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Blogs / Cultura
El toro, por los cuernos
Por Antonio Lorca
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Borja Jiménez, una primera figura del toreo actual (¿o no?)

No está nada claro que el contundente triunfo del pasado domingo en Las Ventas sea la puerta de entrada del torero sevillano en las principales ferias

Borja Jimenez
Borja Jiménez, al natural, ante uno de los victorinos.Alfredo Arévalo
Antonio Lorca

Minutos después de la apoteósica salida de Borja Jiménez por la Puerta Grande de Madrid, un usuario de X (la red social antes llamada Twitter) escribía que antes de que el torero hubiera llegado a la furgoneta ya debería estar contratado tres tardes para la próxima Feria de San Isidro y dos para la de Abril de Sevilla. Y otro aficionado añadía: “Si este triunfo no le vale para ser considerado como figura, me borro de esto”.

Pues el torero llegó al hotel, viajó a Espartinas, han transcurrido ya cinco días, y los señores Rafael García Garrido y Simón Casas, empresarios de Las Ventas, y Ramón Valencia, de La Maestranza, no han dicho ni pío. Es decir que puede que llegue la hora de presentar los carteles de las dos ferias más importantes, y por los compromisos y los intercambios de cromos de unos y otros, al torero más impactante del año le reserven las migajas que otros, con menos méritos, hayan rechazado.

Y es más, no está nada claro que ese triunfo sea la puerta de entrada de Borja Jiménez en las principales ferias de este país.

Esta teoría puede ser tildada de ridícula y grotesca habida cuenta del zambombazo que protagonizó Jiménez el pasado domingo, pero no sería la primera vez que tal desafuero sucediera.

Borja Jiménez será considerado figura si así lo estiman Matilla, García Garrido, Casas, Valencia y Los Chopera, entre otros que dependen de ellos

Son los empresarios —los grandes, claro está— los que deciden quiénes pueden ser considerados figuras y quiénes no. Es decir, Jiménez lo será si así lo estiman Matilla, García Garrido, Casas, Valencia, Los Chopera, y ese otro nutrido grupo de gerentes de plazas de segunda y tercera que dependen de ellos de una u otra manera.

Ya se puede andar con cuidado el torero de Espartinas y, en especial, su apoderado, Julián Guerra, a la hora de gestionar contratos para 2024. Ya pueden tener toda la suerte del mundo para no tropezar en una palabra más alta que otra, en una petición que suene a exigencia, en un rictus que parezca un desacuerdo o en una posición de firmeza que entiendan los severos interlocutores que pueda ser un desafío.

Porque los que mandan son ellos, los grandes empresarios, y no van a permitir en modo alguno que dos advenedizos pretendan modificar su hoja de ruta.

Es una verdadera pena, pero así está el toreo, y si alguien alberga aún alguna duda, que le pregunte a Paco Ureña, a quien esos empresarios han negado el pan y la sal y aún se desconocen los motivos.

Y todo esto viene a cuento de que Borja Jiménez se ganó el título de primera figura del toreo el pasado domingo en Las Ventas. Sobran los calificativos, porque todos están dichos o escritos, pero ese fue el veredicto de la afición y del público, presos ambos de una irresistible emoción ante una actuación completísima de un torero que había confirmado la alternativa el pasado Domingo de Resurrección en su octavo año como matador de toros, destacó en la Copa Chenel, en los Sanfermines y en el mes de julio otra vez en Madrid, y que en la Feria de Otoño alcanzó el objetivo de una Puerta Grande merecida, justa, ganada a ley, ante tres toros complicados de Victorino Martín.

Borja Jiménez pasea una de las tres orejas que cortó el pasado domingo.
Borja Jiménez pasea una de las tres orejas que cortó el pasado domingo.Alfredo Arévalo

Al hilo de esa tarde de conmociones fuertes, un aficionado escribía en X: “Hay puertas grandes que no llegan a la boca del metro, y otras que dan el placer de sobremesas infinitas”.

A este último grupo pertenece la del torero de Espartinas, transfigurado en un artista heroico, fruto, sin duda, de un gran sacrificio, de un enorme trabajo, de unas condiciones innatas, también, pero de un esfuerzo sobrehumano inigualable.

Hay que tener mucha afición y confianza en las propias posibilidades -ahí está el caso de Emilio de Justo- para no desfallecer durante ocho años y mantener la esperanza de que ese día soñado se hará realidad.

Y eso sucedió el domingo, cuando Borja Jiménez se enfrentó a tres victorinos, dictó lecciones magistrales de tauromaquia —no corroboradas con la espada, también es cierto— y ‘tapó’ de algún modo el deslucido juego de los toros. El crítico Alejandro Martínez lo explicaba muy bien en su cuenta de X: “Muchas veces son los toreros los que tienen suerte en el sorteo; hoy ha sido al revés: el que ha tenido mucha suerte ha sido Victorino”.

“Muchas veces son los toreros los que tienen suerte en el sorteo; hoy ha sido al revés: el que ha tenido mucha suerte ha sido Victorino”.

Y a su lado, otro crítico, el bilbaíno Álvaro Suso, resumía a la perfección en tres cortas frases lo sucedido en la plaza: “Una tarde interesantísima, con la verdad del toreo. Uno, en el hule; otro, triunfando, y otro, intentándolo. Y las figuras, toreando esos toros que aburren…”.

Sí, pero esas figuras, amparadas por los grandes empresarios, son las que dominan los carteles de las ferias. Y ese no es el gran problema: son las que imponen el tipo de toro que hoy aceptan los públicos y es el santo y seña de la tauromaquia moderna.

De ahí, la grandeza de Borja Jiménez, que hizo el toreo, cautivó, conmovió y arrebató a todos con el toro encastado, incierto, áspero, duro y correoso. “Si se puede cargar la suerte con ese tipo de toros”, decía otro aficionado, “cómo no hacerlo con el toro tonto de cada tarde; que no nos cuenten películas”.

A ver qué pasa ahora. La pelota está en el tejado de los que manejan el turbio negocio del toro. Ahí hay un torero que ha puesto un nudo en la garganta a todos los que tuvieron la fortuna de presenciar su grandiosa gesta. Claro, que estos, aficionados y público, no pintan nada en la gestión del espectáculo.

Todo queda en manos de los empresarios. Suerte en los despachos para Borja Jiménez y Julián Guerra; les será imprescindible mucho valor, entrega, temple, mando, confianza, y que una inoportuna ráfaga de viento no rompa sus justas ilusiones.

Algo está claro: Borja Jiménez se ha ganado la consideración de primera figura del toreo. Ojalá también lo entiendan así los que mandan.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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