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Crónica:FÚTBOL | Séptima jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Valencia gana sufriendo

Vicente se reivindica en un discreto partido ante el Málaga (2-1)

En ese proceso de regeneración que Quique cree estar sometiendo a su equipo, el Valencia sólo sabe ganar con agonía. Mostrando sus jugadores fugaces destellos de quienes fueron, aquellos que ganaron dos Ligas, para desvanecerse de pronto en el último tramo y confiar de nuevo en la inspiración de Cañizares. Le sucedió ante el Betis, la Real Sociedad y el Málaga, los tres partidos que ha ganado. No es consistente el Valencia y de ahí su sufrimiento. Ayer ante un rival muy discreto que sólo al final, con la entrada de Pablo Couñago, declaró que era un verdadero enemigo.

El delantero gallego devuelto del exilio rozó el empate, pero saltó el gato Cañizares para evitarlo. Si bien quien se reivindicó ayer fue Vicente, en una notable media hora final jugada curiosamente como extremo derecho. A lo mejor era eso todo lo que necesitaba: un cambio de aires. Desbordó por la derecha como ya no solía por la izquierda, marcó un gol y se llevó la ovación de la tarde en Mestalla, que estaba de su parte en el conflicto que mantuvo esta semana con la selección.

Con el gol a favor (m. 9), el Valencia se sintió como liberado de atacar, satisfecho de jugar con ventaja, encantado de haberse conocido. Cedió la pelota, dejó algún detalle sobresaliente de Baraja (un enorme cambio de orientación con la izquierda de 50 metros) y se limitó a enseñar una superioridad contenida. Latente. Obligado a atacar, el Málaga mostró que sólo tenía una jugada, tan previsible como monótina: el bombeo largo que buscaban Salva y Morales.

En medio del sopor, Quique efectuó una sustitución que guardaba otros tres cambios: Regueiro entraba por el carril del 10, Angulo se convertía en segundo delantero y Vicente se iba al extremo derecho. Y el más beneficiado resultó el extremo valenciano, que protagonizó una soberbia incursión por el balcón del área entre medias de un sándwich de los dos centrales andaluces. Sentenciado parecía el partido hasta que el Málaga decidió elaborar sus jugadas, llegar hasta el fondo y el centro atrás de Nacho lo remató, bajo palos, Salva.

Estaba vivo el cuadro de Tapia y mucho más con la entrada de Pablo Couñago. Su cabezazo peinado sólo lo desbarató la colocación de Cañizares. Salió como un tiro Couñago y poco después dejó tirados a Albelda y Marchena en apenas un metro. De nuevo Cañizares hubo de acudir al rescate con una parada acrobática: volando hacia delante y hacia un costado simultáneamente.

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