Si la ciudad se pareciera a un bosque…
Los catedráticos de la Universidad de Tulane (Nueva Orleans) Iñaki Alday y Margarita Jover ofrecen un decálogo para lidiar con las inundaciones
Pioneros en la recuperación de las márgenes de los ríos como espacios públicos capaces de absorber las crecidas de los ríos y de funcionar como lugares de ocio urbano, los arquitectos Margarita Jover (París, 1969) e Iñaki Alday defienden que la prevención de las inundaciones se gestiona en las márgenes de los ríos y en los acuíferos. Autores de la recuperación de las riberas fluviales del Ebro en el Parque del Agua de Zaragoza (2008) o el Aranzadi en Pamplona (2013) y catedráticos en la Universidad de Tulane, en Nueva Orleans, ofrecen sus claves para prevenir inundaciones.
1. Un parque es una infraestructura ecológica que puede manejar agua (nuestro bien más preciado y escaso) almacenándola y minimizando los efectos de las inundaciones recargando aguas subterráneas. Con eso limpia el aire y absorbe carbono, reduce la temperatura de ambiente en verano, fomenta la biodiversidad y alberga flora y fauna.
2. El parque metropolitano es la unión de espacios verdes: una reserva natural, a lo largo de ríos, en montañas difíciles de urbanizar o en antiguas reservas de caza de la realeza transformadas en parque para la ciudadanía con la llegada de la democracia. Por su gran escala, regula el clima. Hay que reforestar las ciudades para prepararlas para el cambio climático. Ir hacia una ciudad diseñada como un ecosistema híbrido, mitad bosque mitad ciudad. Para ello, se necesitan zonas peatonales, suelos permeables y más árboles.
3. La permeabilidad ayuda a recargar el freático que alimenta los árboles que a su vez temperan el microclima urbano. Los árboles deben concebirse como en un bosque, es decir multi-especie, con distinto porte, edad y género (¡sí, los árboles tienen género!). Si la ciudad consiguiera parecerse a un bosque manteniendo sus funciones urbanas no haría falta huir de ellas cada fin de semana.
4. La cantidad de agua disponible siempre ha de decidir el tipo de vegetación en cada región, este es un principio básico ineludible. En nuestros parques, la estrategia principal es la de recuperar suelo inundable para que el agua mantenga los nuevos bosques de ribera. Esta estrategia tan simple y poderosa supone derribar algunos diques de protección, como hicimos en el Parque de Zuera (2001) o el de Aranzadi en Pamplona (2013). De esta manera las ciudades recuperan grandes zonas boscosas sin coste porque las mantiene el rio.
5. En la geografía mediterránea, los ríos secos son importantísimos y los más maltratados y malentendidos. Con la presión urbanizadora, se han convertido en espacios marginales, considerados sucios, peligrosos e inútiles. Cuando alguien habla de hacer algo en una riera dicen “limpiarla” ¡Qué error! Son nuestras válvulas de seguridad para manejar tormentas, pero son también sistemas ecológicos y de manejo de agua delicadísimos. Al entubarlos, limitamos su capacidad y aseguramos sufrir inundaciones cuando el tubo no es suficiente. Dejamos de recargar el agua subterránea en las zonas donde es más necesaria y un bien más escaso. Y, por supuesto, aniquilamos todo un sistema ecológico, el mas rico del bosque mediterráneo. Estamos trabajando para reabrir la riera de Sant Just, junto a Barcelona, al pie del Collserola. El proyecto actual prevé la continuación del entubamiento, pero afortunadamente la mentalidad está cambiando y en pocos años esperamos revertir las malas decisiones de cuando pensábamos que con hormigón, tubos e ingeniería dura íbamos a resolver los problemas. A los ríos subterráneos hay que dejarles espacio porque, aunque no se ven, están vivos y soportan ecosistemas específicos. Hay que entenderlos y restaurarlos. Su buena salud contribuirá a frenar la desertización y a atemperar el clima.
6. Hay muchos ejemplos de recuperación de riberas, en ciudades que han dejado de ser industriales y que al dejar de polucionar y de agredir topográficamente el cauce se han ido transformando hasta recuperar su paisaje y el interés de los ciudadanos. Sin embargo, las metrópolis con grandes migraciones acaban albergando viviendas autoconstruidas en cauces fluviales donde está legalmente prohibido construir. Solamente con políticas de provisión de vivienda y grandes inversiones en infraestructuras verdes para reforestar cauces y montañas se podrá tener una ciudad preparada para el cambio climático que ya está aquí.
7. Es fundamental que el río tenga espacio para inundar (y con ello irrigar, sembrar, fertilizar y minimizar desbordamientos aguas arriba o abajo). Y es lógico que durante esos días los ciudadanos le cedan la preferencia de uso y disfruten del espectáculo de la naturaleza. El resto del año, esos espacios se usan para paseo, deporte, eventos, o juego.
8. No vamos a tener éxito si solo intentamos protegernos, cuanto mayor es la protección, mayor es la catástrofe el día en el que falla. Por eso hay que cambiar el chip y entender que hay que convivir con las inundaciones, que son parte del ciclo natural de los ríos ―y más acusadamente con el cambio climático―. Hay que diseñar estrategias de convivencia y aprender a interactuar con el río. Lo que construimos no debe dificultar la vida del río, no se puede deteriorar cuando el río crece, al revés, se debe enriquecer ecológicamente.
9. Un río es un vasto espacio de movimiento de aguas y nutrientes, característica que lo hace atractivo para la emergencia de biodiversidad faunística y florística. Los humanos tenemos que aprender a escuchar, no intentar imponer un orden simple visual a base de pesticidas y altos niveles de mantenimiento.
10. Los ríos en otras latitudes y culturas son dioses. La mayoría de las culturas en su época preindustrial entendieron los ríos como agentes clave para la supervivencia. Consiguieron cohabitar con ellos. Si conseguimos dejar de entender los ríos como un desagüe o una cloaca para verlos como un proveedor de vida, fertilidad, vegetación y belleza, nos estaremos preparando para el cambio climático.
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