de Son Moix
Tan inoperantes en ataque como consistentes en defensa, el Espanyol y el Mallorca sellaron un empate que fue el resultado menos malo si se atiende a los intereses de ambos equipos. Durante toda la semana, los entrenadores, jugadores y directivos de ambas entidades se llenaron la boca con grandes palabras sobre la importancia capital del encuentro.
Todos sin excepción coincidieron en señalar la victoria como único resultado aceptable en un duelo entre dos equipos encogidos, que flirtean inexorablemente con el descenso. Pero no hay victoria sin goles. Y poco fútbol si los actores exhiben todo un circo de carencias. No faltó actitud, sino inteligencia en el centro del campo y calidad en los últimos metros.
Lotina no alineó a Tamudo y De la Peña, que se habían resentido de sus problemas musculares. Pero extrañó que apostara por el joven Sergio Sánchez como lateral derecho; Zabaleta, Moisés Hurtado y Armando Sá, todos en el banquillo, han ocupado esa demarcación a lo largo de la temporada. De pivotes, sin Lo Pelat, Lotina puso a Costa e Ito. Le valió para contener los embates del rival, pero no para hacerse con el control del medio campo, del que en un principio se enseñoreó Angelos Basinas.
El griego, que se ha erigido en cerebro del equipo en los últimos meses, sólo se ha perdido un partido —por lesión— desde su debut. Su ausencia en la última jornada se tradujo en una derrota frente al Celta en Balaídos. Hoy pareció regresar una cierta lógica al juego balear, pero fue sólo un espejismo de 10 minutos.
El Mallorca comenzó el partido totalmente enchufado. Mérito de Tuni, que, inspirado y rápido como pocas veces, generó un par de ocasiones clarísimas. Pero ninguneado Tuni, apagado el Mallorca. Un cabezazo de Fredson que no enfiló la portería fue la única noticia del Espanyol. Sin embargo, a la vuelta del vestuario, descansadas las piernas, los equipos parecieron llamar al descaro; abrieron las líneas, ensancharon el campo y el balón circuló de lado a lado con cierto sentido. Todo ello generó dinamismo y alternancia cerca de las porterías.
Con espacios generosos, Lotina dio cabida a Coro, futbolista explosivo y hábil con metros por delante. Ayudó que tuviera zagueros lentos enfrente, pero su falta de mordiente y de confianza le traicionaron. Con el portero vendido, porque Prats repelió con acierto un disparo de Juanfran, Corominas disparó al bulto, a la poca envergadura de Fernando Navarro. Un resumen de que en Son Moix primó el miedo a perder sobre las ansias de ganar.
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