Del Greco a Picasso Recorre toda la historia del arte español en un paseo

Del Greco a Picasso: Recorre toda la historia del arte español en un paseo

El lugar donde puede contemplarse la evolución del arte español desde el siglo XVI hasta nuestros días sin salir de la misma sala

La colección del Banco Santander, compuesta por más de 1.200 piezas y expuesta, en parte, en su sede de Boadilla del Monte, a 20 kilómetros de Madrid, propone un itinerario pedagógico que muestra los derroteros que tomaron nuestros artistas desde tiempos de Zurbarán hasta Ramón Casas, Sorolla o Barceló. La directora de Arte y Exposiciones de la Fundación Banco Santander, María Beguiristain, y expertas como la investigadora María López descubren los secretos de estos fondos repletos de obras de grandes maestros (¡y de todo un gabinete de curiosidades que incluye monedas o tapices!)

Una colección de colecciones

Todo comenzó al poco del nacimiento del propio banco, en 1857. Y aunque, dice Beguiristain, resulta imposible distinguir cuál fue la primera pieza, la semilla a partir de la que brotó una de las mayores colecciones privadas de España, sí que se puede rastrear cómo esta colección fue creciendo a la par que crecía el propio banco, a medida que absorbía o se fusionaba con otras entidades: Banco Urquijo, Central Hispano… “Esto constituye una particularidad muy importante, porque las obras de arte que ahora atesoramos y mostramos responden a una suma de gustos, a una diversidad que ofrece una multiplicidad de relatos y formas de asomarse a la colección”.

La Fundación Banco Santander data de 1992. Entre esa fecha y 2006, la única forma de contemplar estos cuadros, esculturas, tapices o cerámicas fue acercarse a algunas de las exposiciones temporales que se organizaron por el territorio nacional y en el extranjero (Chile, México, Brasil, Polonia…), también en colaboración con decenas de universidades o instituciones. Pero en ese instante, hace casi ya dos décadas, se abrió “la mejor sala de exposiciones de Madrid”, a juicio de Beguiristain, el espacio expositivo ubicado en la Ciudad Financiera ideada por el premio Pritzker Kevin Roche, en Boadilla del Monte (Madrid).

Un solo vistazo a uno de sus rincones basta para percatarse de las dimensiones y la variedad de obra visual que el espectador podrá encontrar en una visita pública y de acceso gratuito.

El siguiente paso, cuenta la directora de Arte y Exposiciones de la fundación, será combinar las estancias madrileñas de las obras con viajes a exposiciones temporales que se celebrarán en el Faro Santander, el nuevo proyecto cultural en la sede original del banco en el edificio Pereda de la capital cántabra.

Contar una historia

El arte nos habla y, según esté colocado de una manera u otra sobre los muros blancos, la historia que nos cuenta cambia. Esa es la principal labor de un comisario, ahí estribó la gran dificultad para Beguiristain. ¿Qué le rondó la cabeza? ¿Cómo decidió qué contarnos?

Soñé que revelabas (Sutlej-Indo), de Juan Uslé.
Soñé que revelabas (Sutlej-Indo), de Juan Uslé.Colección Banco Santander

Antes de acceder a la sala, al visitante lo acompañan olivos milenarios, un hermoso paisaje agreste. Aquello fue una pista definitiva: lo de dentro y lo de fuera debían estar conectados. “Vienes de allá y, de pronto, te recibe un lienzo enorme y oscuro de Juan Uslé de 2018, paisaje desde el punto de vista contemporáneo, ¡fuera solemnidad!”, exclama Beguiristain con entusiasmo; un paradigma que se mantiene en el otro extremo de la ruta: la salida te lleva a una escultura exterior casi habitable de Cristina Iglesias: Pasadizos vegetales.

Secuencia de imágenes que muestra siglos de maestría pictórica, de Van Dyck hasta Equipo Crónica. Colección Banco Santander

¿Y qué hay entre medias? “Un retrato de Van Dyck del marqués de Leganés; Tintoretto; obras que enseñan cómo entró el Renacimiento en España por Valencia, mezcladas con los dorados todavía góticos; el resultado de las últimas pinceladas que dio El Greco antes de fallecer; excelentes bodegones; el magnífico retrato de Carlos III de Giuseppe Bonito, ¡hasta su marco está catalogado!; el modernismo catalán: Rusinyol, Ramón Casas; el novecentismo; Sorolla; Julio Romero de Torres; el Grupo El Paso; Tàpies; Picasso cara a cara con Miró; Chillida; las obras de Gerardo Rueda o Chirino puestas en diálogo…”. La enumeración completa dejaría a Beguiristain exhausta, pero sus ejemplos son elocuentes: ¿qué hay? Un puñado de obras de algunos de los más grandes artistas de cuatro siglos de nuestra historia, una selección de obras modernas de finales del XIX y del XX que servirán al curioso para entender el camino hacia la contemporaneidad de nuestros creadores de artes plásticas y visuales. Una lección de arte apasionante.

Quien venga, va a encontrar el placer de la mirada en soledad, del sosiego para disfrutar del arte

María Beguiristain, directora de Arte y Exposiciones de la Fundación Santander

María Beguiristain te lleva de viaje a través de la colección con tres de sus piezas favoritas

Alonso Sánchez Coello
(Benifairó de los Valles, Valencia,
hacia 1531 - Madrid, 1588)

Doña Juana de Mendoza con un enano, hacia 1585
Óleo sobre lienzo, 149 x 125 cm
Colección Banco Santander

Joaquín Sorolla
(Valencia, 1863 - Cercedilla, Madrid, 1923)

Baile en el café Novedades de Sevilla, 1914
Óleo sobre lienzo, 245 x 295 cm
Colección Banco Santander

Antoni Tàpies
(Barcelona, 1923-2012)

Materia ocre sobre tela virgen, 1969
Técnica mixta sobre lienzo, 196 x 171 cm
Colección Banco Santander

Parece sencillo a primera vista, pero es una metáfora de la colección. ¿Por qué? Hay historia, género, diversidad, comercio, literatura, moda…

Doña Juana de Mendoza es uno de los retratos más bellos del siglo XVI español, realizado por el que sería pintor de corte de Felipe II, Alonso Sánchez Coello.

Aparece de niña, con un vestido que denota su nobleza: rica saya con joyas de perlas y un peinado decorado con flores. Se casó, o la casaron, con el VI duque de Béjar, grande de España y caballero del Toisón. Ellos fueron mecenas de Cervantes, que en 1605 dedicó la primera parte del Quijote al duque de Béjar. Me gusta pensar que doña Juana seguramente leyó el Quijote.

Un sirviente embelesado mira a la duquesa a la vez que le ofrece un búcaro de barro rojo, probablemente traído de Nueva España; la creencia entonces decía que, si se comían esa arcilla, mantendrían la palidez de su rostro.

Este Sorolla tiene tanta intrahistoria como color se aprecia a primera vista.

En 1914 era un pintor consagrado, con condecoraciones de todos los certámenes nacionales. Ya había captado la atención de mecenas como Archer M. Huntington o Thomas F. Ryan. A pesar de las dificultades, vivía del pincel.

Baile en el café Novedades de Sevilla fue un encargo de Thomas F. Ryan. Lo recibió mientras andaba inmerso en las Visiones de España que haría para la Hispanic Society of America, en Nueva York. Su diligencia, su capacidad de trabajo era tal, que fue capaz de atender ambas peticiones al tiempo.

Sorolla fue responsable de difundir la marca España en EE UU. Justo lo que destila este cuadro: las bailarinas, el tablao, la guitarra, los sombreros cordobeses, los farolillos, las columnas romanas —quizá traídas de Itálica o Carmona—, los mantones. España estaba de moda, mientras en el resto de Europa se gestaba la Gran Guerra.

Algunos comisarios describen el efecto de la obra de Tàpies como de “asombro ante un descubrimiento continuo”, y eso sentí yo al contemplarla colgada en el almacén durante muchos años. Se me reveló como un cuerpo inmenso, fragmentado, compuesto de materia frágil y agujereado con el gesto del artista.

Un cuerpo arrugado por la materia que me remitió a José de Ribera y sus cuerpos ancianos, como el San Andrés del Museo del Prado.

Tàpies se comunicaba a través de la materia y el símbolo, y esta obra los tiene: las letras A y B que delimitan una sucesión de gestos, trazos negros en la base de este cuerpo.

Tenemos en Colección Banco Santander la fortuna de contar con cinco piezas de Tàpies, tres de la brillante década de 1960, que nos hacen estar orgullosos de tener tan espléndida representación de este maestro de la pintura.

Alonso Sánchez Coello
(Benifairó de los Valles, Valencia,
hacia 1531 - Madrid, 1588)

Doña Juana de Mendoza con un enano, hacia 1585
Óleo sobre lienzo, 149 x 125 cm
Colección Banco Santander

Parece sencillo a primera vista, pero es una metáfora de la colección. ¿Por qué? Hay historia, género, diversidad, comercio, literatura, moda…

Doña Juana de Mendoza es uno de los retratos más bellos del siglo XVI español, realizado por el que sería pintor de corte de Felipe II, Alonso Sánchez Coello.

Aparece de niña, con un vestido que denota su nobleza: rica saya con joyas de perlas y un peinado decorado con flores. Se casó, o la casaron, con el VI duque de Béjar, grande de España y caballero del Toisón. Ellos fueron mecenas de Cervantes, que en 1605 dedicó la primera parte del Quijote al duque de Béjar. Me gusta pensar que doña Juana seguramente leyó el Quijote.

Un sirviente embelesado mira a la duquesa a la vez que le ofrece un búcaro de barro rojo, probablemente traído de Nueva España; la creencia entonces decía que, si se comían esa arcilla, mantendrían la palidez de su rostro.

Joaquín Sorolla
(Valencia, 1863 - Cercedilla, Madrid, 1923)

Baile en el café Novedades de Sevilla, 1914
Óleo sobre lienzo, 245 x 295 cm
Colección Banco Santander

Este Sorolla tiene tanta intrahistoria como color se aprecia a primera vista.

En 1914 era un pintor consagrado, con condecoraciones de todos los certámenes nacionales. Ya había captado la atención de mecenas como Archer M. Huntington o Thomas F. Ryan. A pesar de las dificultades, vivía del pincel.

Baile en el café Novedades de Sevilla fue un encargo de Thomas F. Ryan. Lo recibió mientras andaba inmerso en las Visiones de España que haría para la Hispanic Society of America, en Nueva York. Su diligencia, su capacidad de trabajo era tal, que fue capaz de atender ambas peticiones al tiempo.

Sorolla fue responsable de difundir la marca España en EE UU. Justo lo que destila este cuadro: las bailarinas, el tablao, la guitarra, los sombreros cordobeses, los farolillos, las columnas romanas —quizá traídas de Itálica o Carmona—, los mantones. España estaba de moda, mientras en el resto de Europa se gestaba la Gran Guerra.

Antoni Tàpies
(Barcelona, 1923-2012)

Materia ocre sobre tela virgen, 1969
Técnica mixta sobre lienzo, 196 x 171 cm
Colección Banco Santander

Algunos comisarios describen el efecto de la obra de Tàpies como de “asombro ante un descubrimiento continuo”, y eso sentí yo al contemplarla colgada en el almacén durante muchos años. Se me reveló como un cuerpo inmenso, fragmentado, compuesto de materia frágil y agujereado con el gesto del artista.

Un cuerpo arrugado por la materia que me remitió a José de Ribera y sus cuerpos ancianos, como el San Andrés del Museo del Prado.

Tàpies se comunicaba a través de la materia y el símbolo, y esta obra los tiene: las letras A y B que delimitan una sucesión de gestos, trazos negros en la base de este cuerpo.

Tenemos en Colección Banco Santander la fortuna de contar con cinco piezas de Tàpies, tres de la brillante década de 1960, que nos hacen estar orgullosos de tener tan espléndida representación de este maestro de la pintura.

Nuestra misión consiste en que los mensajes misóginos que se hallan encerrados en obras deliciosas no sigan pasando sordamente a través de nosotros

María López, doctora en Historia del Arte y comisaria

Una mirada de género

¿Por qué apenas hubo mujeres artistas? Y ¿cómo se las representó cuando aparecían, ahí sí con frecuencia, retratadas en los lienzos de los grandes maestros de la pintura? Los estudios de género no eran todavía populares en el ámbito hispánico cuando María López (Madrid, 1975) se sumergió en su tesis doctoral La imagen de la mujer en la pintura española de fin de siglo (1880-1914). Desde que a finales de los noventa decidiera bucear en la materia, López, investigadora y comisaria, ya fue consciente de lo mucho que escondía a este respecto la Colección Banco Santander, unos fondos que consultó una y otra vez. Por ello parece resultado de la lógica que haya sido ella la primera protagonista de una iniciativa de la fundación llamada Investiga, una convocatoria que abre ahora su tercera edición en la que se invita a estudiosos de distintos ámbitos de las Humanidades o las Ciencias a realizar trabajos transversales sobre la colección a partir de los cuales generar nuevas lecturas sobre la misma.

El informe de López, que se publicará próximamente, destripa ese relato que necesitamos conocer para detectar los mensajes misóginos que se colaban en las obras de arte de cada época. Específicamente, analiza la tensión en la pintura de los siglos XIX y XX entre las representaciones femeninas que heredaban la visión de la mujer impuesta por el dogma católico de la Inmaculada Concepción, adoptado como dogma de fe por la Iglesia en 1854 —madre, benefactora, cuidadora sumisa como únicas virtudes verdaderamente femeninas— y aquellas otras que ya buscaban una imagen más moderna. Aunque no por ello menos machista: “Un pensamiento innovador en lo técnico o estilístico no trae necesariamente una mirada mejor sobre la mujer y sus retratos. Por ejemplo, será Ingres quien romantice la iconografía de la odalisca, la esclava sexual de las mujeres del harén, el último peldaño de la opresión femenina”.

A través de tres imágenes de tres períodos, López nos explicará con ejemplos esa evolución hasta que sean las mujeres artistas las que alcen la voz y se cuenten a sí mismas:

Juan de Juanes
(Valencia, 1507 - 1579)

Inmaculada Concepción, hacia 1537
Óleo sobre tabla, 218 x 184 cm
Colección Banco Santander

Manuel Benedito
(Valencia, 1875 - Madrid, 1963)

Cléo de Mérode, 1910
Óleo sobre lienzo, 160 x 108 cm
Colección Banco Santander

Patricia Gadea
(Madrid, 1960 - Palencia, 2006)

Diosas, esposas, rameras y esclavas, 1993
Técnica mixta sobre lienzo, 200 x 160 cm
Colección Banco Santander

Es un ejemplo característico de la iconografía de la Inmaculada Concepción desarrollada a lo largo del siglo XVI. La Virgen se presenta rodeada de los símbolos de la letanía lauretana, que cantan sus grandezas como madre, virgen y reina de la iglesia militante (el sol, el ciprés, el lirio, la torre, la fuente, la vara de Jesé…).

Cada uno de estos símbolos, originalmente religiosos y procedentes en su mayoría del Cantar de los cantares, inciden en la maternidad y la pureza de la Virgen, cualidades de las que se deriva toda la mística mariana que tendrá su trasposición laica en la adoración de la imagen de la mujer como ‘ángel del hogar’, cuyo apogeo se sitúa a mediados del siglo XIX coincidiendo con la sanción de la Inmaculada Concepción como dogma de fe para el catolicismo en 1854.

La evolución iconográfica de estos símbolos se desarrolló para convertirse en emblemas de virtudes laicas que debían asociarse históricamente a las mujeres consideradas ‘honestas’.

Respira una elegancia templada, muy sobria, que se corresponde con el control sobre su imagen que la protagonista impuso toda su vida. Hija natural de la baronesa Von Mérode y dama de honor de la emperatriz Sisi, Cléopatre-Diane de Mérode estudió danza en la Escuela de la Ópera de París, de donde pasó a los teatros de variedades. “La mujer más bella del mundo”, según la revista L’Illustration (1896), retratada por Boldini, Degas, Forain, Toulouse-Lautrec, Jules Clairin, Nadar o Cecil Beaton, entre otros, puede considerarse una de las primeras celebrities de nuestra sociedad.

Las leyendas que circularon en torno a ella sobre sus amantes (como el rey Leopoldo II de Bélgica, al que apodaban Cleopoldo) o sobre sus supuestos posados desnudos (como en La danseuse, de Falguière, 1896, Musée d’Orsay) la coronaron casi como un mito sexual de la época. Ella se sintió obligada a ejercer entonces un fuerte contrapeso imponiendo ser retratada con un aura de belleza y elegancia magistral que jamás trasluciera ningún atisbo de sensualidad.

De hecho, en 1950, Cléo de Mérode se enfrentó en los tribunales con Simone de Beauvoir cuando esta incluyó su nombre en el capítulo de Hetairas de su libro El segundo sexo. Como indemnización, Cléo ganó un franco simbólico, pero su nombre tuvo que ser borrado de las sucesivas ediciones del libro. La imagen de la mujer elegante, culta, refinada, que salía, entraba, tenía admiradores y una vida social rica se asociaba de forma constante a una exagerada sexualidad, frente a la imagen del ángel del hogar que representaba a la mujer normativa.

La obra está dividida en cuatro elementos interrelacionados: una mujer despampanante, como arrancada de un cartelón de cine al estilo de una diva de Hollywood, muestra su cuchillo vengador en la mano.

A su izquierda, aparece la imagen tradicional de la Inmaculada Concepción. Esta contraposición entre virgen y pecadora cobra todo su sentido con las escenas que se reproducen en la mitad inferior del cuadro: una alcoba matrimonial de apariencia burguesa presidida por un personaje ridiculizado y usado para el clásico ‘Su foto, aquí’, explicitando que podríamos ser cualquiera de nosotras. A su izquierda, una mujer caracterizada como una arquetípica prostituta de la belle époque empuña con sus manos lo que parecen dos extremos de una corriente eléctrica que alimenta una bomba que hará estallar todo, donde se lee la palabra SEXO. Patricia Gadea se apropia así en esta obra de los lenguajes de los medios de masas, de la moda, del cine y de los cuentos populares para proponer una autolectura sarcástica sobre el papel de la mujer en sus distintas facetas como ama de casa, ángel del hogar, amante, diabla, traicionada, traicionadora…

Las estrategias de apropiación de estos lenguajes le permiten hacer visibles la violencia y la opresión política que seguían sufriendo las mujeres en un momento en el que los fastos del 92 habían hecho creer a todos que la democracia, la libertad y los derechos de las mujeres estaban consolidados.

Juan de Juanes
(Valencia, 1507 - 1579)

Inmaculada Concepción, hacia 1537
Óleo sobre tabla, 218 x 184 cm
Colección Banco Santander

Es un ejemplo característico de la iconografía de la Inmaculada Concepción desarrollada a lo largo del siglo XVI. La Virgen se presenta rodeada de los símbolos de la letanía lauretana, que cantan sus grandezas como madre, virgen y reina de la iglesia militante (el sol, el ciprés, el lirio, la torre, la fuente, la vara de Jesé…).

Cada uno de estos símbolos, originalmente religiosos y procedentes en su mayoría del Cantar de los cantares, inciden en la maternidad y la pureza de la Virgen, cualidades de las que se deriva toda la mística mariana que tendrá su trasposición laica en la adoración de la imagen de la mujer como ‘ángel del hogar’, cuyo apogeo se sitúa a mediados del siglo XIX coincidiendo con la sanción de la Inmaculada Concepción como dogma de fe para el catolicismo en 1854.

La evolución iconográfica de estos símbolos se desarrolló para convertirse en emblemas de virtudes laicas que debían asociarse históricamente a las mujeres consideradas ‘honestas’.

Manuel Benedito
(Valencia, 1875 - Madrid, 1963)

Cléo de Mérode, 1910
Óleo sobre lienzo, 160 x 108 cm
Colección Banco Santander

Respira una elegancia templada, muy sobria, que se corresponde con el control sobre su imagen que la protagonista impuso toda su vida. Hija natural de la baronesa Von Mérode y dama de honor de la emperatriz Sisi, Cléopatre-Diane de Mérode estudió danza en la Escuela de la Ópera de París, de donde pasó a los teatros de variedades. “La mujer más bella del mundo”, según la revista L’Illustration (1896), retratada por Boldini, Degas, Forain, Toulouse-Lautrec, Jules Clairin, Nadar o Cecil Beaton, entre otros, puede considerarse una de las primeras celebrities de nuestra sociedad.

Las leyendas que circularon en torno a ella sobre sus amantes (como el rey Leopoldo II de Bélgica, al que apodaban Cleopoldo) o sobre sus supuestos posados desnudos (como en La danseuse, de Falguière, 1896, Musée d’Orsay) la coronaron casi como un mito sexual de la época. Ella se sintió obligada a ejercer entonces un fuerte contrapeso imponiendo ser retratada con un aura de belleza y elegancia magistral que jamás trasluciera ningún atisbo de sensualidad.

De hecho, en 1950, Cléo de Mérode se enfrentó en los tribunales con Simone de Beauvoir cuando esta incluyó su nombre en el capítulo de Hetairas de su libro El segundo sexo. Como indemnización, Cléo ganó un franco simbólico, pero su nombre tuvo que ser borrado de las sucesivas ediciones del libro. La imagen de la mujer elegante, culta, refinada, que salía, entraba, tenía admiradores y una vida social rica se asociaba de forma constante a una exagerada sexualidad, frente a la imagen del ángel del hogar que representaba a la mujer normativa.

Patricia Gadea
(Madrid, 1960 - Palencia, 2006)

Diosas, esposas, rameras y esclavas, 1993
Técnica mixta sobre lienzo, 200 x 160 cm
Colección Banco Santander

La obra está dividida en cuatro elementos interrelacionados: una mujer despampanante, como arrancada de un cartelón de cine al estilo de una diva de Hollywood, muestra su cuchillo vengador en la mano.

A su izquierda, aparece la imagen tradicional de la Inmaculada Concepción. Esta contraposición entre virgen y pecadora cobra todo su sentido con las escenas que se reproducen en la mitad inferior del cuadro: una alcoba matrimonial de apariencia burguesa presidida por un personaje ridiculizado y usado para el clásico ‘Su foto, aquí’, explicitando que podríamos ser cualquiera de nosotras. A su izquierda, una mujer caracterizada como una arquetípica prostituta de la belle époque empuña con sus manos lo que parecen dos extremos de una corriente eléctrica que alimenta una bomba que hará estallar todo, donde se lee la palabra SEXO. Patricia Gadea se apropia así en esta obra de los lenguajes de los medios de masas, de la moda, del cine y de los cuentos populares para proponer una autolectura sarcástica sobre el papel de la mujer en sus distintas facetas como ama de casa, ángel del hogar, amante, diabla, traicionada, traicionadora…

Las estrategias de apropiación de estos lenguajes le permiten hacer visibles la violencia y la opresión política que seguían sufriendo las mujeres en un momento en el que los fastos del 92 habían hecho creer a todos que la democracia, la libertad y los derechos de las mujeres estaban consolidados.

Una colección con personalidad propia

Los fondos comprenden mucho más que obra pictórica: quizá lo que mejor represente el arte del siglo XVIII sean tapices y cerámicas y, como corresponde a la colección de un banco, también a partir del conjunto numismático que poseen, monedas y billetes que abarcan siglos y siglos y acuñadas por todas las civilizaciones que poblaron la península Ibérica, podemos asistir a una lección de historia. Repasemos algunos de los hitos comentados por su comisaria:

El salón del Waldorf Astoria

¿Te imaginas estar en el comedor principal de uno de los hoteles más emblemáticos de la Nueva York de 1930? José María Sert, el muralista español de más éxito internacional, recibió el encargo para la decoración de este salón y creó un conjunto único de 15 lienzos con la historia de las Bodas de Camacho de El Quijote.

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La colección numismática

Cada vez usamos menos las monedas y los billetes, pero fueron objeto no solo de comercio sino de poder y de transmisión de cultura. El banco conserva una colección de monedas emitidas todas en la península Ibérica desde el siglo III a. C. hasta la peseta; la historia del comienzo de la emisión de billetes en España por los diferentes bancos, hasta que el Banco de España se hizo con el monopolio, y (¡ojo a esto, porque es verdaderamente exquisita!) una colección de billetes de la Guerra Civil, emitidos desde cientos de ayuntamientos.

Moneda cartaginesa de plata de entre el 237 y el 227 a.C. (izquierda) y billete de mil pesetas de 1884
Moneda cartaginesa de plata de entre el 237 y el 227 a.C. (izquierda) y billete de mil pesetas de 1884Colección Banco Santander

El tapiz de Miró: Sobreteixim, 1972

Los Sobreteixim son sinónimo de la colaboración y experimentación entre Joan Miró y el artista Josep Royo que se inició en 1970. Dio como fruto grandes tapices, como el del World Trade Center, el de la National Gallery de Washington o los de las fundaciones Miró, La Caixa y Maeght.

El Sobreteixim de Colección Banco Santander está a medio camino entre pintura, collage y tapiz, y permitió a Miró explorar la materia y la técnica que tanto le interesó de los tapices.

'Sobreteixim' de Miró (1972)
'Sobreteixim' de Miró (1972)Colección Banco Santander

La cerámica de Alcora

Esta colección nos cuenta la historia de la manufactura de Alcora, fundada por el IX conde de Aranda en 1727 en Castellón. Su objetivo: crear una fábrica de lozas y porcelanas de lujo que compitiera con las manufacturas extranjeras. Contó con privilegios reales (exención de impuestos en la exportación de piezas y libre entrada de materiales), que le ayudaron a mantenerse a flote hasta mediados del siglo XIX.

La fábrica se convirtió en un modelo de organización y en un referente de orientación estética gracias a la contratación de especialistas extranjeros, artistas y «secretistas»; y se creó una academia de aprendices que le permitió continuar proporcionando una producción de máxima calidad.

Busto de dama y busto de caballero de la factoría de Alcora de 45 cm de altura (1761-1763).
Busto de dama y busto de caballero de la factoría de Alcora de 45 cm de altura (1761-1763).Colección Banco Santander

La gran colección de Gutiérrez-Solana

El coleccionismo es una pasión que, cuando prende, dice Beguiristain, obedece mal a razones. Una colección de colecciones, llamábamos al principio del reportaje a la de la fundación, sí. Sin embargo, dentro de ella ocupa un lugar especial un nombre, el de un pintor que cautivó a don Emilio Botín abuelo, y después a su homónimo hijo: José Gutiérrez-Solana. “Ambos eran cántabros que echaban de menos su tierra, afincados en Madrid”, aventura Beguiristain, “tal vez se debiera a esto la conexión que sintieron”. Sin que podamos saber nunca con certeza la causa, quedaron prendados de una pintura alejada del academicismo y las vanguardias, una obra de rasgos tenebrosos y casi contrapuestos a la luminosidad que representaba Sorolla; sin duda, la que mejor plasmó la crisis social, política y económica de la época, una pintura de los asuntos mundanos. Tal fue la pulsión por su obra que la colección del banco posee 29 lienzos, 2 dibujos y 3 grabados, la mayor en una entidad privada. Un fenómeno extrañísimo: muy pocos coleccionistas suelen abarcar tantas piezas de un solo autor. Estas escenas cotidianas y llenas de sentimiento pueden contemplarse en una sala dedicada a ellas en exclusiva.

Los protagonistas de las obras de Gutiérrez-Solana son gente común, como la peluquera, las mujeres de barrio o el boxeador y su público; pero también como el torero de ‘El lechuga y su cuadrilla’: se trata, al parecer, de la historia de un zapatero cuya mujer le cosió un traje de luces para cumplir un sueño. Colección Banco Santander

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#Vívela

Las piezas de la colección nos siguen apelando, tratan cuestiones también propias de nuestro tiempo. En esta serie de audiovisuales, personalidades de la cultura se asoman a través de obras de la Colección Banco Santander a algunos de estos grandes temas con ingenio y desde su perspectiva única: la memoria, la atracción por lo inquietante, la emoción, el viaje, el conocimiento…

CRÉDITOS

Redacción: Alejandro Martín Rodríguez
Coordinación editorial: Francis Pachá y Juan Antonio Carbajo
Diseño: María José Durán 
Desarrollo: Rodolfo Mata 
Coordinación de diseño: Adolfo Domenech

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