Guerrero vuelve a sonreír

El Athletic de Bilbao ha vuelto a encontrarse con la victoria, sensación que no disfrutaba desde que se llevó los tres puntos del Bernabéu, y ha recuperado así mismo parte de la paz perdida en los últimos días. El Albacete, por el contrario, sigue hundido en la parte baja de la clasificación y con una jornada menos por jugar.

La victoria en el Santiago Bernabéu sentó peor al Athletic que al Real Madrid. Desde aquel día los bilbaínos no saben lo que es celebrar una victoria. Fueron eliminados por el Austria de Viena de la Copa de la UEFA, después de empatar un partido y perder otro, y cayeron en Málaga. Además, Ernesto Valverde anunció que no seguirá en el club la próxima temporada, con lo que el clima que hay alrededor del equipo no es el mejor. De ello sacó fruto en los primeros minutos el Albacete o más concretamente Rubén Castro, olvidado por Martín Monteaguado en jornadas anteriores y que aprovechó un buen pase de Peña y el despiste de la defensa del Athletic para marcar.

Pero los hombres de Valverde supieron sobreponerse a todas las adversidades y desde el gol llevaron la iniciativa, obligaron al Albacete a encerrarse en su campo y terminaron por empatar. Merecido empate, aunque casi más por insistencia que por juego. Ezquerro devolvió la alegría a la grada, que antes se había quedado con el grito de gol en la garganta cuando el árbitro acertó al anular dos tantos a Urzaiz y Ezquerro.

El Athletic y su público vivieron en una angustia permanente, que no desapareció ni con el tanto de Lacruz, un gol quizá más importante de lo que piensan muchos de los presentes en San Mamés. Ese gol maquilló las deficiencias y las dudas en el juego del Athletic, aunque el que de verdad devolvió la sonrisa a todos los seguidores rojiblancos fue Julen Guerrero, que cerró el choque con un gol de falta directa. Su gol 100 con la camiseta del Athletic. El Albacete mantuvo el orden y poco más, porque no supo aprovechar el temor con el que se movió el Athletic durante todo el encuentro y terminó dejando la sensación que podía haber creado aún más problemas de los que creó, que no fueron pocos.