Un santuario para rendir homenaje al Mediterráneo
A la Costa Brava, este cautivador y experimentado litoral que bordea la provincia de Girona, se le suma el renovado parador de Aiguablava, que con sus nuevos ventanales y zonas exteriores se convierte en un templo en honor al mar
No existe mejor forma de desconectar en la Costa Brava que conectarse a su vez con el Mediterráneo. Estos 214 kilómetros de litoral gerundense, una franja abrupta y rocosa dibujada por el no siempre sereno mar y el empuje del cambiante viento, han conseguido que el visitante se imagine muchas cosas buenas antes de ir y que las lleve a cabo sin descanso cuando está allí, ya sea este más de patear o de estar. Así, de lo general a lo particular: las playas y calas con arenas y aguas de todos los colores, excelentes para esparcirse o para expandirse con actividades acuáticas. El Camí de Ronda, un sendero que recorre la costa y que antes servía para que las autoridades vigilaran el estraperlo. La gastronomía sublimada en el pescado de roca y el arroz cultivado en el pueblo medieval de Pals. O el cercano Begur, un animado municipio erguido en una colina en el que destacan una quincena de casas indianas del siglo XIX. Y el parador de Aiguablava que, encaramado en el acantilado de la punta d’es Muts, ha reabierto volcado con el mar –solo hay que mirar la carta de su restaurante– y hacia el mar –solo hay que mirar desde cualquier lado–.
El parador y su comarca
El parador, que se reinauguró en junio de 2020 después de cuatro años de obras, se descubre en tres tiempos. El más inmediato, desde que uno echa el freno de mano en el aparcamiento, viene motivado por sus nuevos ventanales y sus zonas exteriores, que permiten sumergirse en el Meditérraneo con la ropa puesta. El segundo momento, ya con la tarjeta de la habitación en el bolsillo, se vive en los remodelados salones, que cuentan con obras de artistas como Tàpies, Subirachs, Dalí o Miró; diseños icónicos catalanes como la silla Butterfly o la Barcelona; y una muestra de alfarería de La Bisbal d’Empordà. El tercer tiempo, cuando el parador ya es su casa, se disfruta en la terraza de la habitación con vistas al mar y en el recién estrenado spa, que prueba que en temporada baja también se ofrece una calidad alta. Arturo Gutiérrez, el director, resume: “Hemos ganado luz. Se ve el mar desde todos lados. Es como estar en un barco, pero el edificio no se mueve”.
DENTRO DEL PARADOR
Si bien los paradores de capitales de provincia o de comarcas menos turísticas establecen una relación de ida y vuelta con los lugareños y resultan hegemónicos en la zona, el de Aiguablava genera vínculos con el entorno paisajístico, con el resto de negocios turísticos y con algunos clientes, que vuelven una y otra vez. Vuelven para descansar y para realizar todas las actividades que ofrece la zona.
La forma de que todos tomen partido
La actividad ineludible, por cercana y satisfactoria, pasa por tomar una escalera que parte del hotel para caer en la arena de la playa de Aiguablava. Para el plan de toalla, baño y crema solar de una de las calas más cautivadoras de la zona basta con bajar. Para un entretenimiento más activo, lo mejor es preguntar a la soriana Ana Mata, asentada en Begur desde 2003 y dueña del centro de buceo Begur Dive. Mata organiza inmersiones para principiantes y para buceadores en esta zona de gran patrimonio submarino, en el que destacan las gorgonias (unos corales rosas y amarillos muy llamativos) y donde es fácil encontrarse con rayas. Para los neófitos, el experimentado buceador Joan Espulgra define la sensación de estar sumergido hasta 40 metros como una mezcla entre volar y meditar. También organizan salidas en grupo para hacer snorkel, una actividad con menos aparataje.
Otro tipo de patrimonio que yace en el fondo marino de esta cala son ánforas de la época romana –Aiguablava funcionaba como un puerto natural para los navíos que cruzaban el exigente cabo de Begur–, que a la “lianta oficial”, como se define Mata, le han servido para organizar varios años el evento sociocultural Aiguablava Romana. Consiste en armar una representación teatral de un desembarco, juegos antiguos para niños y unas jornadas gastronómicas en las que se sirven salazones, anchoas, vino y aceitunas. Consiste en, a fin de cuentas, involucrar a los establecimientos y negocios del entorno, entre ellos al parador, que hospedó al grupo de arqueólogos del Centro de Arqueología Subacuática de Catalunya (CASC) que trabajó varias semanas en el yacimiento. O a Jaume Pagès y a Gemma Marimon, la pareja que regenta el servicio de alquiler de barcas y paddle surf Maritimes Met y que, con un torno eléctrico, enseñaron a fabricar piezas de alfarería. Una forma de crear comunidad y fomentar las relaciones, una especie de cámara de comercio en una zona cargada de visitantes. Un esfuerzo por contar con el de dentro en un lugar en el que pesa mucho el de fuera.
Lo que sucede tierra adentro
Otra actividad que mantiene viva la zona es la llamada Peix de Roca Begur, una campaña gastronómica que se celebra desde hace 22 años en este municipio de cerca de 4.000 habitantes. Los restaurantes de la zona, con el parador como uno de los participantes, preparan un menú donde brillan los pescados de roca como la rascassa (cabracho) o la mollera (brótola) y el pop de roca (pulpo de roca). El programa, que incluye conciertos y talleres infantiles, arranca a finales de abril o principios de mayo y se extiende por un mes. Sirve para unir fuerzas entre todos los que logran que el visitante no solo se imagine lo bueno que le espera, sino para que lo cuente y lo cuente y vuelva.
BEGUR PUEBLO Y BEGUR PLAYAS
Si bien Begur aglutina la vida social y cultural de la zona –cuenta con un festival de cine y una Feria de Indianos en septiembre–, el municipio más poblado y que acoge a la mayoría de trabajadores de la zona es Palafrugell (23.244 habitantes), porque los alquileres y los precios de los comercios son más asequibles. Los empleados del sector servicios se desplazan a diario en sus coches o motos a los hoteles, restaurantes y otros comercios. El turismo acapara la actividad económica en esta comarca en la que tiempo atrás lucían la industria del corcho y unos viñedos que arrasó la filoxera en la década de 1870.
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El vehículo privado, tanto para el que está como para el que llega, es necesario en esta zona escarpada para conocer los cercanos Pals o Peratallada; para aventurarse un poco más lejos hasta Cadaqués o Figueres (comarca de l’Alt Empordà, en la frontera con Francia); o para saltar de playa en playa según se prefiera una cala recogida de piedras o un arenal grande y cómodo. Una empresa que se lo pone fácil a los visitantes de la zona es Dolce Scooter. Pau Maña celebra la reapertura del parador: “Todos teníamos ganas de que volviera a abrir. Entre todos nos ayudamos”, comenta rodeado de motos de 125 cc y de bicicletas eléctricas en otra muestra de que, tras décadas de turismo, en la Costa Brava las relaciones ya no se construyen, se alimentan. Maña acerca las motos o las bicis al parador si los clientes lo solicitan para evitar los problemas de aparcamiento en Platja Fonda, Sa Riera, Sa Tuna o Illa Roja. Las serpenteantes carreteras que descienden desde los montes poblados de pinos centenarios a la costa se recorren y se disfrutan con el viento en la cara.
Tres salidas sin salir de la provincia
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La costa, a pie
Algunos visitantes y muchos lugareños se ven atraídos por el Camí de Ronda, un sendero que recorre la Costa Brava por zonas agrestes y a las que solo se puede acceder a pie, con el premio de darse un baño en aguas vírgenes. Los orgullosamente jubilados Jaume Sánchez y Marina Delgado, clientes del parador, gastan las energías por el día. Priorizan la naturaleza y las visitas a los pueblos antes que una larga comida a pie de playa o un día de tumbona. Están en el sitio correcto también para esto.
El Camí de Ronda absorbe la cada vez mayor profesionalización del senderismo. Tanto es así que el propio Ayuntamiento de Begur cuenta con un folleto detalladísimo que se llama Senderismo y playas, donde lo primero tiene tanto peso como lo segundo. Y no solo para el que está de paso. Un grupo de tres amigas encabezado por Alicia Rojas se dispone a emprender una ruta de dos horas y media un miércoles a las 6 de la tarde. Entrenan tres días a la semana. Es propio llamarlo entrenamiento porque van a competir en una trail popular que recauda fondos para la lucha contra el cáncer. Una actividad local más para recordar que lo valioso y sostenible se construye de dentro hacia fuera no de fuera hacia dentro.
Créditos
Redacción y guion: Mariano Ahijado
Fotografía: Toni Ferragut
Coordinación editorial: Francis Pachá
Coordinador de diseño: Adolfo Doménech
Diseño y maquetación: Juan Sánchez y Rodolfo Mata