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Crónica:FÚTBOL | Cuarta jornada de la Liga de Campeones
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Villarreal se hace grande en Lisboa

El cuadro de Pellegrini vence al Benfica tras un gol de Senna y se coloca líder del grupo

Ya se sabe cómo golpean al balón los brasileños, con una parte imposible del empeine y con una trayectoria imprevisible de la pelota. Eso, sin embargo, no parecía anoche suficiente para que el disparo de Senna, desde casi 30 metros, acabara en las redes como acabó.

Ya se sabe cómo golpean al balón los brasileños, con una parte imposible del empeine y con una trayectoria imprevisible de la pelota. Eso, sin embargo, no parecía anoche suficiente para que el disparo de Senna, desde casi 30 metros, acabara en las redes como acabó. El meta portugués, el joven e inexperto Rui Nereu, tercer portero del club lisboeta que jugó anoche por la lesión de los otros dos, se la tragó. Quiso pintar una palomita y el balón se le escurrió por entre las costillas. La alegría de Senna fue incontenible y se echó al césped como una marioneta, como si no pudiera creérselo. No era para menos. El tanto ponía al Villarreal en las nubes, a la cabeza del grupo, con una victoria en campo de un buen Benfica que se vio superado por un gran Villarreal, sobre todo en la primera parte. En realidad, el choque estuvo igualadísimo, como lo había estado en el Madrigal, con un tiempo para cada equipo, pero con actuaciones divergentes de los dos imberbes guardametas. Mientras uno, Rui Nereu, falló en el momento decisivo, el otro, Barbosa, anduvo providencial en muchos pequeños detalles.

Arrogante comenzó anoche el Villarreal, en absoluto intimidado con la larga historia del estadio Da Luz. Serio. Dando una exhibición de técnica en campo del anfitrión que le permitía sobar el balón durante minutos a la espera de que apareciera el espacio mortal. Apareció al borde de la media hora, cuando Riquelme culminó un ataque larguísimo con un disparo frontal a media altura que rebotó en los puños de Rui Nereu, que pasaba una prueba de fuego. Y que no superó como comprobaría Senna al final del encuentro.

Muy bien plantado, con un porte muy elegante, el cuadro de Pellegrini mandó en el primer tiempo en Lisboa. Liderado por un sereno Quique Álvarez atrás y por un contundente Josico que trazó la línea a partir de la cual quería comenzar a jugar. Ahí entraba en acción Riquelme, limpiando la zona de hombres de rojo. Sintiéndose el rey del mambo. Dándole la razón a Koeman, que dijo en la previa que no había manera de frenar a Riquelme. Después había varios recursos. Imprevisible Sorín, surgía por el lugar menos pensado. Hiperactivo Forlán, barría todo el ataque perseguido por defensas portugueses. Faltó el gol, pero todo lo demás resultó irreprochable. Tanto que Koeman se fue al descanso clamando contra el árbitro aunque, en realidad, había otros motivos más poderosos: sus chicos se habían sentido muy incómodos, siempre a rebufo de los visitantes.

El público benfiquista saludó con un aullido el nombre de Simao al anunciarse por megafonía, señal de que adoran a su capitán. Simao se ubicó en el extremo izquierdo, dibujándole un caño a Javi Venta en la primera ocasión que se encontraron. Fue un momento de debilidad del lateral asturiano, que se sobrepuso a base de coraje y de velocidad.

Enchufadísimo como estaba, fue doloroso ver caer lesionado a Forlán en el arranque de la segunda parte, advirtiéndole a Pellegrini, que estaba a pocos metros, que no podía seguir. Entró Lucho Figueroa justo cuando el Benfica, ahora sí, lograba desbordar por las bandas a la defensa amarilla. Jugó con mucha más agresividad el conjunto luso, le apretó las tuercas a Riquelme, siguiendo, se supone, las órdenes de Koeman en el descanso. El partido se puso precioso y al ataque de uno le seguía el del otro. A toda pastilla. En ésas José Mari envío de cabeza un maravilloso pase en profundidad a Figueroa, pero el delantero argentino no estuvo lo suficientemente rápido y se le adelantó el portero. Era, sin embargo, el Benfica el que asumía el mando como demostró el gol de cabeza de Nuno Gomes que anuló el árbitro por fuera de juego. Lo mismo que le ocurrió poco después a Figueroa, que también se quedó sin su gol por el mismo motivo.

No tenía su día José Mari, así que Pellegrini optó por Guayre, que siempre es una garantía de velocidad. Pilló malos tiempos el extremo canario, pues fueron minutos de asedio lisboeta a la meta de Barbosa a los que respondió muy bien, entre otros, el lateral izquierdo Arruabarrena, muy recuperado respecto a anteriores actuaciones. El Villarreal apretó los dientes y aguantó, confiando en algún contragolpe. Pero no fue eso, sino la irrupción inesperada del disparo de Senna, que puso el pie como debía, el balón voló casi 30 metros y el bisoño portero portugués se lo zampó para que el Villarreal se hiciera grande en Europa.

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