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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Valencia descubre el espejismo

El equipo de Quique Flores destapa sus carencias ante un Sevilla que jugó muy unido

Finalizada la jornada de ayer, el Valencia descubrió el espejismo. El que le había hecho pensar que era de nuevo un gran equipo, como aquél que ganó dos Ligas. No lo es. Ni por asomo. Su exhibición en el estadio Bernabéu la debió en gran parte a ese esmirriado Madrid que se vio el miércoles en Riazor. Y, como se apreció anoche en Mestalla, donde destapó su debilidad cuando se encontró con un rival de verdad, de los que unen las líneas y salen como cohetes. Con una pareja de centrales, David Navarro y Ocio, que mantuvo inédito toda la noche a Villa, el mismo que ante el Madrid pareció imparable. Con un centro del campo multiplicado y resplandeciente, todo de blanco, ya que el anfitrión había tenido la deferencia de renunciar a su primer uniforme y permitírselo al rival para criticar un gesto político con otro. Y con Saviola y Luis Fabiano arriba, que fueron como la leña y el fuego. Por si eso fuera poco, regresaba a casa Palop, que participó poco, pero fue selecto en sus intervenciones, sobre todo en un disparo de Kluivert, raso y pegado al palo, que salvó el meta valenciano en el último instante. Y, cosas de la vida, acabó siendo aplaudido por el que fuera tanto tiempo su público, aunque esta vez estuviera en la portería equivocada. Le devolvió su honradez y su valencianismo. Y él se sintió el hombre más feliz del mundo al acabar el encuentro devolviendo a la gente los aplausos y recibiendo los abrazos de sus compañeros.

La impotencia valencianista la representó entre otros el lateral derecho portugués Caneira, preferido por Quique Flores a su compatriota Miguel porque se suponía que defendía mejor. Se suponía hasta que vio llegar a Adriano. Lo vio llegar, pero también partir. Cuatro veces. Y alcanzar la línea de fondo, centrar y observar cómo Luis Fabiano tocaba de espuela para batir a un atónito Cañizares. Un bello tanto que destapó las vergüenzas del Valencia, que presiona mal y corre demasiado. Al contrario que en la época de Rafa Benítez, tan presente en la mente de Quique, la defensa presiona una decena de metros más atrás, el rival sale de su campo con más facilidad y el propio Valencia debe correr el doble.

Mestalla dedicó una ovación a Palop antes de iniciarse el segundo tiempo, señal de que la gente es agradecida. Después también aplaudió a Cañizares para que no se pusiera celoso. Quique, en cambio, no cambió nada pese a que el público empezó a silbar los pases errados de Caneira. El Sevilla tenía dinamita por ambos extremos, como demostró poco después Alves, que vio cómo chocaban entre sí los defensores locales hasta dejarle limpia la línea de fondo. Desde allí centró, a Cañizares le faltó decisión para salir y Ayala, en una postura muy incómoda, marcó en su propia portería.

Con el 0-2 y el rigor defensivo del Sevilla, el partido se le empinó a Quique, que optó por Kluivert tras cinco semanas ausente por lesión. Y, sí, mejoró el Valencia, aunque sólo fuese porque ya no jugaba con uno menos: Caneira. Y Kluivert le dio un par de detalles de clase. Comenzó a conectar con Aimar, pero eso tampoco puso nervioso al Sevilla, que sabe defenderse. Y contraatacar, además de contar con un portero con experiencia para defender bien la meta de Mestalla. La cerró a última hora ante los disparos desesperados de Kluivert, el único que le puso realmente a prueba. Mestalla, que había recibido con grandes honores a su equipo, lo despidió con una bronca atenuada por el reconocimiento a Palop.

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