Francia pega el petardazo
El Mundial comenzó con una noticia que, por habitual, no deja de sorprender: perdió el campeón. Senegal, un equipo que disputa el torneo por primera vez, se impuso a Francia por un gol a cero, resultado que trae a la memoria las derrotas de Argentina frente a Bélgica en el partido inaugural del Mundial de España y ante Camerún en Italia 90. El partido confirmó la indiscutible capacidad competitiva de los equipos africanos y el chato juego de Francia cuando no se arma con Zidane.
Francia, que en Europa está considerada la selección más exuberante en el apartado físico, se encontró con un adversario igual o más atlético, como sucede con los otros dos representantes africanos en este Mundial. Eso significa que Camerún y Nigeria también pueden tener un alto grado de protagonismo.
A Senegal le sobraron energía, velocidad y potencia. Jugó un partido defensivo, pero no le faltó juego en varios futbolistas, especialmente en Fadiga, un centrocampista que se encargó personalmente de cuestionar la autoridad de Vieira, que perdió crédito: ni tuvo mucho quite, ni capacidad para dirigir el equipo. Cualquier pase de más de diez metros le viene largo.
Tampoco es que figure en el guión de Francia el liderazgo de Vieira en el juego. Para esas cosas está Zidane, que resulta más decisivo en la selección que en el Real Madrid. Sin Zidane, Francia es un equipo bastante frontal que no encuentra los caminos de gol. Le falta alguien que le aclare el panorama, de lo contrario está condenada a chocar. Ese alguien ha sido Zidane durante los últimos años. Pudo serlo Djorkaeff en sus mejores años, pero ahora le vienen un poco grandes las exigencias físicas de un Mundial. Se le vio envejecido y sin ideas.
El partido vino a situarnos en el Mundial anterior, donde Francia pasó graves problemas cada vez que se vio en la obligación de atacar. Su estructura está mejor perfilada para defenderse, pero ése no fue el caso frente a Senegal, que esperó y ganó. Era su papel frente al campeón. Su equipo, integrado por futbolistas veloces y poderosos, concedió escasas oportunidades a las jóvenes estrellas de la delantera francesa. Trezeguet remató al palo en el primer tiempo, pero no fue el delantero letal de los últimos tiempos. Henry tampoco se pudo imponer en sus carreras por el ala izquierda: siempre había un defensa igual de rápido para contestarle.
El resultado es un aviso para navegantes: el Mundial siempre es exigente. Ningún equipo tiene el derecho a jugar con suficiencia. Las consecuencias están a la vista. Para España también vale el aviso. Llega Eslovenia y, por débil que parezca, conviene no olvidar la lección que ayer dio Senegal en Seúl.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.