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Crónica:FÚTBOL | Tercera jornada de la Liga de Campeones
Crónica
Texto informativo con interpretación

El día de Woodgate

Un gol del inglés desatasca al Madrid perezoso, pero que arrasó al débil Rosenborg en el segundo tiempo

Un ligero arreón le bastó al Madrid para marcar la distancia con un rival, el Rosenborg, al que le dio 45 minutos de ventaja. Justo el tiempo que tardó Luxemburgo en desplegar el plan A, el que incluye a Guti en las segundas partes. Es curioso, pero el brasileño se ha especializado por una puesta en escena en la que prevalece el plan B —el que envida por el actual Zidane para homenajear al inolvidable Zidane—. Ocurrió ante el Atlético, se repitió ayer y será una lata en el futuro si una conjura astral no lo remedia.

Con Guti de costurero y un mayor empeño colectivo, el Madrid le dio un repaso considerable al Rosenborg durante el segundo tiempo. Lo mismo dio que Ronaldo estuviera herido. Sin el carpanta , al Rosenborg le podía zurrar cualquiera que se lo propusiera. Del resto ya se encargaban los propios jugadores escandinavos, un equipo ramplón y con defensas de plastilina. Con un poco de adrenalina, era la noche perfecta para quien quisiera reivindicarse. Caso de Woodgate, que, por fin, tuvo su día de gloria en el Madrid. Del inglés se sabía poco. Al menos en el campo, no en la enfermería, de la que ha sido paciente habitual. De Woodgate en el césped no había más noticias que los dos goles que hasta la fecha se había marcado en propia puerta. La maldición de Spasicrmuraban ya los más pesimistas. Pichichi Woodgate, decían con sorna en el vestuario. Pero anoche, ya en serio, se ganó el apelativo: Woodgate anotó el empate que lanzó al Madrid hacia la goleada. El inglés, con toda justicia, lo festejó con quien ha sido su gran compañero de fatigas desde que llegara al Madrid: el doctor Del Corral.

Rehabilitado el central inglés, la noche también estaba hecha a la medida de Raúl. Él también tenía algo que celebrar: su partido centenario en la Copa de Europa. Y Raúl fue el Raúl del primer día y sopló las velas a su manera, con un gol. Kvarme, aquel pésimo central que, incomprensiblemente, en un tiempo defendió a la Real, se sumó al cumpleaños con una pifia descomunal. Pese al papelón del defensa noruego, que regaló la pelota a Raúl, fue un bello tanto, con una pisada de pelota para despistar al portero contrario antes de embocar. Una pisada que, a buen seguro, el capitán aprendió en su día de Suker, que tiene los derechos de autor de la jugada.

Antes de los confetis del segundo tramo, Chamartín asistió a un partido europeo mil veces visto, con el Madrid remolón. Ante un rival sin cartel y de corte metalúrgico, el equipo de Luxemburgo [/EMPTYTAG]se dejó enredar de mala manera. Tardó más de media hora en echar un vistazo al partido y concedió un gol parvulario que retrató la actitud de algunos. De Roberto Carlos, sobre todo. Cuesta creer que un equipo del vuelo del Madrid regale las dos bandas al contrario en pleno ataque de éste. Ni siquiera fue en una contra. En una transición rutinaria, resulta que el Rosenborg, que circulaba por la orilla derecha de la defensa madridista, se encontró con que Diogo estaba descarrilado, más cerca de sus delanteros que de sus defensas. Storflor, agradecido al uruguayo, dio un paso al frente, levantó las cejas y se encontró que por la otra ribera, por la de Roberto Carlos, también había un boquete considerable. El experto lateral se había tomado con tal desgana la cita que se olvidó de un principio jurásico en el fútbol: jamás pueden irse de la mano al ataque los dos laterales. Con Helguera y Woodgate colgados por sus laterales, Storflor cruzó la pelota a Strand, que llegó solo ante Casillas y marcó. Bueno, en realidad, al veterano capitán noruego le acompañaba Roberto Carlos, que se había dado un paseo de vuelta y ni molestó a Strand.

El gol noruego castigó la apatía del Madrid, un equipo que cedió todo el protagonismo inicial a Diogo, un futbolista animoso y con depósito, pero poco sutil. Alrededor del impetuoso jugador uruguayo, el Madrid no expuso nada, salvo unos cuantos azotes repartidos por Pablo García, que en el primer cuarto de hora ya tenía una tarjeta. Por fortuna para él, el árbitro inglés le concedió la condicional el resto de la noche. Tampoco había noticias de Robinho, al que el Bernabéu espera con ansias desde su explosivo estreno en Cádiz. Un ansia que le llega al brasileño, al que se le nota un tanto desenfocado. Como es lógico, aún no ha encontrado su sitio en el campo ni su papel en la plantilla. Una confusión que le hace jugar demasiado revolucionado, como si cada vez que recibiera la pelota se sintiera obligado a pagar las cuitas de su sonoro fichaje.

Ayer fue otro fichaje el que copó las portadas: Woodgate. Él rescató al Madrid y, por una vez en mucho tiempo, se sintió futbolista con mayúsculas. Al margen de los puntos, la resurrección del inglés y el merecido gol que se regaló Raúl fueron las mejores pinceladas de la noche. También fue el día de Guti, pero quién sabe si esta vez le servirá para mutar su papel de telonero.

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