Victoria González, escritora: “Ser original está muy, muy bien, pero es muy difícil”
La autora presenta en BCNegra ‘Buenos tiempos’, su segunda novela y su consolidación en el género negro más allá de la alargada sombra de Méndez, el personaje creado por su padre
Debutó en la literatura en 2017 con Llámame Méndez, una precuela del mítico personaje creado por su padre, Francisco González Ledesma, un clásico de la novela negra española. Saldó así una deuda con la historia al tiempo que iniciaba una carrera asentada ahora con su segunda obra, Buenos tiempos (Siruela), una ficción criminal, pero también una historia de aventuras y aprendizaje en la España de los setenta. Victoria González (Barcelona, 56 años) asegura que padece “el síndrome del impostor absoluto” y que se ve “rarísima” en el papel de escritora, en el lado contrario de la mesa, invitada al festival BCNegra, cada vez más metida en su nueva vida, cada vez más lejos sus tiempos de periodista a tiempo completo.
Pregunta. ¿La sombra del padre es alargada?
Respuesta. Tan alargada que de hecho yo jamás pensé que escribiría un Méndez. Si me lo hubieran dicho seis meses antes, habría pensado que ni harta de vino. Cuando le dio el ictus tenía prácticamente finalizada Peores maneras de morir pero no estaba acabada y no tenía título. Él quería acabarla, tenía un compromiso con Planeta que quería respetar, y la terminé. No sé ni cómo, porque entonces lo que me preocupaba era la salud de mi padre. Habíamos hablado mucho de que tenía que hacer una precuela de Méndez y eso había quedado pendiente, pero ya se metió ahí en mi cabeza y empecé a probar sin ninguna idea de que llegara a nada. Mi padre siempre me decía: “Tienes que escribir, tienes que escribir”. Y me parece una broma del destino que le hiciera caso justo cuando ya no estaba.
P. Llámame Méndez está ambientada en 1945, Buenos tiempos, en los setenta. ¿Por qué ese interés por el pasado?
R. No sé responderle. No le sé decir. A ver, en los setenta yo era pequeña y es como un paraíso para mí, un tiempo perdido. Si le tengo que dar una razón. Luego hay otra cosa, pero es falsa. En Llámame Méndez disfruté muchísimo con la investigación y me dije: ‘Los setenta están bien para investigar’. Y luego me di cuenta de que no tenía que documentarme tanto porque ya estaba allí.
P. El esquema de la novela es clásico. ¿Le sobran experimentos al género?
R. Ser original está muy, muy bien, pero es muy difícil. La originalidad es un valor, pero a veces se confunde con otras cosas. No pretendo ser original, pero tampoco quiero ser tópica. Hay una norma que me impongo, que es hacer lo que me gustaría leer, algo que hacen todos los escritores y a partir de ahí llegar hasta donde seas capaz. No me preocupaba en absoluto hacer una cosa original. Suficiente trabajo tenía yo con que todo cuadrara y los personajes fueran como yo quería que fueran. Eso me preocupa más que estar haciendo algo con un patrón. No busco la originalidad, pero quizás es porque no soy capaz de hacerlo.
P. La isla del tesoro es una influencia reconocida y reconocible en Buenos tiempos. ¿Son determinantes esas lecturas de juventud?
R. Todas. Lo que pasa que en este caso lo primero que me vino a la cabeza fue el personaje de Sil, que es John Silver. Él fue quien me asaltó. Cuando escribes todo lo que pasa alrededor y lo que lees lo metes en la saca, no solo lo que has leído o vivido antes.
Si soltáramos lastre todo sería más sencillo, pero no escribiríamos novelas
P. Sabemos de dónde viene Sil, pero ¿y Laura, la joven protagonista?
R. Cuando escribía la novela tenía miedo de que me saliera algo muy juvenil, pero dejó de preocuparme, hubo un momento en que me dije “haz lo que te salga de..”. Tiene cosas de mí, claro, pero es una mezcla de cómo eran las adolescentes en aquella época. Las edades eran muy diferentes a las de ahora, y las realidades.
P. ¿Qué aprendemos de esta novela de aprendizaje?
R. Varios personajes están buscando un tesoro, por decirlo de alguna manera, y Laura no busca nada pero es la que más encuentra. Quiere tomar una vida que es la que le corresponde. La anterior era la impostada.
P. ¿La vida es más sencilla si se suelta lastre?
R. Por supuesto. Vivimos todos con mucho lastre. Laura es un personaje joven y se supone que no tiene que tenerlo. Si todos lográramos sacarnos de encima el lastre sería mucho más fácil. Un tigre se despierta cada día siendo el mismo tigre y es igual lo que haya pasado. Y el ser humano es lo que te pasó, lo que crees que te va a pasar porque te pasó eso otro y así. Sería más fácil, pero no escribiríamos novelas.
P. Buenos tiempos sorprende con algunos giros bien ejecutados. ¿Hasta qué punto la estructura estaba definida de antemano?
R. Creo que me falta mucho oficio. Yo siempre creí que la segunda iba a ser más fácil que la primera. Mentira. La primera la escribí como un duelo por la muerte de mi padre y esta me ha costado más. Tenía cosas claras, pero otras muchas, en absoluto.
P. ¿Solo podemos escribir de aquellos que conocemos?
R. Sí desde el punto de vista emocional, pero el ser humano no alberga tantas emociones, todos vamos con las mismas, muy básicas. Hay circunstancias muy diferentes que pueden agitar una emoción. Y el escritor tiene que manejar esos resortes.
Me parece una broma del destino que hiciera caso a mi padre justo cuando ya no estaba
P. ¿Entonces, cómo escribimos de nosotros mismos?
R. Escribir de uno es muy muy difícil. La única manera es cuando no pretendes hacerlo y salen cosas que son tuyas, cuando te olvidas que eres tú quien escribe.
P. ¿Cómo se compagina la escritura y la vida, el oficio con el que ganarse el pan?
R. Mientras escribes te vas ganando la vida, porque no queda otra. Hasta ahora lo he compaginado con otras cosas, pero al final, muy al final de Buenos tiempos empecé a descargar trabajo y a centrarme en esto. Da vértigo, sí, pero tengo 56 años. Escribiendo no me lo paso bien, pero es lo que quiero hacer.
P. ¿Qué pregunta ha tenido lista cuando ya no estaba la persona adecuada para responderla?
R. Me ha pasado con mucha gente, pero sobre todo con mi padre. Cuando has tenido a la persona delante no te ha interesado lo más mínimo, ni te has ocupado porque estabas con otras cosas, las que corresponden a tu realidad, no es un reproche que uno deba hacerse, creo, porque es normal. Las vidas corren tiempos diferentes pero yo ahora a mi padre le preguntaría muchas cosas que jamás le pregunté, también por pudor. Cuando esas personas no están ya no juegan el papel que jugaban, ya no son padres, abuelos, son entes que están dentro de ti y ese pudor ya se pierde. Ahora que te vas sumando años piensas, ostras, qué bien me contaría esto.
P. Han pasado más de cuatro años entre la primera y la segunda novela. ¿La tercera llegará antes?
R. Espero que sí. Soy de cocción lenta. Pero también es verdad que prefiero estar contenta con el resultado que ir deprisa.
P. ¿Qué gran historia ambiciona escribir?
R. La ambición es que la siguiente me salga bien.
Babelia
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