España cae en el descrédito total
El equipo de Erikkson abruma a un apático conjunto de Camacho sin necesidad de hacer un gran partido
España practicó el abstencionismo laboral en Villa Park y se encontró con una derrota muy dañina para Camacho y sus jugadores. El resultado tendrá efectos depresivos sobre la selección, que ya estaba apagada desde la Eurocopa. En los últimos meses, el prestigio del equipo ha sufrido una caída brutal, concretada en el partido de ayer. Frente a una Inglaterra abnegada, pero discreta, pagó su apatía, la falta de pasión que sobró en el primer año de Camacho, cuando cada partido era un festejo. Lo de Birmingham fue un funeral.
Amistosos se llaman estos partidos, y España se lo tomó tal cual, con mucha academia y poca fiebre. Los ingleses, que andan bastante tiesos, aguantaron a pie firme el banal rondo del equipo español en el arranque del encuentro y luego tiraron por la brava. Con más ardor que otra cosa, y con un excelente Scholes, comenzaron a imponerse centímetro a centímetro. Eso no hubiera significado gran cosa ante un adversario belicoso, pero España no estaba para guerrear. No pareció cómoda ni por la fecha del partido -seis titulares disputarán el Madrid-Barça del sábado y casi todos dieron la sensación de guardarse piernas y energía-, ni por el estado del terreno, un espejo que obligaba a medir las entradas con precisión, ni por la temperatura glacial. Y como el efervescente periodo del primer Camacho terminó en la Eurocopa, a España le sobraron las excusas para salirse de un partido que no ofrecía tantas complicaciones.
Por lo que se vio, Inglaterra atraviesa una situación delicada. Le falta fútbol y le sobran algunos malos jugadores. Sus defensas se abruman con el balón y cometen errores graves en el marcaje. Casi les favoreció la presencia de Urzaiz, un delantero a la inglesa que sirvió como referencia a Campbell y Ferdinand. Sabían que era cosa de saltar y chocar, que es para lo que han nacido en el fútbol. Este tipo de jugadores se abruman cuando tienen que perseguir a delanteros móviles, de los que sacan a los centrales de su sitio y dejan en evidencia sus limitaciones técnicas. Luis Enrique pertenece a esta clase de jugadores, pero las carencias de la selección por la banda izquierda le obligaron a jugar por el costado.
España se dio por satisfecha con el baile que dio a los ingleses en los 20 primeros minutos. A través de Guardiola y Helguera, el hilo se extendió por todo el equipo en una demostración de calidad en el pase. La pelota viajaba rápida por una red que los ingleses no acertaban a interpretar. Parecían atónitos ante su incapacidad para desactivar el juego español, o para generar algo decente en las raras ocasiones en las que agarraban el balón. Pero quedaron a salvo de todas sus limitaciones por la negativa de los jugadores españoles a trasladar su dominio al área, por donde no pisaron.
El primero que se dio cuenta de la hojarasca española fue Scholes, el mejor y más activo de los ingleses. Se asomó en un par de jugadas que levantaron la moral inglesa, hasta entonces muy decaída. Beckham fue la imagen de la tristeza en el primer tiempo. Pero Scholes encontró colaboración de Barmby y un poco de Owens, suficiente en todo caso para declarar la guerra. Suficiente para ganar no era. Para eso era necesaria la colaboración española, que la ofreció en cantidades industriales en el 1-0.
No es normal que en el fútbol de primer nivel un saque de puerta se convierta en gol en la propia portería. Casillas se dispuso a lanzar, Abelardo se trasladó de forma extraña a la derecha, de tal forma que se abrió un agujero improcedente en el centro de la defensa, agujero ruinoso porque Casillas sacó muy corto y los ingleses ganaron la pelota en el salto. Owen recogió el balón y lo elevó sin oposición hacia a Barmby. Cuando el balón bota, los porteros tienen que amagar con un paso hacia delante, para regresar rápidamente a la portería. Al menos, eso obliga a pensar al delantero. De lo contrario te tiran el globito, y ya está. Casillas no hizo los deberes en esa jugada y se comió el globo de Barmby.
Con lo mínimo, Inglaterra había sacado petróleo. De ahí en adelante, se aprovechó de la apatía española para marcar goles a la vieja manera, en saques de esquina rematados por sus jugadores más corpulentos. Por su dejadez, terminó expuesta al descrédito, justo lo que menos conviene a un equipo que ha perdido la fe de la gente. A la decepcionante actuación en la Eurocopa añadió una fortísima derrota frente a Alemania y el tropezón con Holanda en Sevilla. El resultado de ayer, cualquiera que sea la excusa que se quiera buscar, sólo viene a confirmar que la selección ha entrado en una crisis grave. La clase de crisis que se hace más sangrante cuando a los chicos les da por el abstencionismo.
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