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BALONCESTO | FINAL DE LA EUROLIGA

El Tau se exhibe en Bolonia (65-78)

El conjunto vitoriano ridiculiza en el primer asalto al teórico mejor equipo de Europa

Si la adversidad estimula al Tau, Oberto decidió colaborar en el empeño: en 3 minutos y 49 segundos de partido acumuló cuatro faltas personales, cobradas a partes iguales por la impericia particular y la rigurosidad arbitral. Un récord sólo equiparable a aquél de Stombergas en las semifinales ante el AEK con nueve triples de nueve intentos. Ambas cosas son casi igual de sobrenaturales. Así que a Alexander se le acumuló el trabajo en la misma medida que se le resolvía a su técnico, Ivanovic: en tres minutos, todo lo que tenía, con el recambio de un alero, estaba sobre el parqué. Cuestión de trabajar hasta la extenuación.

Y en esto surgió Alexander, el hombre gris, el que nunca tiene los ojos de los espectadores en su camiseta porque lo hace todo tan fácil que parece carecer de mérito, y se adueñó de los rebotes con una insolencia que amedrentó al Kinder hasta fundirle los plomos. Y con Alexander creció el Tau. Si el baloncesto no se puede concebir sin un uno y un cinco, el Tau los tenía ayer a pleno rendimiento. Pero la cantidad no resulta siempre el antídoto adecuado frente a la calidad. Y el Tau había apostado por la calidad. Foirest y Timinskas se multiplicaban por tres -en la defensa, en el ataque, en la conducción- practicando un baloncesto propio de curso de doctorado. A Scola no le intimida nada y fue el habitual guerrillero que practica la osadía de la juventud con una técnica nada despreciable.

La ventaja del Tau llegó a ser abismal. Dominar al Kinder, el equipo por antonomasia, por más de 20 puntos es casi someterle a un rídiculo espantoso. La única esperanza del Kinder radicaba en el desgaste del Tau más que en la capacidad propia. Messina llevó el partido al cuerpo a cuerpo: a agotar a Bennett en la presión, a asfixiar a Timinskas, su escudero; en definitiva, a hacer correr a un equipo sin banquillo que tarde o temprano debería derrumbarse en su propio sudor.

Pero el Tau es una roca demasiado dura. La serenidad le bastó ra resistir el tercer cuarto, cuando el Kinder apretó la presión y encontró en Frosini el único rival para Alexander. Fue un suspiro, un espejismo, un átomo de duda sobre la resistencia del equipo español. Pero, en casos como ésos, el Tau apela a la serenidad. Descomponerle es casi imposible a estas alturas. Ivanovic movió el banquillo con agilidad: dosificando a los jugadores, pero sin descomponer el conjunto. Y fueron cayendo los minutos, los puntos, incrementándose el recital de Alexander y el talento de Bennett hasta convenir una victoria que puede marcar la eliminatoria.

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