El Athletic cae en picado
El Alavés se da un festín en San Mamés y desnuda las carencias del equipo de Clemente
Hoy por hoy, si no fuera por el corazón, el Athletic no sería nada: un grupo amorfo, atolondrado, mal ubicado en el campo, con algunos desplantes al sol y las típicas dosis de mala suerte que suelen acompañar a los perdedores de la película. Si no fuera por el corazón y el público —que viene a ser lo mismo—, es tan poca cosa el Athletic que el Alavés de Piterman no sólo le ganó el partido sino que le ganó en todo: en estrategia, en velocidad, en habilidad, en saber estar, en calidad individual, y colectiva, y en el marcador.
El Athletic se ha encomendado a Javier Clemente, su viejo icono, que hoy debutaba por tercera vez en el banquillo de San Mamés, para vencer el pánico que se apodera día a día de La Catedral. El rubio de Barakaldo, fiel a su estilo —genio y figura— y acuciado por las bajas que asolan el centro del campo, se sacó a Lacruz de la chistera para que jugase a ratos de tercer central, a ratos de medio centro. La conclusión fue desoladora: el Athletic jugó sesenta minutos con diez futbolistas porque el chico jamás supo qué hacer, sobre todo ante un Alavés que aplicó por igual su superioridad numérica en esa zona y su dinamismo para desdoblarse en ataque.
A Clemente le gustan las partidas fuertes y arriesgadas. Hoy perdió. Pero no fue el único. Murillo vivió la peor tarde de su vida desde que debutó en el Athletic, ridiculizado por Nené, un lujo para el Alavés, que a priori no iba a jugar en beneficio de Bodipo, quien no se recuperó a tiempo. Bueno sí, porque salió al final y marcó el segundo gol. La sangría de los centrales rojiblancos es imparable. No atacan el balón, lo dejan botar para perder la ventaja y no lo saben sacar jugado. Por eso a los seis minutos ya ganaba el Alavés, que se había cosido el balón a la bota gracias a las filigranas de Nené (nunca nadie ha jugado tanto de tacón en San Mamés en los últimos 20 años) y al coraje de Astudillo (que debió ser expulsado, como Yeste, ambos perdonados por un mal árbitro) o la sabiduría de Jandro, siempre bien colocado.
Pero el fútbol tiene paradojas inexplicables. En el peor partido de la década del Athletic, Etxeberria se pareció a sí mismo y dejó dos o tres balones de gol que por falta de costumbre sus compañeros dejaron pasar. Los estadísticos rojiblancos dirán que el Athletic chocó dos veces con la madera (Urzaiz y Prieto) y que Yeste falló un penalti inexistente de Sarriegi.
Pero lo cierto es que el Athletic no carbura, no piensa, y que el Alavés le dió un repaso en toda regla. Desde el portero hasta el delantero centro, todos fueron superiores a los rojiblancos.
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