_
_
_
_
_
Crónica:FÚTBOL | Tercera jornada de la Liga de Campeones
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Chelsea tiene piel de elefante

El Betis amagó al principio, pero no fue rival para los de Mourinho, que forman el equipo profesional por excelencia

El fútbol también es cuestión de espesor. El Betis es un equipo que apunta maneras y tiene algunos jugadores interesantes. Podía presumirse una buena actuación en Stamford Bridge si el equipo funcionaba a la altura de sus mejores jugadores, si sus mejores ofrecían su mejor registro, si no había distracciones, si nadie se dejaba impresionar por el equipo que marca el paso en Europa. Demasiadas condiciones para nada bueno. El Betis tuvo sus cinco minutos decentes y amenazó al Chelsea con un partido que no se produjo. Al Betis le faltó el espesor del Chelsea, el equipo profesional por excelencia. Juegue bien o mal, funciona con una intensidad a la que no llega el Betis ni de lejos. Es cierto que no tiene a un presidente de chequera inagotable, pero eso no explica suficientemente la diferencia que se observó en Stamford Bridge. Al Chelsea le importó poco su discreta actuación en el primer tiempo. Lo terminó con dos goles de ventaja. Dos concesiones del Betis, dos ingenuidades demoledoras frente a un equipo que rara vez se equivoca. Al superficial Betis se opuso el Chelsea y su piel de elefante.

No le sirvió de nada al equipo español su prometedor arranque, con tres llegadas que no desestabilizaron al Chelsea. Simplemente, se anunció un partido falso. Durante un rato, el Betis movió la pelota con soltura y se defendió con ciertas garantías. En el medio campo, Rivera tiraba hilos y los demás respondían a su alrededor. Dos oportunidades del Betis —un centro de Joaquín que se envenenó en el último momento y una imperfecta media vuelta de Edu— no impresionaron al Chelsea. No estaba cómodo en el partido, no encontraba a Drogba, no funcionaba con facilidad en el medio campo, pero el Chelsea proyecta una idea curiosa: daba una sensación absoluta de superioridad. Estaba seguro de lo que hacía. No se descompuso nunca. Sólo esperó su momento. Podía llegar de varias maneras: por la calidad de sus jugadores o por los errores del Betis. Del primer error se encargó Varela, que comenzó a conducir la pelota y se la entregó a Essien en el peor momento y en la peor zona posible. Essien interceptó el balón y buscó rápidamente a Drogba, que aprovechó el desconcierto defensivo. Se perfiló ante Doblas y le batió en el mano a mano.

Sin ningún alarde, el Chelsea tenía el partido en sus manos. Cazó el gol en el primer error del Betis y remató la noche en el segundo fallo. Esta vez lo protagonizó Doblas, que convirtió una sencilla intervención en un desastre irreparable. Lampard lanzó una falta intrascendente: la pelota salió blanda y nadie acudió al remate. Doblas estiró los brazos para atajar el centro y, de repente, sufrió un ataque de pánico. Soltó el balón, llegó como un tiro Carvalho y el Betis recibió el segundo tanto. Lo que se anunciaba como un encuentro interesante derivó en un paseo imperial del Chelsea. Es temible en casi todos los aspectos del juego, pero resulta especialmente letal en el contragolpe.

Todo el segundo tiempo fue un manual del contragolpe. El Betis estuvo desarbolado, sin ningún recurso. Había apuntado alguna cosa, pero los errores fueron devastadores. En la Copa de Europa, frente a rivales de la naturaleza del Chelsea, o se hace el partido perfecto o la derrota es inevitable. Regresó derrotado al campo, sometido a la peor tortura. Manejaba el balón, pero su fútbol era artificioso, sin ninguna contundencia. Era un equipo caído. El Chelsea representó exactamente lo contrario, un equipo que sabe lo que tiene que hacer en cada momento. Un equipo adulto. La segunda parte fue un entrenamiento. Se tapó un poco y fue desplegando contragolpes cada vez que interceptaba la pelota. En uno de ellos apareció Joe Cole, uno de los jugadores ingleses más creativos. Mourinho lo ha modelado en las dos últimas temporadas. Cole es ahora un futbolista más concreto y directo. Y todavía mantiene la chispa. Colocó un remate magnífico, lleno de sutileza y precisión, que superó a Doblas.

El cuarto fue todavía mejor. El contragolpe en su máxima expresión: la apertura de Lampard hacia el costado derecho, la galopada de Wright-Philips, el centro y el cabezazo intempestivo de Hernán Crespo. Todo en un instante. Fue una belleza de gol y la representación de lo que sucedió en un partido que explicó esencialmente la diferencia de espesor entre dos equipos.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_