Carmelo García, de niño prodigio del toreo a empresario taurino y musical
Enamorado de los toros, matador de alternativa y subalterno de éxito, reconoce que son más rentables los espectáculos musicales y deportivos que los taurinos
Tiene ocupados la casi totalidad de los fines de semana del año como organizador de espectáculos musicales y deportivos por toda España, pero su pasión son los toros, y se ha ganado un prestigio empresarial —es vicepresidente de ANOET, la patronal taurina— como gestor de plazas como Algeciras y Sanlúcar de Barrameda, ciudad gaditana donde nació en diciembre de 1967.
Carmelo García fue un niño prodigio del toreo, Paco Ojeda le cedió el título de matador de toros en 1987, y como subalterno en la cuadrilla de Jesulín de Ubrique alcanzó la felicidad que le negó el traje de luces. Hoy, sigue enamorado de la fiesta de los toros y ejerce cada día como responsable de la organización de festejos.
Unos 90 anuncia ante el público cada año, pero solo 20 de ellos son taurinos; el resto, conciertos de música actual y espectáculos de motos —los que se denominan Freestyle Motocross— por todo el país, porque García solo regenta taurinamente cinco plazas; a las ya citadas de Algeciras y Sanlúcar se suman Villacarrillo (Jaén), San José del Valle (Cádiz) y Peraleda de la Mata (Cáceres).
“La música y las motos dejan más beneficios que los toros”, afirma Carmelo García. “Cada vez trabajamos más en este sector con figuras de la canción y de las acrobacias, pero a mí lo que me gusta es organizar festejos taurinos, aunque reconozco que debo complementarlos con las otras actividades para que salgan los números de la empresa; si no fuera por la música, también podría vivir, pero de otro modo”.
“Cuando toreaba nunca dejé de dormir una sola noche, y como empresario sí que me he desvelado más de una vez”
García cuenta con seis trabajadores de plantilla, y confiesa que gana poco dinero con los toros, porque los costes de producción son muy altos. “Hace años que no subo el precio de las entradas, pero me basta con lo que obtengo”, añade. “Y confieso que soy más feliz cuando el público se divierte y el beneficio es corto, que al revés, cuando el espectáculo es aburrido pero gano más. De hecho, prefiero quedarme como estoy y no quiero más plazas”.
En estos días, Carmelo García combina el trabajo de los fines de semana con la compra de los toros para sus ferias y la contratación de los toreros. “Este es un período crucial en la temporada; ahora es cuando tienes que acertar con los carteles y las ganaderías”, comenta el empresario. “Ahora es cuando te puedes equivocar, porque, después, llega el mes de julio y te puedes encontrar que los toreros elegidos han perdido interés o han triunfado otros que no has contratado”.
García confiesa que le preocupan los toreros jóvenes con proyección, y que la obligación de todo empresario es apostar por el futuro. Añade que conoce el sector y que mantiene una buena relación con toreros y ganaderos. “Las figuras son exigentes, claro que sí”, afirma, “y es normal que quien alcanza la cima quiera mandar; es lógico, además, que el torero que lleva público a la plaza pretenda ganar dinero, pero nunca he tenido problemas con nadie cuando ha habido que negociar una reducción de los honorarios porque los espectadores no hayan respondido una tarde”.
Pregunta. ¿La empresa le quita el sueño?
Respuesta. Cuando toreaba nunca dejé de dormir una sola noche, y como empresario sí que me he desvelado más de una vez. Me pongo muy nervioso. Una vez que se inicia el paseíllo, ya no puedes hacer nada. Y me preocupa defraudar a mis clientes.
Carmelo García sí fue un torero emergente con proyección, aunque la vida le sorprendiera por otros caminos. Y lo cuenta con naturalidad: “Nací frente a la plaza de toros de Sanlúcar, mi infancia transcurrió en su ruedo, y el toro se convirtió en mi mundo y mi pasión sin influencia familiar alguna, pues mis padres no eran ni aficionados”.
P. Y dijeron de usted que era un niño torero prodigio.
R. Es verdad, eso decían de mí, y yo respondo que equivoqué a todos, porque creían que sería figura y no lo fui. Me pusieron por las nubes y no fui nada.
P. Nada, tampoco…
R. Bueno… Empecé con 13 años vestido de luces por vez primera en Benicasim (Castellón); después, fui durante dos temporadas figura de los novilleros con caballos, y en una de ellas lideré el escalafón, pero en el año 86, en la localidad toledana de Almorox, un novillo me metió el pitón por el cuello y salió por la boca, y me asusté mucho.
“El toro es mi pasión y disfruto con lo que hago; es muy importante que tu trabajo sea tu hobby”
P. Pero la alternativa fue de lujo…
R. Sin duda. Una tarde soñada, —el 31 de mayo de 1987—, junto al maestro Paco Ojeda y Jerezano en la plaza de Sanlúcar. Ese año hice el paseíllo siete tardes, y después…
“Después de la cornada de Almorox, transcurrió un tiempo largo en que no lo veía”, prosigue el torero. “Es que estuve muy cerca de la muerte, me operaron en el garaje de una casa, y lo pasé francamente mal”.
Aguantó tres años en el escalafón superior, sufrió lo que él califica como “el calvario del paro”, y con 23 años decidió vestir el traje de plata en la cuadrilla de Jesulín de Ubrique.
“Estuve con Jesús 18 años, gané dinero, conseguí premios en ferias importantes, disfruté mucho y fui muy feliz. Estaba al lado del mejor torero de los últimos tiempos, nos alojábamos en los mejores hoteles, íbamos a las grandes ferias y con buenas corridas… Con Jesulín pude vivir la grandeza del toreo. Y cuando él se retiró en 2004 decidí yo también colgar el traje de torero”.
Y al año siguiente, junto a su compañero Antonio Caba, debutó como empresario de la plaza de Ubrique. Pronto se separaron los nuevos gestores, y, desde entonces, Carmelo García ejerce su labor en solitario.
“El toro es mi pasión”, insiste. “Nunca lo abandonaré por la música o las motos. Disfruto con lo que hago, y es muy importante que tu trabajo sea tu hobby”.
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