El Barça también sabe remangarse
Los azulgrana resuelven en un cuarto de hora ante un Athletic que marcó primero
Resopló el Barcelona ante el Athletic. Fue un partido competido y al tiempo desagradable. Los azulgrana jugaron menos que nunca y quedaron expuestos un buen rato a un resultado negativo por su mala defensa de las jugadas de estrategia. Los rojiblancos aguantaron a pie firme porque se organizaron bien y se tensionaron mejor. Nunca se rajaron.
Fue la clase de partidos que le gustan a Clemente para desdicha de Rijkaard. Le costó demasiado al Barça olvidarse del Athletic. La lesión de Xavi y la ausencia de Iniesta le han transformado en un equipo más opaco. Ya no juega de claqué, sino que se remanga y entra en el campo contrario como una manada de búfalos. No hay dudas, en cualquier caso, de su superioridad: se le puede reprochar muchas cosas cuando se le compara con su mejor versión, pero liquida los partidos con una gran facilidad. Ayer le bastaron quince minutos.
Juega siempre el Athletic dos partidos en uno: se enfrenta a sí mismo, sobre todo por las reiteradas concesiones defensivas que le han llevado hasta el antepenúltimo puesto del campeonato, y obviamente contra el rival, que ayer era nada menos que un líder que sumaba 15 victorias consecutivas, diez en la Liga, razón de más para pensar en la décima derrota vasca. Y, aunque se corrigió al punto de enfrentar con entereza los dos retos planteados, el Athletic volvió a perder, entre otras cosas porque cargó con un penalti que le dejó en fuera de juego. El empate le sacó abruptamente de un encuentro que amarraba de manera sorprendente tanto por el dominio del juego como del adversario. No contaba con el intervencionismo del colegiado, que, a instancias del linier, sancionó con el máximo castigo una mano de Amorebieta después de un centro intrascendente de Ronaldinho.
El penalti marcó un punto de inflexión decisivo en el partido porque permitió el rearme del Barcelona. Los azulgrana completaron un cuarto de hora espléndido entre el final de la primera parte y el inicio de la segunda, el tiempo justo para firmar un remonte suficientemente rotundo como para ponerse a salvo de cualquier sospecha arbitral. Marcadas las diferencias, los barcelonistas se relajaron tanto que acabaron el encuentro de mala manera, con Deco expulsado, y el Athletic tan bravo y enfadado como impotente, una actitud que la hinchada barcelonista replicó con gritos despectivos que mandaban al equipo a Segunda. Le costó al Barça olvidarse del Athletic. La refriega discurrió, al fin al cabo, por los márgenes que le gustan a Clemente.
Espantado por la goleada de Chamartín, el técnico de Barakaldo acudió bien abrigado al Camp Nou. Arropó a Lafuente con una defensa de cinco y se desplegó con Yeste y Etxeberria mientras Llorente se quedaba como punto y final. La propuesta de Clemente agradó al equipo, que se sintió a gusto, sobre todo porque encontró alivio tanto en los marcajes como en sus salidas ofensivas, sobre todo en las acciones a balón parado, en las que Llorente le sacaba siempre un palmo a la guardia pretoriana barcelonista: Oleguer, Márquez, Puyol, Edmilson y Van Bommel. Rijkaard se había plegado al poderío físico del Athletic. Prefirió a Van Bommel en vez de Iniesta y no sacó ni una sola ventaja en la elección. El Barça se defendía mal en las jugadas de estrategia, sangraba en cada mano a mano de Etxeberria con Gio y, además, no encontraba la manera de alcanzar el área rival.
Lacruz tomó muy bien a Ronaldinho, los centrales practicaron una buena defensa de ayudas y los medios se replegaron estupendamente. Los azulgrana se enredaron en la línea de medios. A falta de línea de pase y de juego por las bandas, jugaron demasiado al pie, sin dinámica, de manera improductiva. Tomaron además un gol a la salida de un córner y les pudo la impaciencia, tanto que Valdés salvó un segundo gol en una contra de Etxeberria. El Athletic se crecía en la misma medida que se encogía el Barça. Hasta que Amorebieta metió la mano en un centro de Ronaldinho y el linier marcó el punto de penalti.
No falló Ronaldinho y el Barcelona se reafirmó en su juego combinativo e incontenible hasta que alcanzó el segundo gol desde la presión y la combatividad. Van Bommel cambió para mejor nada más salir del descanso, se dio la vuelta para jugar de cara en vez de espaldas y el equipo recuperó la velocidad, el ritmo, la ambición, la llegada y la puntería.
La ráfaga de fútbol azulgrana, animada por la competitividad de Messi y la genialidad de Ronaldinho, sobrepasó al Atheltic, que nada tuvo que decir hasta que el Barcelona se dio por satisfecho. Los rojiblancos cambiaron piezas progresivamente para atacar mejor y salieron de la cancha con entereza. Los azulgrana, en cambio, perdieron a Deco después de sumar su 17ª victoria consecutiva y rubricar la mejor primera vuelta de su historia.
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