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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Villarreal impone su estilo

El Valencia paga su indefinición en El Madrigal y Quique Flores tarda demasiado en hacer las sustituciones

Es la ventaja del Villarreal: tener claro cómo jugar. La paciencia, la confianza, la certeza de que, tarde o temprano, aparecerá el gol. Aunque sea de la manera más insípida, tras otro error en cadena de la zaga valencianista (Carboni que rompe el fuera de juego y Ayala que cabecea hacia atrás y deja solo a Figueroa). No importa. El cuadro de Pellegrini está convencido de que su estilo elaborado, alegre, sin extremos, pero con dos delanteros y otro como si lo fuera (Riquelme), acabará triunfando, sea en Lisboa o en Vila-real. Apenas varía. Es constante en su propuesta, aunque anoche no fuese especialmente luminosa. Notó el cansancio de su choque el jueves en la Champions ante el Benfica. No precisó ni siquiera de que el gran Riquelme ofreciera su mejor versión; bastó con la de Senna, Cazorla y la del joven portero Barbosa, que ha vuelto a la titularidad tras la lesión de Viera con una fuerza extraordinaria. Hasta siete paradas de mérito colección el espigado arquero argentino procedente de Banfield.

Como él, el Villarreal es un equipo joven, que sigue creciendo cada jornada, mientras que el Valencia, más allá del espejismo del Bernabéu, huele a desgastado desde el año pasado. A carcoma. Los tiempos de Benítez ya nunca volverán. Por mucho que ahora Quique Flores insista con el mismo esquema y casi los mismos hombres. Ya no funciona: ni Quique es Benítez ni la mayoría de sus futbolistas es ni sombra de lo que fueron. Si a eso se añade que los nuevos (sólo dos ayer, Miguel y Villa) tampoco son la locomotora que precisaba un grupo varado en el barro, el resultado es tan pésimo como el de anoche.

Hundidos Albelda y Baraja junto a sus dos centrales, el Valencia se aleja demasiado de sus hombres de ataque. No desdoblan nunca, se combinan entre ellos en horizontal, no conectan con Aimar, que está demasiado colgado arriba, y el ataque se hace muy previsible. Anodino. También porque Angulo sigue en el pozo y Vicente, sometido a marcajes muy severos, necesita un descanso. Ayer el extremo zurdo arrancó bien el partido, enseñándole el dorsal a Javi Venta, pero cuando éste recurrió al juego sucio para pararlo (sobre todo un pisotón al tobillo derecho que dolió sólo de verlo), Vicente se inhibió. También porque a Javi Venta le ayudaba siempre por ese lado Cazorla, que sobresalió en el combinado amarillo. El joven centrocampista asturiano es uno de los futbolistas más técnicos de la Liga, y deja un par de perlas en cada partido.

El Villarreal se refugió tras el descanso, consciente de que su rival sufre cuando debe llevar la inciativa. Y llegó la primera ocasión del Valencia, tras una entrada de Miguel hasta la línea de fondo. Aimar encendió la luz en dos fogonazos. Primero un pase suave que dejó solo a Villa ante Barbosa. Y después un eslálom que habilitó a Miguel para que probara los reflejos del portero argentino. Con Reina en la grada, recién aterrizado de Liverpool, el joven Barbosa fue un digno sustituto, una bendición para su equipo.

El cuadro de Pellegrini empezó a notar el esfuerzo de Portugal y al Valencia se le abrieron algunas puertas. Siempre y cuando el balón no cayera en pies de Angulo, pues el interior asturiano se encargaría sistemáticamente de desperdiciarlo. En realidad, sólo Aimar, con regates secos que le daban superioridad numérica, daba la sensación de poder romper a su rival. No Vicente, que entró en una fase total de ofuscación. La misma de Baraja. Idéntica a la de la semana pasada ante el Racing.

A medida que crecía la figura de Senna, disminuía la de sus adversarios, muy separados unos de otros, desconectados. Sin que Quique moviera nada del banquillo hasta el minuto 80. Entró Mista por el desaparecido Angulo. Y hubo un efecto inmediato. El Valencia volvió a poner a prueba a Barbosa y éste, muy ágil y rápido, volvió a convertirse en el héroe del conjunto amarillo.

El poblema para el Valencia fue que esa sustitución llegó demasiado tarde, lo mismo que le sucedió la semana anterior ante el Racing. Albelda volcó su frustración en una patada feísima sobre el imparable Cazorla. El partido se desató, ante el cansancio de unos y la desesperación de los otros. Y Quique soltó lastre con la retirada de Albelda a favor de Kluivert, pero, claro, era el minuto 88. No es que arriesgara demasiado el entrenador valencianista, al que le esperan ahora dos semanas larguísimas hasta el próximo partido de Liga.

Figueroa, con los brazos en alto, celebra su gol, el único del partido
Figueroa, con los brazos en alto, celebra su gol, el único del partido

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