El Barça acelera cerca de la meta
Alarde de autoridad de los azulgrana en Riazor, donde resistieron la última media hora con un hombre menos
Lanzado hacia un título que ya nadie está en condiciones de discutirle, el Barcelona ha dado el último acelerón, dispuesto a cruzar la meta con varias semanas de anticipo para tumbarse a la bartola mientras los demás compiten por los premios menores. En Riazor, donde el Madrid había sufrido hace poco una sangría, el Barça protagonizó otro alarde de autoridad. Marcó muy pronto, tras una salida vertiginosa, y desde ese momento impuso su rango para manejar el partido sin grandes dificultades. Ni siquiera se descompuso el Barça en la última media hora, que jugó en inferioridad por la expulsión de Márquez. Todo el voluntarismo del Depor resultó estéril ante la confianza de un equipo que ya se sabe campeón.
En un par de minutos, el Depor comprobó fehacientemente la distancia que separa este año al Barça del Madrid. Hace tres semanas, al cuadro de Irureta le bastó con enchufarse al partido a todo voltaje para achicharrar al Madrid con las primeras sacudidas. Anoche intentó repetir la fórmula desde el primer momento. Pero esta vez sí había rival. Uno de mucho cuidado. Y en absoluto dispuesto a dejarse madrugar el mando del juego. Frente a la ardorosa acometida local, el Barça desplegó toda su energía. En ese aspecto, casi nadie puede competir en el equipo con Deco y Giuly, que despertaron en Riazor amargos recuerdos de la pasada Copa de Europa, cuando, uno en el Oporto y el otro en el Mónaco, causaron tantas aflicciones al deportivismo.
El Barça ni siquiera necesitó de Ronaldinho y Eto'o para atemperar el vigor inicial de su adversario. Deco tomó el hilo del juego en el centro y hurgó sin piedad en la banda izquierda del Depor, donde las aceleraciones de Giuly, puntualmente acompañadas por Belletti, condenaron a Romero a vivir un suplicio. No tardó ni diez minutos el Barça en sacar fruto, aunque necesitase de una jugada un tanto rocambolesca. Márquez lanzó una falta al borde del área, que Munúa sacó a duras penas hacia su flanco derecho. La bola le cayó a Sylvinho, que intentó rematar y lo que le salió en realidad fue un centro al segundo palo donde Giuly, sin nadie que le incordiase, sólo tuvo que empujar a la red.
Le costó al Depor recuperarse del bofetón, que por momentos pareció el augurio de un buen vapuleo. El Barça, insultante en su dominio durante un rato, se volvió cada vez más calculador y fue dosificando el juego y los esfuerzos. El Depor, siempre enérgico a pesar del desconcierto en que lo sumió el gol en contra, encontró margen para reaccionar. Y además apareció la clarividencia de Valerón para buscar espacios por detrás de la defensa del Barça. Fueron los pases del canario un ejemplo de rapidez mental y de precisión, los que alimentaron la esperanza local. El Depor tuvo desde entonces más presencia en el campo rival. Cierto que el Barça nunca perdió la ocasión de replicar, lo que, en algunos momentos, hizo del duelo un bonito intercambio de golpes. El Depor no acabó de meter al Barça en apuros de verdad. El ingenio de Valerón se perdió en sus intermitencias. Las bandas acompañaron poco, especialmente la izquierda, donde la aportación de Luque fue muy escasa. Y el delantero centro era Diego Tristán, con todo lo que eso significa desde hace ya demasiado tiempo: una calamidad que no se redime por mucho voluntarismo que le ponga, una presencia evanescente incapaz de hacerse con un balón que le llegue a más de cinco centímetros de la bota.
El Depor parecía metido en un atolladero hasta que, a los diez minutos de la segunda parte, Márquez cometió un descuido. Por los gestos con que abandonó el campo, el mexicano no había reparado en que ya arrastraba una tarjeta amarilla cuando se fue al suelo para cortar por lo sano un intento de avance de Valerón. El árbitro, casi siempre desastroso, no juzgó mal en esta ocasión y le adjudicó la segunda amarilla, que dejaba al Barça en inferioridad. Rijkaard no quiso ceder posiciones en el centro y reemplazó de inmediato a Giuly por Gerard. La tendencia se hizo más acusada poco después, al prescindir de Ronaldinho, quien se fue del partido sin dejar apenas un detalle, para ceder su puesto a Iniesta.En el Depor, Tristán y Luque siguieron dando tumbos, Valerón apareció cada vez menos, e Irureta lo intentó con el toque de Fran y la propuesta guerrillera de Munitis. Poca cosa para inquietar a un Barça muy seguro de sí mismo, que supo manejar el juego y, en los escasos momentos de peligro, tuvo a Valdés para ponerlo a salvo.
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