Cañizares anula a Ronaldo
Decepcionante empate en Mestalla, que acabó con el portero valencianista deteniendo un penalti al delantero del Madrid
Lo mejor de un partido muy gris se reservó para el tiempo de descuento. Una arrancada mortífera de Ronaldo, una pared con Cassano, y el penalti del portero sobre el as brasileño. El león herido había rugido a última hora. Él mismo se encargó de ejecutar lo que parecía el estoque definitivo. Pero se encontró con una gran parada de Cañizares, que se estiró a su costado izquierdo, convirtiéndose en el héroe de una noche triste para el fútbol. Decepcionante la disputa por el segundo puesto en Mestalla. Una evidencia de la distancia sideral que los separa del más que cantado campeón, el Valencia y el Madrid confirmaron lo justos que alcanzaron el momento cumbre de la temporada. El partido fue plano. Sin intensidad, ni emoción ni apenas fútbol. Con los jugadores de uno y otro equipo cansados, muy cansados, física y mentalmente. El cuadro de Quique suma al menos su 16º choque invicto, como consecuencia de su defensa (superior otra vez Albiol) y su portero inabordable. En el Madrid, en el que fracasó Raúl como único delantero, cabe rescatar la demostración de orgullo de Zidane, resistiéndose a su entierro, y de Ronaldo, que, cuando entró, sí asustó a los defensas locales, como toda la vida.
Al contrario de lo que había anunciado Quique, el partido no comenzó nada exigente para el Madrid. Después del varapalo de Highbury, el equipo de López Caro encontró el mejor escenario para recuperar las buenas sensaciones con el balón. Un rival metido atrás que le concedía, además, mucho espacio. Sobre todo a Guti y Zidane. A pesar de sus años y de la paliza de Highbury, Zidane fue el más lúcido de los madridistas. El primero que se dio cuenta de que, si su equipo tenía alguna manera de desequilibrio, ésa llegaba por su banda derecha, donde Cicinho desbordaba a Moretti, al menos en la primera parte. Después el brasileño metía centros llenos de veneno que nadie acudía a rematar. Raúl, como único delantero, y Baptista, en su vuelta a la posición que lo encumbró en el Sevilla, la media punta, confirmaron su pobre estado de forma.
Aimar tardó 10 minutos en tocar por primera vez el balón. Eso sí, a medida que él y Villa entraron en contacto con la pelota, el Valencia iba imponiendo su pretensión de pillar las espaldas a la defensa madridista, un saco de nervios, por otra parte. Con Sergio Ramos a la cabeza. En el día del árbitro, hubo una jugada escandalosa para el público de Mestalla. En un forcejeo entre Villa y Mejía, el asturiano había pedido una falta ante la negativa del árbitro, que gesticuló para que siguieran la jugada. El balón llegó dentro del área y Sergio Ramos, muy despistado, lo atrapó con las manos. El Valencia se apresuró a exigir el penalti, pero el árbitro miró a su asistente y éste decidió que había sido falta anterior de Villa, cosa que no había sucedido de ninguna manera. La decisión inflamó al público, que tampoco tuvo muchos más motivos para apasionarse con un partido sin el ritmo ni la intensidad por ejemplo con la que el cuadro de Quique había derrotado al Barcelona unas semanas atrás. Aimar y Villa se encontraron con dos enemigos en sus propias filas: los interiores Regueiro y Angulo.
La segunda parte comenzó con una patadita por detrás de Guti a Aimar, cortando una salida en estampida de éste, por la que el madridista le pidió mil disculpas. Aimar, que se sentía varios cuerpos por encima de los demás, pedía una y otra vez la pelota. Aunque tuvieran que ser muchos los kilómetros a recorrer para recibirla. En el Madrid, mientras, Zidane era su mayor activo. En realidad, el único junto a Guti hasta que entró Ronaldo, puesto que era un conjunto evidentemente chato. La sola presencia del brasileño intimidó al Valencia, que retrocedió varios metros. Así fue como, tras un magnífico centro de primeras desde la derecha de Zidane, el cabezazo de Baptista abajo, picado, exigió la máxima respuesta de Cañizares, en una temporada colosal.
Con buen ojo, Quique sustituyó a sus dos interiores y mandó a Aimar a la izquierda. Eso y la presencia de Mista era una manera de invitar al Valencia a que atacara más, sí, pero lo hizo de manera desordenada y sin ideas. Quique se llevó entonces la bronca por suplir a Aimar. Pero el público se reconcilió al final con su equipo, al menos con su portero, que había salvado un partido muy feo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.