España triunfa con su pegada

España se metió en las semifinales del Europeo asfixiando a Rusia en los cuatro últimos minutos de un partido trepidante y que define cómo se las gasta esta nueva selección española.

Donde antes temblaban las muñecas y se atascaban los cerebros, ahora aparece el Juan Carlos Navarro o el Lucio Angulo de turno, más frescos que una lechuga, para resolver en un periquete. La importancia de la victoria de ayer es capital porque mete al equipo español entre los cuatro primeros del torneo, con posibilidad de luchar por una medalla y, además, lo clasifica para jugar el Mundial del año próximo en Indianápolis.

El triunfo de ayer alcanza una significación por encima incluso de la pragmática. Rellena esa carencia secular que tanto se ha echado de menos en esta selección. Hace dos años fue segunda en Francia pero, quitando ese evento, habitualmente un partido de cuartos de final venía constituyendo un martirio para el equipo. Los rivales se crecían en la misma medida en la que los jugadores españoles se encogían. Ayer, sucedió todo lo contrario. Después de más de 35 minutos en los que el marcador trabajó cansinamente, movido a cámara lenta por los esfuerzos sobrehumanos que costaba cada canasta, después de que casi todo ese tiempo el equipo ruso estuviera con ligeras ventajas, los jugadores españoles pusieron un punto y aparte. Y ello se produjo cuando el equipo ruso precisamente tenía un pie sobre el cuello del español.

Una canasta de Kirilenko elevó a cuatro tantos la desventaja española (53-49). Faltaban cuatro minutos y medio. Transcurrió el tiempo, España volvió a perder un balón en ataque, pero Pashutine, a falta de tres minutos y 40 segundos hizo pasos.

A partir de ese momento España logró un parcial espectacular que arruinó por completo al equipo ruso: 2-13. Casi nada. Alfonso Reyes, con un trabajo hercúleo bajo los aros, capturó su cuarto rebote ofensivo y anotó su punto número 13; Lucio Angulo robó dos balones que valieron su peso en oro y Navarro, sin ningún miedo pese a que había fallado hasta 12 lanzamientos al aro, anotó dos de sus características bombas. El poder resolutivo español, que siguió defendiendo con una garra que fue haciendo mella en el equipo ruso, le metió de lleno en semifinales.

Hasta que aquello sucedió había sido un día de actores secundarios. Los dos equipos tuvieron que echar mano de su gente del banquillo para alimentar el marcador. Las defensas fueron tan asfixiantes que Gasol y Kirilenko, las respectivas estrellas, hicieron mutis durante más de medio partido. La primera canasta en juego fue de Paraíso, transcurridos más de cuatro minutos y medio de juego y Bachminov, un pívot reserva sin cartel, llegó al descanso como máximo anotador. El embrollo de marcajes provocó unos atascos que no permitieron prácticamente a nadie resquicio para ver aro. Imbroda situó a Gasol sobre Panov y a Paraíso enganchado a Kirilenko. Eremin, el técnico ruso, prefirió que Kirilenko tomase a Gasol. Los cambios de emparejamientos produjeron una noria que difuminó los ataques de ambos equipos.

Hasta la segunda parte los mejores no empezaron a dejar sentir su peso sobre el partido que aún así acabó con flojísimos porcentajes de lanzamiento, como no podía ser de otra manera, destacando por ejemplo un 6% de España en triples (1 de 16 intentos) o el 36% de acierto total que compartieron ambos equipos. Pero España acabó el partido a toda pastilla y eso le valió un puesto para las semifinales de mañana en las que se enfrentará a Yugoslavia, la selección favorita, aunque el equipo español todavía no parece haber tocado techo.