El Athletic consigue una engañosa victoria frente a un buen Valladolid (3-2)
Ambos equipos se citan para el partido de vuelta
La magia es lo que tiene: el primer día emociona, luego cada cual se dedica a buscarle el truco. Ayer en San Mamés había truco. De momento faltó el público, tan venerado por todos en la histórica remontada tres días antes contra Osasuna. Sería el anuncio de frío polar, el escaso tirón del rival, el exceso de confianza o vaya usted a saber qué conclusión psicológica, pero lo cierto es que el publico se quedó en casa. Algunos jugadores rojiblancos también. Algunos, como Urzaiz, recayeron imprevistamente de su lesión horas antes del partido y Ezquerro (que acabó jugando por fuerza mayor, es decir lesión de Yeste) estaba tocado. Dos futbolistas con pocos minutos —Arriaga y Jonan García— fueron reclamados por Valverde para incorporarse a la concentración, pero prefirieron esperar a momentos mejores aduciendo molestias no contempladas en su expediente médico actual. Luego reclamarán una oportunidad, una mayor presencia de los jóvenes, una mayor confianza del entrenador y del público en sus posibilidades. Ayer no. Hacía frío.
Y así el Atlhletic salió con un equipo de circunstancias y cansado frente a un rival crecido, cargado de suplentes, pero confiado en su fortuna y en su trabajo. Quien sale victorioso de campos como el Bernabéu agiganta su fe., Más aún si al minuto ocho Karanka te regala un gol en un centro que no era nada y en una jugada que era humo. Hay debate sobre si Karanka puede jugar en el Athletic, desde luego lo que no puede es jugar de vez en cuando: su estado de forma no se lo permite. Al final se fue y jugó Gurpegui, otro de los presuntos reservados (junto a Ezquerro) para Valencia.
Entre deserciones, problemas físicos, sobrecarga de partidos y demás, el Valladolid, con una actitud y una táctica encomiable (basada en la frescura de muchos de sus futbolistas), encontró un gol de forma rápida, cuando el Athletic aún no había despertado del sueño de una noche de invierno el pasado sábado en San Mamés. La Catedral se quedó helada, ajena a los problemas internos de la alineación y perpleja con la actitud del Valladolid, muy organizado y guiado por los impulsos de dos chicos viscerales, Chema y Moré, bien acompañados por el resto.
Tanto obligó el Valladolid que Valverde tuvo que tirar incluso de lo que no quería. Tuvo que jugar Ezquerro, por lesión de Yeste, de Gurpegui, por ineptitud de Karanka, de Javi González por agotamiento de Llorente (que hubiera sido reserva de no haberse descartado Urzaiz). Con todo en contra, el Athletic encontró los huecos para hilvanar otra remontada cuando no se antojaba reacción alguna. El Valladolid había apostado por ganar, a pesar de que Del Horno había empatado casi de forma inmediata. Tanto era así que en el descanso, Kresic le buscó las cosquillas a los debilísimos centrales del Athletic incluyendo a Aduriz, su goleador. Valverde reaccionó retirando a Karanka para dar entrada a Gurpegui y apuntalar un equipo con una vía de agua notable. Marcó Ezquerro, de cabeza, marcó Iraola, en un penalti discutible. Todo parecía encarrilado. Como una analgésico en un proceso febril. Todo en orden. Se mantenía la épica rojiblanca y el Athletic adquiría una renta bastante ventajosa para el partido de vuelta.
Pero el Valladolid estaba vivo. Tenía más ambición que fuerzas, sobre un terreno embarrado, para expresar que no había planteado un partido de comparsas con un cirio a los milagros. En el enésimo contragolpe, volvió a pillar descontrolada a la defensa rojiblanca. El último remate acabó en penalti (por mano) no menos discutible de Javi González (salvando un balón de gol) que transformó Aduriz. Es decir, sin magia, San Mamés resultó vulgar. La importancia se traslada a Zorrilla.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.